En este primer domingo de cuaresma, la liturgia de la palabra nos invita a considerar la convicción profunda de nuestra fe que se manifiesta en acción de gracias por los dones recibidos por Dios, en súplica confiada a un Dios que siempre nos acompaña con escucha atenta en el momento de la prueba, para sostenernos en el camino de lucha en fidelidad a Aquel que nos ha amado desde siempre.

La cuaresma es memoria profética porque nos mueve hacia Dios en la lucha ordinaria de la fe ante un mundo que tiende a la corrupción en la seducción de sus propias fuerzas como hoy en la escena que dibuja el evangelista Lucas de las tentaciones experimentadas por Jesús en el desierto al término de su experiencia de oración y de ayuno durante cuarenta días.

El ser humano es quebrantable en cuanto a la búsqueda de riqueza material, de poder, de satisfacción de sus propias necesidades carnales que le pueden llevar a una infidelidad de comunión con Dios para definirnos quien es primero en nuestra vida: Dios o nosotros mismos.

Dios nunca nos dejará desamparados. Sin embargo, nos toca definirnos en nuestro camino de fe y vida de bautizados. Jesús, ante las tentaciones que le pone el enemigo, se mantiene con claridad firme porque el fruto del Espíritu manifiesto en ese tiempo de oración y ayuno, vivido durante 40 días, le dan la oportunidad de responder con contundencia al enemigo de que no lo engañe. Más allá de esas necesidades carnales, de riqueza y poder, está Dios en trascendencia eterna, con una mirada que supera la visión corta de la temporalidad.

¿Cuánta corrupción no hay en el deseo de obtener los placeres de riqueza, poder y necesidades carnales? 

Ciertamente, mantenerse fiel al Señor, para no caer en la tentación de obtener poder, riqueza desmedida y placer, hay que sufrir mucho. Jesús está dispuesto a hacer este camino de sufrimiento sin ceder a la mentira, a la injusticia, a la frivolidad humana ante el pobre, huérfano, ciego, cojo, endemoniado… Jesús entrega su vida por ellos, apuesta por ellos.

Los discípulos tendrán que aprender esta enseñanza de Jesús en el momento apremiante de la pasión, tendrán que distinguir esto nada fácil, cuando lo exalten primero como Rey, como nos recuerda el domingo de Ramos, para después verlo crucificado en el calvario. Jesús no busca una gloria que se marchita ni un poder corrompible y abusivo que oprime a los pequeños que tienen menos oportunidades; Él siempre tiende una mano de misericordia y de vida, con un corazón que ama hasta el extremo de dar la vida por ti y por mí.

La cuaresma es memoria profética porque quiere llevarnos al origen de nuestro bautismo, de pertenecerle a Dios y quitarnos de este mundo corrompido. No será fácil, pero si posible en la gracia de Dios. ¿Cuántas injusticias por superar? ¿Cuántas riquezas por encima de los valores humanos y cristianos? ¿Cuántas traiciones con tal de prevalecer sólo nosotros? ¿Cuánta división a causa de nuestras ambiciones? Esto último nos hace vivir en un ambiente cotidiano de mucha descontentez, de falta de cohesión, comunión y armonía.

La cuaresma como memoria profética nos ayuda a contribuir para que nuestro mundo sea más saludable en su estructura misma de vida y no caiga en la trampa abusiva de la opresión, el egoísmo, la injustica, el robo, el desamor, etc.

El Espíritu nos conduce para mantenernos en fidelidad en la tentación que cada uno experimentará conforme a su propia vulnerabilidad o atracción de lo que es temporal.