"El camino de la misericordia abre el camino de la dicha plena" La Resurrección, dibujada desde las Bienaventuranzas
"El gozo inefable de esa alegría interior que se experimenta como gracia del Resucitado impulsa la vida de los bautizados para darle un rostro alegre a la comunidad de creyentes que es la iglesia"
"Es perseguido por traernos la justicia y enseñarnos a no abusar, como lo expresará el mismo Zaqueo cuando lo tiene como huésped en su casa: devolveré cuatro veces más a quien le he robado"
"La resurrección es la manifestación de vida para aquellos que se adhieren en hacer el bien al estilo de Jesús, que creen en él; que lo sienten y lo atienden en los últimos, los sufridos y necesitados"
"La resurrección de Jesús es la manifestación plena hacia donde deberán llegar los bienaventurados, que actúan como Jesús, poniendo su confianza en Dios para darles la posesión del Reino que desean y esperan alcanzar"
"La resurrección es la manifestación de vida para aquellos que se adhieren en hacer el bien al estilo de Jesús, que creen en él; que lo sienten y lo atienden en los últimos, los sufridos y necesitados"
"La resurrección de Jesús es la manifestación plena hacia donde deberán llegar los bienaventurados, que actúan como Jesús, poniendo su confianza en Dios para darles la posesión del Reino que desean y esperan alcanzar"
| Fray Alfredo Quintero Campoy OdeM
El gozo inefable de esa alegría interior que se experimenta como gracia del Resucitado impulsa la vida de los bautizados para darle un rostro alegre a la comunidad de creyentes que es la iglesia.
Jesucristo comunica esta esperanza de un gozo que está por manifestarse a aquellos que abrazan el camino de una fe que lo sigue a Él como Camino.
Jesús nace y vive en pobreza desprendida, sabiéndose que está en las manos del Padre. Se sabe amado enteramente por su Padre celestial y la fuerza de todos los milagros que realiza son en plena comunión con el Padre: nada hago por mi cuenta, sino que hago lo que el Padre me manda.
Jesús, aún en la cruz, como deben hacer los pobres de espíritu, dirá: Padre en tus manos encomiendo mi espíritu. Sabe que su vida brota del Padre y le pertenece al Padre en sus diferentes manifestaciones, tanto al nacer de la virgen María como al morir en la cruz: no saben que debo estar en las cosas de mi Padre.
Se sabe seguro entregándole el espíritu al Padre. porque el Padre lo resucitará y, así sucede; vive en una confianza total al Padre, más allá del dolor de la cruz que abraza por amor, para ofrecer la salvación, realizando la redención, al derramar su sangre y morir como cordero inmaculado.
Es perseguido por traernos la justicia y enseñarnos a no abusar, como lo expresará el mismo Zaqueo cuando lo tiene como huésped en su casa: devolveré cuatro veces más a quien le he robado. Viene a liberar en esta justicia que se realiza en acciones con toma de conciencia, que impulsa en libertad a no seguir abusando de posiciones o privilegios que sangran a los más indefensos.
El camino de la misericordia mostrado en todo momento por Jesús con los pecadores como la Magdalena, Samaritana y demás pecadores, nos hace ver que el camino de la misericordia abre el camino de la dicha plena a quien realmente la necesita y que trasciende el entendimiento humano: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen…hoy estarás conmigo en el paraíso.
La resurrección es la manifestación de vida para aquellos que se adhieren en hacer el bien al estilo de Jesús, que creen en él; que lo sienten y lo atienden en los últimos, los sufridos y necesitados. Siempre teniendo un corazón sensible al dolor y necesidad del otro que grita auxilio, con capacidad de desprendimiento para atender y resolver esa situación vital que se súplica.
Finalmente, en esa persecución contante que vive Jesús, desde Herodes que lo quiere matar cuando acaba de nacer como los escribas y fariseos que constantemente están sobre Él para eliminarlo; Jesús acabará muriendo para desbordar la vida y poner al descubierto los pensamientos de todos los hombres.
Es fuerte ver que el que trae la vida en plenitud, lo quieren matar de forma recurrente durante su vida terrena y, este Jesús, se mantiene firme en todo momento como el bienaventurado por excelencia, que entiende que ese sufrimiento constante que vive no es lo definitivo, que lo definitivo es la vida que el padre le manifestará por encima de la muerte.
No es la muerte la que vence cuando el bienaventurado se sabe en las manos de Dios Padre, como Jesús lo hace: Padre en tus manos encomiendo mi espíritu. Sabiendo que el espíritu es el que da la vida y la carne para nada aprovecha.
En esta claridad de la temporalidad carnal en todos sus ámbitos, Jesús viene a darnos la vida en su espíritu, como sucederá ya desde la encarnación en la concepción de María, revistiendo nuestra carne con su espíritu, para llevar en su espíritu, en la resurrección, al cuerpo en su glorificación; como dirá: tóquenme, vean los agujeros de mis clavos, mi costado y traigan algo de comer.
La resurrección de Jesús es la manifestación plena hacia donde deberán llegar los bienaventurados, que actúan como Jesús, poniendo su confianza en Dios para darles la posesión del Reino que desean y esperan alcanzar.
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