Como el padre me ama así los he amado yo Actuar desde el Amor en el Proyecto de Vida de Jesús
Simón Pedro es confirmado en su misión de continuar la obra de Jesús desde una dinámica de amor para dar vida
Hay que perseverar en el amor, es el trasfondo de las tres preguntas continuas que le hace Jesús a Pedro: ¿me amas más que estos ?
Todo el lenguaje de Jesús es un lenguaje en el amor. En esa exigencia deberán caminar sus discípulos para ser fieles al maestro y pastor.
Todo el lenguaje de Jesús es un lenguaje en el amor. En esa exigencia deberán caminar sus discípulos para ser fieles al maestro y pastor.
| Fray Alfredo Quintero Campoy OdeM
La iglesia está llamada a configurarse en el amor al estilo de Jesús para garantizar la fecundidad en ella por la comunicación de vida que actúa el Espíritu Santo.
Ahí donde no nos configuramos en el amor que nos traza Jesús, es en la medida en que perdemos ese rostro fiel de amor que Jesús quiere que se refleje en Pedro y compañeros y, por tanto, en la iglesia.
Desde esta perspectiva podemos hacer un análisis de la vida de los bautizados y de la iglesia institución. Estamos llamados a darle vitalidad a la iglesia desde el amor que Jesús infunde en nuestras vidas y, más específicamente, en nuestros corazones.
El amor de Jesús es cercanía con las personas en sus diferentes realidades históricas de dolor, necesidad, quebranto y gozos.
Es un amor vivo que tiene su origen en el Padre, que se hace vivo y palpitante en Jesús, en los gestos transmitidos en los evangelios y hechos vida en la iglesia por las mociones del Espíritu Santo.
Es un amor fuerte por esencia, que lo hace inquebrantable, aún en la agudeza de dolor humano y pruebas duras de la cotidianidad.
El Espíritu Santo es presencia viva de amor que le da frescura al bautizado y a la iglesia en medio de caminos áridos, de desierto y aún de fracaso.
Debemos entender, que si en Jerusalén , centralidad geográfica del culto judío, por estar ahí el templo , será el lugar donde habrá oposición y resistencia al nuevo lenguaje de Jesús ; es decir , la persona llamada a ser templo del Espíritu Santo, donde se manifestará la fuerza de Dios, en la medida que se comunique y reciba el Espíritu de Dios a cada bautizado. La obra de Dios no está asfixiada en definitiva por el control de poder humano, podrá sufrir, pero la obra de Dios siempre tenderá a la liberación y libertad, esa libertad es su naturaleza intrínseca. Siempre habrá quienes pretendan asfixiar la obra de Dios, pero ella misma saldrá a horizontes de libertad.
Una tarea grande tendrá Pedro como cabeza de la comunidad de los discípulos, así como Jesús se la confía.
La cabeza deberá coordinar a todos sus miembros que estarán condicionados en la docilidad de su voluntad libre para adherirse y colaborar.
Cuando entendamos que estamos aquí para armonizar y dejarnos armonizar en equipo, en comunión, en familia, como lo es el mismo cuerpo humano en sus miembros y la creación misma; entonces nuestras fuerzas de comunión y equipo avanzarán fuertes a horizontes mayores de plenitud. Y entre todos cuidaremos lo que juntos hemos construido con dificultades y fatigas, pero al fin, frutos en común.
Lo común depende de lo individual y, su genialidad está en lograrse en la integración armoniosa.
Hay quienes pueden ser dóciles en su libre voluntad desde la fe y hay quienes se resistirán, obstaculizarán para integrarse y colaborar .
De ahí que en la inteligencia de nuestra fe nos deberá conducir siempre la moción del Espíritu Santo. Que nos enseña la excelencia del trato personal y comunitario, ya que él conoce la realidad profunda de cada persona, a la cual deberá integrarse en el conjunto de la comunidad para vivir la comunión deseada por Jesús y, que debe ser característica de todo buen pastor.
El cuerpo humano actúa en automático en sus miembros con la cabeza y, eso, le da garantía de vida. Sin embargo, Pedro tendrá que conducir su liderazgo con sus compañeros desde Jesús, el cual está siempre cerca : ¿muchachos ha pescado algo ? La respuesta es triste al decir que no, sin embargo, ellos con esperanza echan la red a la derecha y con gran éxito obtienen lo que buscaban, una gran pesca.
Ahí sus compañeros participan en la pesca, se hablan y ayudan unos a otros. El de mirada de Águila, Juan, dice : ¡es el Señor¡. Los otros arrastran la red cuando Jesús pide compartir de los pescados obtenidos.
Jesús pone las brasas, adelanta pescado asado y pan, pero hace falta aún compartir para que alcance para todos. Los 153 pescados refieren La abundancia y, la invitación a compartir esa bendición abundante, que se origina desde la bondad de Dios que favorece.
El hombre se descubre así sobrado o necesitado. Hay quienes al sentirse seguros en las cosas de la tierra creen que la propuesta de Dios les puede ser relativa, sin adentrarse en una relación profunda de fe en la vida del Espíritu Santo que hace trascender la mirada de las almas más allá de la temporalidad material.
A la luz de este evangelio de Juan de este tercer domingo de pascua, se nos vuelve invitar a seguir a Jesús, como le dice al final a Pedro, sígueme .
El camino de este seguimiento es el amor, para transitar en cada paso en firme perseverancia, en apertura de comunión, dejando fluir la acción del Espíritu Santo en el conjunto de las hermanas y hermanos.
Que nuestra voluntad libre desde la fe sea animada por el amor del Espíritu Santo para que podamos vencer todas aquellas incredulidades que solo hacen porosa la estructura misma de la comunidad de los discípulos de Jesús. Abrámonos a la novedad del amor que privilegia la libertad para favorecer espacios más dilatados de misericordia y santidad, sin juzgar ni condenar a nadie porque esa es tarea de Dios, que aun pudiéndolo hacer nos recuerda Jesús: no he venido a condenar sino a salvar.
Quitemos la actitud intimidatoria de condenar a diestra y siniestra y, que no se nos olvide, que en algún momento, cada uno deberá comparecer ante Dios, ante la historia. Porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse.
Con misericordia edifiquemos una fraternidad en el amor, que nos conduzca en conversión para hacer más visible ese rostro de redención que Jesús vino a hacer presente.
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