Caminar en signo vivo de misericordia encontrando a cada uno de los hermanos en camino Predicar, en obediencia a la palabra de Jesús para fecundar de vida en su espíritu
"La liturgia de este domingo quinto del tiempo ordinario deja claro el llamado para ir a anunciar la buena nueva"
"Estamos llamados ser fieles a la elección de quien nos eligió por encima del razonamiento y lógica humana"
| Fray Alfredo Quintero Campoy OdeM
A Simón Pedro le son familiares, conocidos y cercanos muchos de aquellos que se agolpan en torno a Jesús en el lago de Galilea. Subiendo a la barca de Simón Pedro, este dirá: confiado en tu palabra echaré las redes. Una pesca abundante y milagrosa, experimentando el poder de gratuidad de Jesús que hace posible lo que se considera imposible. Sacando abundancia de peces para ser compartidos y entregados en gratuidad, como en gratuidad fue la pesca. Seguramente Pedro los vendía antes para la subsistencia de su vida. Sin embargo, con Jesús aprenderá en el conocimiento de la gratuidad providente de Dios y, en esa gratuidad, alimentará la fraternidad de los hermanos.
En los tres textos de este domingo se expresa algo parecido: soy un hombre de labios impuros, dice Isaías; soy como un aborto, dice San Pablo; apártate de mí que soy un pecador, dice Simón Pedro. El llamado y elección significa recibir una dignidad para servir a la obra de Dios; sin olvidar nuestra fragilidad y nuestra dependencia de la gracia divina.
No somos merecedores de esa gracia; sin embargo, por designio divino se recibe una participación en su obra para servir siempre desde la humildad y la gratuidad, a ejemplo de Jesús, quien nos hace participes de su obra en el llamado y elección, con su espíritu derramado en cada uno de los elegidos. Estamos llamados ser fieles a la elección de quien nos eligió por encima del razonamiento y lógica humana.
El camino fecundo de la gracia, es vivirlo en humildad y entrega; ahí, en lo que nos identifica vocacionalmente, para cumplir la misión que a cada uno le corresponde.
Dios actúa a través del ungido: un Serafín voló hacia mí con una brasa del incienso me tocó los labios y me purificó, dice Isaías. Dios purifica al elegido, como lo hace con Pablo cuando Ananías le impone las manos y caen de sus ojos las escamas de la ceguera que le imposibilitaban seguir el camino verdadero; así como Jesús purifica la barca de Simón Pedro para que desde ella actúe Jesús en la obediencia de Simón Pedro: confiado en tu palabra echaré las redes.
La gracia de Dios es pronta para fecundar hoy un mundo con tantas desgracias, con pérdida de brújula y de sentido; donde nos sentimos sofocados en la superficialidad; en las injusticias; en el desamor y en los atropellos de unos con otros.
Hace falta que Jesús suba a nuestras barcas y nos dejemos purificar por él, actuando desde el espíritu de su palabra para ser en su gratuidad de bendición, gratuidad para nuestros hermanos, desde la misma bendición recibida.
No se acaban los ejercicios de oportunidad de remar y surcar nuevos horizontes pero con la ventaja de poder ir acompañados con Jesús. Él es la vid y nosotros los sarmientos.
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