"Una de las grande cosas de nuestra vida es oxigenarnos" Santificar el sábado en liberación
"No estar sometidos a esquemas rígidos que sofocan la vida, es lo que Jesús nos pide en el evangelio de Marcos de este domingo noveno del tiempo ordinario"
"El sábado tiene sentido de descanso y disfrute desde una liberación que nos permite gozar el don de la vida que hemos recibido"
"No se trata de extenuar, de sofocar, de asfixiar, de agotarse, hay que descansar, liberar y dar vida para santificar y agradecer a Dios todo cuanto nos comunica para que tengamos vida"
"No se trata de extenuar, de sofocar, de asfixiar, de agotarse, hay que descansar, liberar y dar vida para santificar y agradecer a Dios todo cuanto nos comunica para que tengamos vida"
No estar sometidos a esquemas rígidos que sofocan la vida, es lo que Jesús nos pide en el evangelio de Marcos de este domingo noveno del tiempo ordinario.
El sábado tiene sentido de descanso y disfrute desde una liberación que nos permite gozar el don de la vida que hemos recibido.
No se trata de extenuar, de sofocar, de asfixiar, de agotarse, hay que descansar, liberar y dar vida para santificar y agradecer a Dios todo cuanto nos comunica para que tengamos vida.
Nunca se nos olvide que lo primero es el Don, aunque sabemos que tenemos trabajo, compromisos, obligaciones para darle sentido a la trascendencia de nuestro servicio, pero esto último, va orientado a vivir el don.
La creación, animales y árboles frutales miran a la vida y al fruto. Quienes no pueden disfrutar la vida sea por sus pecados como por sus enfermedades o imposibilidades físicas, el día cuando más necesitan ser liberados y santificados es el día del Señor, para que todos podamos estar en la fiesta de la vida ¡todos queremos estar en la fiesta de la vida!
Jesús nos habla de esta fiesta, cuando dice que hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por 99 justos; cuando pide traje de fiesta para participar en el banquete; cuando nos habla de las bienaventuranzas. No olvidemos que, en Dios, en el cielo, la alegría es colmada, plena y definitiva. Ahí con él, no existe ni dolor ni sufrimiento.
El sábado no es para seguir legalismos como muchos suelen o buscan así aplicarlo. No, el Sábado es para compartir el don de forma liberadora y festiva, como le dice Jesús al tullido: extiende tu mano; o como los discípulos que tienen hambre y están entre sembrados y arrancan los granos de las espigas porque necesitan comer y, ahí están los dones que son para dar vida en Dios, como ya lo hace David cuando entra al templo y toma de los panes sagrados que eran reservados sólo para los sacerdotes y los da a sus compañeros para que les permita tener la vida para seguir luchando. Hay que estar mejor, para hacer mejor nuestras tareas, para seguir luchando y, sobre todo, para seguir entregándonos.
Santificar el sábado para el Señor es para que podamos entregarnos mejor en lo que sigue o se nos permite.
Jesús es el Señor del Sábado porque es nuestro Dios y nos libera en las formas, entendiendo que todo lo que debemos hacer para santificar el día del Señor, es dar vida para que el don se comunique.
Dejar esclavitudes y dejar de ser extraños para sentirnos hijos, es lo que ya la primera lectura del libro del Deuteronomio nos exhorta a tomar conciencia.
Dios no nos puso en un ropaje asfixiante, sofocante con el sábado sino para que descansando hagamos aquello que nos recupera la vida y no acabarnos hasta el agotamiento, por eso una de las grande cosas de nuestra vida es oxigenarnos, tomar vida, disfrutar para que una vez restaurados sigamos sirviendo para que se manifiesta el don que compartimos o podemos compartir siempre.
El trigo se tritura para transformarse en harina, para ser pan suave y comible y podernos alimentar. Así en la segunda lectura de la carta a los Corintios de Pablo, se nos invita a considerar que somos luz en Jesucristo para disipar las tinieblas y, que las pruebas a las que nos vemos sometidos por nuestra fragilidad de barro, en Cristo superamos estas pruebas, que aunque nos sentimos en muchas ocasiones estamos derribados, como las caídas de la cruz, sin embargo no estamos vencidos porque nuestra fuerza es Cristo.
Siempre estamos llamados a un morir en Cristo para que se manifiesta la vida, no es sólo la muerte física, es morir al pecado, a la soberbia, a la autosuficiencia, al orgullo para que en humildad seamos instrumentos dóciles y confiados para hacer la obra que Dios, con su gracia, quiere realizar a través de nosotros.
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