II Domingo de Adviento Caminar en la luz, sin sombras ni tinieblas
Ante este escenario de confusión y vulnerabilidad, Jesús se mantiene firme. Esta es la enseñanza del Maestro de los discípulos. Lo dirá:en el mundo tendrán pruebas pero tengan confianza, yo he vencido
Este segundo domingo de adviento nos encamina a una reflexión importante: caminar siempre en la claridad con Jesús.
Jesús es el Camino y su camino es un camino llano, donde no hay engaños, ni mentiras sino verdad, misericordia y esperanza firme.
La enseñanza de Jesús nos orienta en la claridad de nuestras decisiones: digan si cuando es si y no cuando es no, lo demás viene del diablo. Dice el dicho popular: a rio revuelto ganancia de pescadores.
Entendemos que en la confusión se toman malas decisiones. Y siempre pasaremos por la prueba de la confusión, el caos, las mil y variadas voces. El discípulo tiene solo una voz firme y verdadera que lo llevará por el camino correcto: es la voz de Jesús. Sino tenemos claridad, cualquier viento nos puede zarandear y tumbar. Por eso la claridad la relacionamos con la firmeza y la convicción.
El discípulo de Jesús está llamado a superar la confusión y a desenvolverse y avanzar en la firmeza. Jesús mismo atraviesa esta experiencia en el momento de la pasión: sus amigos lo dejan sólo, los que vitoreaban sus grandes milagros desaparecen ante la prueba, los que administran la justicia se dejan llevar, primeramente, por sus intereses y no manifiestan un compromiso ante la justicia; ante este escenario de confusión y vulnerabilidad, Jesús se mantiene firme. Esta es la enseñanza del Maestro de los discípulos. Lo dirá:en el mundo tendrán pruebas pero tengan confianza, yo he vencido.
En este camino de seguimiento discipular de Jesús, nosotros tenemos una voz que nos guía y nos conduce; ya lo dice el Padre en el monte de la transfiguración: este es mi hijo amado escúchenlo. Lo dirá el mismo Jesús: mis ovejas escuchan mi voz, ellas me siguen.
En las tentaciones en el desierto Jesús contesta con entera claridad al tentador: no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios… Como nos dice en este domingo San Pablo en la Carta a los filipenses: que su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables a la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia.
Somos levadura y luz del mundo. Este mundo encontrará esa esperanza que Jesucristo ya ha encendido en nuestros corazones y, por eso tenemos que ser como las vírgenes prudentes, que tienen luz suficiente para ver la llegada del esposo y salir a su encuentro, porque si se acaba ese aceite y por lo tanto esa luz, entraremos en sombras oscuras que nos impedirán ver al señor cuando se manifieste.
El Señor siempre se manifiesta en variedad de signos en nuestra vida diaria, pero si nuestro caminar es un camino equivocado y retorcido y lleno de sombras, no sabremos en que momento caeremos y, si caemos continuamente, no nos permitirá estar de pie sino derrotados en el mismo camino que no podremos llegar al final. Porque nuestro camino cristiano es un camino de perseverancia.
Por eso, la liturgia de este domingo en la voz de Juan el Bautista nos invita a enderezar el camino, hacer rectas nuestras sendas. De ahí lo que Jesús dirá de los fariseos y escribas: que no entrarán al Reino y tampoco dejan entrar a otros al reino,porque se caracterizan por la oscuridad de sus corazones reflejada en sus hipocresías, ocultando siempre algo. Por eso Jesús no se fía de ellos.
Caminar en la oscuridad con doblez de corazón o hipocresías nos hacen tener relaciones quebrantadas que no generan confianza y no ayudan hacer un camino comunitario más sólido.
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