"Atención: el negacionismo de Trump y sus seguidores nos pone en serio peligro" Un informe indica que casi mitad de la humanidad podrá desaparecer en algunas décadas

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"Según los datos los datos publicados por el Institute and Faculty of Actuaries de la Universidad de Exeter (Reino Unido), con temperaturas 3°C por encima de los niveles preindustriales, la mortalidad humana podrá alcanzar a la mitad de la humanidad, cerca de cuatro mil millones de personas"

"Necesitamos un concepto de sostenibilidad más amplio que el del famoso Informe Brundland (1987) que solo se centraba en el ser humano y omitía la naturaleza"

"¿Qué hacer para garantizar este tipo de sostenibilidad? Estoy convencido de que las narrativas del pasado ya no nos muestran un futuro de esperanza"

"Una eco-civilización fundada sobre valores que garanticen la sostenibilidad de la Casa Común puede ser una utopía, pero una utopía necesaria si es que todavía queremos tener un futuro sostenible junto con la Madre Tierra. Depende de cada uno de nosotros"

Si tenemos en cuenta la frecuencia de los trastornos que están ocurriendo en la Tierra, especialmente el creciente calentamiento global, sumado al hecho de que los negacionistas, como el presidente Trump, son poderosos, cabe preguntarnos seriamente si el planeta todavía es sostenible o si nos dirigimos hacia una tragedia inmensa.

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Tomemos como aviso los datos publicados por elInstitute and Faculty of Actuaries de la Universidad de Exeter (Reino Unido), conocido por su seriedad. Ahí se afirma: «con temperaturas 3°C por encima de los niveles preindustriales, la mortalidad humana podrá alcanzar a la mitad de la humanidad, cerca de cuatro mil millones de personas», no en un futuro lejano sino en algunas décadas.

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"Con temperaturas 3°C por encima de los niveles preindustriales, la mortalidad humana podrá alcanzar a la mitad de la humanidad, cerca de cuatro mil millones de personas"

Necesitamos un concepto de sostenibilidad más amplio que el del famoso Informe Brundland (1987) que solo se centraba en el ser humano y omitía la naturaleza. Propongo uno más inclusivo: Desarrollo sostenible es toda acción destinada a mantener las condiciones energéticas, informativas y físicoquímicas que sustentan a todos los seres, especialmente a la Tierra viva, la naturaleza y la vida humana para asegurar su continuidad y atender las necesidades de la generación presente y de las futuras, de tal forma que se mantenga y enriquezca el capital natural en su capacidad de regeneración, de reproducción y de coevolución”.

¿Qué hacer para garantizar este tipo de sostenibilidad? Estoy convencido de que las narrativas del pasado ya no nos muestran un futuro de esperanza. Esto no significa que vayamos a desistir de mejorar la situación. El principio esperanza que arde dentro de nosotros puede proyectar utopías minimalistas que alivian la vida y preservan la naturaleza. Para eso hay que partir de abajo, del territorio, en el cual se puede construir una sostenibilidad en el marco de las condiciones ecológicas trazadas por la naturaleza, con sus selvas y bosques, sus ríos, su población con sus religiones y tradiciones.

Depende de nosotros si queremos cambiar o seguir por el mismo camino. Ha llegado el momento en que no tenemos otra alternativa sino creer, confiar y esperar en nosotros mismos. Tenemos que beber de nuestro propio pozo. En él están los principios y valores que, activados, podrán salvarnos. Enumero algunos de los principales.

En primer lugar el cuidado. Sabemos por la reflexión antigua (mito del cuidado de Higinio) y por la moderna (Heidegger) que la esencia del ser humano reside en el cuidado, condición para vivir y sobrevivir. Si todos los elementos de la evolución no hubiesen tenido entre sí un cuidado sutil, no habría aparecido el ser humano. Como no tiene ningún órgano especializado, necesita cuidado para vivir y sobrevivir. De la misma forma, la naturaleza si no es cuidada, se muere.

Después, los biólogos (Watson/Crick) demostraron que el amor pertenece al ADN humano. Amar significa establecer una relación de comunión, de reciprocidad con todas las cosas e implica crear un lazo afectivo con ellas.

Es fundamental el valor de la solidaridad. La bioantropología ha mostrado que la búsqueda de los alimentos consumidos comunitariamente permitió el salto de la animalidad a la humanidad. Lo que una vez fue verdadero, vale mucho más aún en los sombríos días actuales.

Somos también seres de compasión: podemos ponernos en el lugar del otro, llorar con él, compartir sus angustias y no dejarlo solo nunca. Es una de las virtudes más ausentes hoy en día.

También somos seres decreación: continuamente estamos inventando cosas para resolver nuestros problemas. Hoy más que nunca la innovación es urgente si no queremos llegar atrasados a la salvaguarda de la vida y naturaleza.

Somos, desde la más remota antigüedad, cuando emergió el cerebro límbico hace 200 millones de años, seres de corazón, de afecto y de sensibilidad. En el corazón sensible reside la ternura, la espiritualidad y la ética. Hoy más que nunca debemos unir mente y corazón, racionalidad y sensibilidad, pues todo el edificio científico se construyó colocando bajo sospecha la afectividad. Por la sensibilidad humanitaria condenamos hoy el genocidio perverso hecho a cielo abierto en la Franja de Gaza de más de 13 mil niños inocentes y de más de 60 mil civiles.

Somos, en lo más profundo de nuestra humanidad, seres espirituales. La espiritualidad es parte de la naturaleza humana, con el mismo derecho de ciudadanía que la inteligencia, la voluntad y la libido. La espiritualidad debe ser distinguida de la religiosidad, si bien pueden venir juntas y potenciarse, pero no necesariamente. La espiritualidad natural es, sin embargo, más originaria. La religiosidad supone y se alimenta de la espiritualidad. La espiritualidad vive del amor incondicional, de la solidaridad, de la compasión, del cuidado de los más frágiles y de la naturaleza. Más aún, como seres espirituales somos capaces de identificar aquella Energía vigorosa y amorosa que sustenta todas las cosas y todo el universo, ante la cual podemos abrirnos reverentemente. O integramos la espiritualidad natural, viviendo como hermanos y hermanas junto con la naturaleza o nos condenamos a repetir el pasado con todos los peligros que amenazan hoy nuestra existencia.

Una eco-civilización fundada sobre tales valores y principios puede garantizar la sostenibilidad de la Casa Común. Dentro de ella se encuentran los distintos mundos culturales que pueden y deben convivir pacíficamente. ¿Una utopía? Sí, pero una utopía necesaria si es que todavía queremos tener un futuro sostenible junto con la Madre Tierra.

*Leonardo Boff ha escrito El doloroso parto de la Madre Tierra: una sociedad de fraternidad y de amistad social, Vozes 2021.

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