La intransigencia no es ortodoxia

Juan Bautista tenía sus dudas iniciales ante Jesús, de ahí que envíe a sus discípulos a preguntar a Jesús ¿Eres Tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?

A lo mejor es que el Mesías esperado por Juan Bautista no coincidía exactamente con lo que estaba viendo y oyendo de su primo Jesús. Puede ser.

Por otra parte la pregunta por quién es Jesús es muy frecuente en los Evangelios ¿Quién es este que perdona los pecados? ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? ¿Quién es este que hasta los vientos le obedecen? Si eres Hijo de Dios...

Una persona consciente también se hace esta pregunta, o la vida nos va haciendo esta pregunta. Cuando uno busca la verdad y acertar en la vida, se está preguntando por Dios, por Cristo.
Cuando una familia, unos padres, se preguntan a qué colegio vamos a llevar a los hijos, en el fondo se están preguntando por Dios; cuando nos preguntamos y buscamos cómo ser feliz en la vida, nos estamos preguntando por Dios; cuando un adolescente-joven se pregunta qué carrera o qué profesión escogeré o si habré de seguir la vocación ministerial eclesial, se está preguntado por lo absoluto. Cuando cavilamos a quién votaré en las próximas elecciones, cuál será la mejor actitud ante la nueva situación eclesiástica diocesana, o qué posturas exegéticas, teológicas pastorales seguiré, etc. son preguntas limitadas pero que busca la infinitud, son preguntas por el absoluto, por Dios.

Por otra parte cada cual tiene sus sensibilidades, sus modos de ser y conocer. Hay temperamentos más cristianos que religiosos, otros son más religiosos que cristianos, otros más humanistas, otros más transcendentes desde la cultura y el humanismo: desde la poesía, música, literatura, el cine, etc. Todos son caminos hacia Dios. La perfección no existe y no conviene ponerla tan abusiva como neciamente en la posición de las manos en la liturgia o en un “filioque” perfilado con bisturí y que ya nadie entiende, o en la adhesión quasi futbolera a un sistema religioso.

Las búsquedas y evoluciones en la vida son valiosas, honestas. No es sensato ni eclesial estar al acecho con la sospecha como visión de la realidad. La espera, la duda y las preguntas del Bautista y de todo ser humano, son honradas, humanas, valiosas.

Dejemos que hagan buen recorrido las preguntas humanas.

Juan Bautista dispuesto a cambiar.
Juan Bautista posiblemente esperaba del Mesías, de su primo, Jesús, una actitud más enérgica y contundente: por aquello de que el hacha ya está preparada, separará lo bueno de lo malo, la paja del trigo, etc. Un mesías que “diera caña”. Y resulta que ha venido un Mesías de “tres al cuarto”: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio.
Un momento porque estamos en el centro del cristianismo: curar, sanar, liberar, dar vista a los que no vemos, constituyen el núcleo de la actividad de Jesús y del cristianismo. (Lc 4,16-20)

Juan Bautista se muestra dispuesto a cambiar: manda a sus discípulos a que le pregunten a Jesús si las cosas han de ser así, o han de esperar a otro.

Juan Bautista había iniciado en el desierto un nuevo Éxodo: el Jordán es el nuevo mar Rojo, los grupos de Juan son el nuevo Israel. Ha comenzado una nueva liberación. Hay que ponerse otra vez en camino.

La vida es siempre un camino abierto: la edad cambia y te cambia (absténganse eclesiásticos de Unidades Pastorales y eternos juvenilistas, así como fundamentalistas). Las crisis, las opciones te construyen y te cambian la vida, la salud cambia, los caminos ideológicos no son siempre los mismos, los vericuetos en la vida cristiana, en la vida religiosa cambian y más que tienen cambiar. No se puede parar la vida, ni la primavera, no se puede poner cercas al viento, no es que esté mal, sino que es necio y ridículo.

Hay que salir.
Jesús le contesta a Juan Bautista diciéndole “mira lo que hay”: vida, curaciones, movimiento frente a arterioesclerosis es el moverse ante tanta ideología e iglesias que viven con el freno de mano echado (inválidos), “lo que hay” es jugar limpio frente a tanto juego sucio (lepra), atender a razones y escuchar la voz de la vida ante tanto sordo, hay vida frente a la muerte. Y eso es buena noticia: evangelio.

Jesús por tres veces dice a la gente: ¿QUÉ SALISTEIS A VER? (Éxodo) Salir y ver: dos cuestiones harto difíciles para quienes o para cuando estamos instalados y queremos ver las cosas.

¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta?

o Juan Bautista no es un hombre superficial, arrivista, que cambia como el viento, qual piuma al vento, ni de masas, que vaya con la pancarta de la manifestación. Más bien era un hombre de criterio, quizás duro, pero “de una pieza”.

o Tampoco era un hombre vestido de lujo: Adidas o Christian Dior. Muchas personas como muchos curas lo más profundo que tenemos es el vestido de marca o el clerygman.

o Juan Bautista era profeta. Profeta es la persona que trata de leer en profundidad el momento de la vida que le toca vivir a él y a su pueblo, su iglesia y desde esa lectura anuncia y / o denuncia la situación. Cuando el pueblo, la parroquia, el presbiterio están desanimados, el profeta es quien trata de animar, ayuda a respirar a su gente. En otras ocasiones, cuando nos apartamos de la vida honesta y lúcida, cuando nos apartamos de Dios y de los demás, profeta es quien denuncia: ¡cuidado que no vamos por el buen camino!

o También hoy hemos conocido profetas: Helder Cámara, Pedro Casaldáliga, el P Arrupe, Ignacio Ellacuría, JM Díez Alegría, en el mundo de la poesía y de la cultura.

Conclusión.
Vivir en Éxodo, en salida, en camino es un talante quizás algo bohemio, pero muy cristiano: estar siempre en actitud de búsqueda, dejando nuestras trincheras y cuarteles de invierno.

Vivir en actitud profética: intentar leer la vida en profundidad es algo muy humano y cristiano.

Posiblemente vivir es un caminar sorteando las instalaciones faraónicas y la frivolidad de las cañas vacilantes de la moda y pancartas ondulantes de las concentraciones y manifestaciones donde el “yo” se diluye en masas amorfas.

Ser mensajeros de la Palabra, del sentido es una noble tarea y dedicación en la vida. Vayamos por los mundos de Dios siendo testigos de Cristo, como Juan Bautista.

Tercer Domingo de Adviento

Volver arriba