"Renunciar a uno mismo, escuchar a Jesús y comunicar su mensaje" La cruz, camino de vida
"Renunciar a uno mismo para hacer un camino en completa libertad de tal forma que Jesús pueda disponer totalmente de nosotros para el fin principal de ser sus anunciadores"
"Sufrir el rechazo porque no todos creen, no todos se adhieren a la verdad, no todos se adhieren a hacer el bien; no todos buscan el verdadero bien del prójimo sino explotar al prójimo y abusar de Él"
"Tenemos que entender que lo que escucho de Jesús es lo que debo comunicar en obediencia fiel a su voluntad. No debo comunicar lo que se me ocurra manipulando palabras y acciones fuera del ámbito de Jesús"
"Tenemos que entender que lo que escucho de Jesús es lo que debo comunicar en obediencia fiel a su voluntad. No debo comunicar lo que se me ocurra manipulando palabras y acciones fuera del ámbito de Jesús"
| Fray Alfredo Quintero Campoy OdeM
Desde el leguaje de Jesús, lo primero que aprendemos es que la Cruz es un camino de vida. Jesús afirma soy el Camino, la Verdad y la Vida...Nadie va al Padre sino a través de mí. Luego en otro pasaje narrado por los evangelios, sobre todo sinópticos, nos dice: el que quiera seguirme tome su cruz y sígame.
De esto anterior entendemos que seguir a Jesús como vida, hacer una opción de vida muy específica en Él, significa asumir un estilo de vida que nos distinga en este caminar de aquellos que no conduce en Jesús ni hacia Jesús. Por lo tanto, tenemos que hacer opciones de vida.
Tenemos que distinguir que sí es de Jesús para tomar decisiones en la vida con lo que ello con conlleva y que no es de Jesús para rechazar. Aquí entendemos aquello que Jesús dice a sus discípulos: digan si cuando es si y digan no cuando es no.
Primero, en este seguimiento de vida con Jesús, que significa tomar la Cruz, nos marca de inicio algo que siempre nos ayudará a tomar ese camino en fidelidad a Jesús, con la garantía de que lo que hagamos será fecundo, aun cuando no alcancemos a ver muchos de esos frutos en el tiempo que nos toca sembrar; eso primero es:
RENUNCIAR A UNO MISMO: renunciar a uno mismo para hacer un camino en completa libertad de tal forma que Jesús pueda disponer totalmente de nosotros para el fin principal de ser sus anunciadores, sus discípulos, sus apóstoles. Siempre, por lo tanto, atentos a algo esencial que nos ayudará a ser auténticos discípulos y apóstoles de él:
Segundo, ESCUCHAR A JESÚS: Él escucha continuamente al Padre en su oración permanente que hace aún en medio de su vida pública. Porque Jesús actúa en obediencia a la Voluntad del Padre. Nosotros estamos llamados en este seguimiento a actuar en obediencia a la Voluntad de Jesús para que todo lo que hagamos en Él y desde Él, tengamos la absoluta confianza y plena certeza de que todo irá perfectamente bien.
Aun cuando en esa escucha de Jesús y en esa obediencia fiel a su palabra tengamos que sufrir las consecuencias de esta opción de vida por Él y por su Reino. Sufrir el rechazo porque no todos creen, no todos se adhieren a la verdad, no todos se adhieren a hacer el bien; no todos buscan el verdadero bien del prójimo sino explotar al prójimo y abusar de Él. Las opciones de vida en Jesús serán de un verdadero compromiso de hacer bien las cosas y hacer el bien a quien lo necesite.
Esto trae un sufrimiento porque en el mundo muchas de las estructuras con las que nos vamos encontrando a diario, no quieren hacer bien las cosas, porque buscan primero sus intereses egoístas sin importar por encima de quien pasen.
El tercer punto será: COMUNICAR EN FIDELIDAD EL MENSAJE DE JESÚS. Tenemos que entender que lo que escucho de Jesús es lo que debo comunicar en obediencia fiel a su voluntad. No debo comunicar lo que se me ocurra manipulando palabras y acciones fuera del ámbito de Jesús. Por eso, es importante hacer un cauce fecundo de fe, donde el discípulo comunica de forma transparente y fiel lo que es el deseo del Maestro que llama, elige y envía.
Lo dicho anteriormente lo recuerda muy bien el evangelio de Juan: el que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a un hombre que construyó su casa sobre roca, vinieron las adversidades contra aquella obra pero no se cayo porque estaba construida sobre roca, es decir, se construyó en Jesús, Piedra Angular.(véase Mt 7,24). En ostros de los pasajes nos recordará: Ustedes serán mis discípulos si hacen lo que yo les mando.
Lo anterior nos significa que todo lo que construimos en Jesús se mantiene con la fuerza y garantía misma de superar la prueba de la adversidad porque es auténtico y, lo que se hace desde y con Jesús tiene garantía de vida eterna.
Lo vemos muy claro en Jesús: él viene al mundo encarnándose en María, creciendo en el silencio en sus treinta años de Nazareth; actuando en su vida pública 3 años, el 10% de sus 30 años de vida oculta en Nazareth; haciendo tanto bien de forma itinerante constante, anunciando el evangelio de un lugar a otro, como los mismos evangelios lo narran: es necesario que vayamos a otro lugar a anunciar el evangelio, o cuando le advierten de la muerte de sus amigo Lázaro, él va a ver a su amigo Lázaro días después de muerto porque está anunciando el evangelio en otro lugar; o cuando dice: el hijo del hombre no tiene ni donde recostar la cabeza.
El desenlace de Jesús en la cruz es para muchos la conclusión de su vida y obra en este mundo, pero no es la conclusión de la obra de Jesús, sino el inicio de una etapa fecunda y de gran crecimiento, donde sus discípulos se multiplicarán en miles y millones de bautizados, porque hay un actor sumamente importante que no debemos olvidar:
EL ESPIRITU SANTO: es el continuador de la obra del Padre y de Jesús. Este Espíritu se esta derramando constantemente en el mundo. Y es lo que hoy debemos ver en esta etapa de purificación del mundo y de la iglesia.
Dios siempre hace nuevas las cosas, lo vemos en las alianzas realizadas por Dios con el hombre: Noé, Abraham, Moisés y la definitiva en Jesús. En el Hijo Amado, Jesús, Dios Padre hace una alianza definitiva que será conducida a plenitud por el Espíritu Santo. Él es la verdad plena, que hace siempre vivo y presente al Padre y a Jesús. Es decir, caminamos en esta etapa de fecundidad, envueltos en la santísima trinidad, como es el origen de nuestro nacimiento en el bautismo: nacemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
De tal forma que nuestra trascendencia de lo que construimos en Jesús permanece y trasciende, porque todo lo buscamos hacer desde un seguimiento de Jesús, escuchándolo y llevando a cabo en obediencia fiel, su voluntad; en la palabra que nos comunica y transmitimos en nuestra misión evangelizadora, para la que hemos sido enviados cada uno de nosotros, de acuerdo a los dones recibidos, y que son nuestra brújula para orientarnos en el camino de fe y consagración de bautizados.
Concluimos afirmando: de que no habrá cielo que se nos abra como felicidad definitiva que buscamos y deseamos, para estar con nuestro Padre celestial, sino asumimos la cruz que nos toca asumir desde el seguimiento de Jesús, con quien siempre iremos seguros, asistidos por el Espíritu Santo, quien hace perfecta la obra del Padre y del Hijo en nosotros.