"El bautizado ha de distinguirse" Dar lo mejor de nosotros desde un servicio comprometido en el amor
"El bautizado ha de distinguirse, como fiel seguidor de Jesús en saberlo dar todo, haciendo el mayor bien posible a los demás"
"Se trata de hacer siempre el bien, aun cuando se tenga que sufrir con tal de que ese bien prospere"
"El mejor vino obtenido de la mejor uva se tritura porque se entiende que de esa uva se ha de sacar todo el vino posible que de vida y alegre nuestra existencia, así Jesús derrama hasta la última gota en su pasión…"
"El bien sembrado en profundidad puede echar raíces, crecer y dar frutos"
"El mejor vino obtenido de la mejor uva se tritura porque se entiende que de esa uva se ha de sacar todo el vino posible que de vida y alegre nuestra existencia, así Jesús derrama hasta la última gota en su pasión…"
"El bien sembrado en profundidad puede echar raíces, crecer y dar frutos"
El bautizado ha de distinguirse, como fiel seguidor de Jesús en saberlo dar todo, haciendo el mayor bien posible a los demás.
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Se trata de hacer siempre el bien, aun cuando se tenga que sufrir con tal de que ese bien prospere.
El bien sembrado en profundidad puede echar raíces, crecer y dar frutos.
Nunca es fácil sembrar ese bien en un contexto humano donde hay muchos opositores a que este bien crezca y produzca sus frutos.
Jesús lo ha dicho, el camino es estrecho para la salvación, pero no es imposible, difícil sí, pero posible.
Los discípulos de Jesús están en el mundo no para sentarse pasivamente y mandar oprimiendo sobre los demás, sino que deben estar en actitud de servicio a los demás hasta que ese amor y bien den fruto en el prójimo, al estilo de Jesús.
Jesús siempre que los discípulos están cansados y aún hay gente que quiere ser atendida, Él se queda con la gente a seguir atendiéndolos, esto nos revela que Jesús da ejemplo de hacerse el último de todos y servidor de todos, con la felicidad de que todos quedaron atendidos sin excluir a nadie, dando la oportunidad a todos de encontrarse con él.
En este domingo 29 del tiempo ordinario, la liturgia de la palabra nos invita a considerar: el sufrimiento que hay que vivir desde el amor para dar vida; la misericordia que distingue a Jesús como Sumo y Eterno Sacerdote, capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos; y el servicio a los demás con la disposición de darlo todo haciendo el bien en el amor.
Querer dar frutos, obtener la mejor cosecha, nos significa darlo todo, sabiendo que lo que se siembra es lo mejor, lo que se comunica es lo mejor cualificado de vida y que esto que se siembra bien, en su momento dará su fruto, a pesar de que se pueda sufrir mucho.
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Así el profeta Isaías en la primera lectura nos recuerda: por medio de él prosperaran los designios del Señor. El Mesías se entrega pasando por el sufrimiento, sabiendo que su palabra, su vida, su sacrificio, su servicio tendrá fruto, porque todo lo hace en obediencia a la voluntad de Dios y esa voluntad divina llevada a cabo siempre tendrá fruto porque encierra la bendición, la presencia misma de Dios.
El mejor vino obtenido de la mejor uva se tritura porque se entiende que de esa uva se ha de sacar todo el vino posible que de vida y alegre nuestra existencia, así Jesús derrama hasta la última gota en su pasión porque nos da toda su sangre, la que bebemos todos los bautizados a través de todos estos más de dos mil años y cuya sangre no se agota ni se agotara y esa es la felicidad de nuestra salvación.
Jesús ha sufrido en el Huerto de los Olivos, ha llorado ante la tumba de Lázaro, ha perdonado a la mujer adúltera acosada en juicio por los demás. El corazón de Jesús está lleno de misericordia, siente profundamente el dolor, la angustia y el horizonte incierto que los sufridos viven y se acerca para dar consuelo desde un corazón que sólo sabe amar.
Este es el camino que Jesús pide recorrer a Santiago y a Juan que le solicitan sentarse uno a su derecha y el otro a su izquierda. Les pide a los doce apóstoles que sepan darlo todo por amor y no tiranizar, haciéndose servidores de todos, sin quejarse, como lo hace Jesús en su pasión, sin proferir amenazas a los que lo lastimaban porque entendía que el bien que él estaba haciendo iba a dar sus frutos más adelante por designio divino.