Hoy cuando se habla de cambio de época, ante generaciones que traen un nuevo lenguaje en las nuevas circunstancias donde debe fecundar la fe. Las posibilidades de lenguaje y comunicación encuentran espacio de conducción en el lenguaje verdadero del amor.

Solo ese amor hace nuevas las cosas y despeja los horizontes para generar una Esperanza sólida que da vida. Así nos recuerda la segunda lectura del libro del Apocalipsis de este V domingo de pascua.

 Bien nos recuerda Jesús en el evangelio de Juan: ámense los unos a los otros como yo los he amado.

 Solo el amor verdadero es creíble. Podemos afirmar que la fe transita en el amor verdadero, que al mismo tiempo ese amor purifica la fe, quitando de ella lo oscuro y superficial que no le garantiza lo profundo y lo verdadero, que da sentido a la existencia.

 ¿Por qué memoria viva de amor? Solo cuando se va grabando esa memoria de amor en las generaciones presentes, con esa verdad que lleva tiempo en entenderla, profundizarla y tener convicciones; es en ese proceso de maduración que el individuo atraviesa, por varias propuestas de lenguaje en su tiempo que vive, cómo llega a clarificar lo verdadero, lo que robustece su vida y le da sentido pleno.

 Entonces purifica sus elecciones de vida de lo que es oscuro, falso y superficial para hacer un camino verdadero que lo puede sostener en todos los momentos de la vida , superando las lágrimas, las penas y dificultades .

 Toda una ventaja perfecta en el espíritu de Jesús que se expande en la historia y el universo para seguir dando vida de una forma distinta que es la fe, como memoria viva de amor.

Dios da vida a toda la creación como comunicación de vida por ser creador y, la misma manifestación de camino de libertad que tiene el ser humano para desplazarse en el horizonte de la fe tiene entonces esa posibilidad perfecta del amor, para vivir la gracia del espíritu que late de forma continua en la humanidad para trascenderla.

 Se ilumina nuestra inteligencia y entendimiento para compréndelo todo más plenamente en ese amor que nos acerca, en semejanza con Dios y, que lo hace presente y vivo en su espíritu.