"Los protocolos en vigor son del año 2010... ¡y eran de uso interno!" La Conferencia Episcopal y el abuso sexual del clero: ¡Nuestros obispos son diferentes!
Los obispos españoles siguen con la 'vergonzosa' actitud de 'sostenella y no enmendalla'. Se puede hundir el mundo, pero ellos no 'se apearán del burro' ¡Maldita hipocresía!
Si, ahora mismo, alguien desea conocer los Protocolos en vigor, comprobará que son del año 2010. Desde entonces, nuestros obispos ni los han renovado, ni los han adaptado a la realidad social y eclesial
Señores obispos ¿hasta cuándo habremos de esperar a que el sentido común impere en ustedes? Me temo -no sin cierta razón-, con Tirso de Molina, “qué largo me lo fiáis”. Uno siente vergüenza ajena.
Mal que les pese y aunque les moleste que se les diga, son demasiados los defraudados. Son demasiados los que por ello abandonan la propia Iglesia
Es envidiable la actitud de la Conferencia episcopal alemana. Puede resumirse en estos términos: "Asumiremos toda la responsabilidad"
En las recientes declaraciones del cardenal O’ Malley, arzobispo de Bostón y presidente de la Comisión pontificia para la protección de los menores, podemos decir que “leyó la cartilla” a los obispos españoles
Señores obispos ¿hasta cuándo habremos de esperar a que el sentido común impere en ustedes? Me temo -no sin cierta razón-, con Tirso de Molina, “qué largo me lo fiáis”. Uno siente vergüenza ajena.
Mal que les pese y aunque les moleste que se les diga, son demasiados los defraudados. Son demasiados los que por ello abandonan la propia Iglesia
Es envidiable la actitud de la Conferencia episcopal alemana. Puede resumirse en estos términos: "Asumiremos toda la responsabilidad"
En las recientes declaraciones del cardenal O’ Malley, arzobispo de Bostón y presidente de la Comisión pontificia para la protección de los menores, podemos decir que “leyó la cartilla” a los obispos españoles
Es envidiable la actitud de la Conferencia episcopal alemana. Puede resumirse en estos términos: "Asumiremos toda la responsabilidad"
En las recientes declaraciones del cardenal O’ Malley, arzobispo de Bostón y presidente de la Comisión pontificia para la protección de los menores, podemos decir que “leyó la cartilla” a los obispos españoles
La verdad es que sigue lloviendo a cántaros. Y -lo que es más grave-, llueve sobre mojado. Muchos obispos en España parece que están un tanto nerviosos. Dan la impresión de ver, por fin, peligrar sus privilegios. Lógico, pues, a veces, los confunden con derechos, que no ostentan. Eso sí, se olvidan de sus deberes, de su función (corrupción). Siguen con la ‘vergonzosa’ actitud de ‘sostenella y no enmendalla’. Se puede hundir el mundo, pero ellos no ‘se apearán del burro’ ¡Maldita hipocresía!
Nuestros obispos, al considerarse paradigma del buen hacer, no abrirán, por ejemplo, Comisión de investigación alguna sobre presuntos casos del pasado. Lógico. Saldría a la luz la verdad de lo ocurrido. Se desmontaría, presuntamente, su permanente mentira a la opinión pública. Aparecería su verdadero rostro.
Otras Iglesias (Irlanda. Australia. Estados Unidos. Austria. Alemania. Polonia, Suiza, Italia, Francia) sí lo han hecho. ¡Nuestros obispos son diferentes! Es más, los Archivos -si existen todavía- tampoco se abrirán, ni siquiera para asumir las responsabilidades oportunas ante las peticiones de los supervivientes. Sí lo han aceptado organizaciones como jesuitas, maristas o salesianos. Pero, los obispos o la Conferencia episcopal, no. ¡Hasta ahí se podría llegar! Por descontado, nuestros obispos no asumen la responsabilidad debida y no indemnizarán a las víctimas. Buenas palabras, mentiras piadosas, eso sí. Todas las quieran. Pero, indemnización por el daño causado, es otro cantar. Solamente están abiertos a contemplar caso por caso. ¿Qué pasa con las oficinas de atención a las víctimas? Ya ha expirado el plazo otorgado. ¿Se han constituido, sin embargo, en todas las diócesis?
Por otra parte, si, ahora mismo, alguien desea conocer los Protocolos en vigor, comprobará que son del año 2010. Aquellos, cuya publicación, tanto molestó a los señores obispos, pues los tenían como de uso interno. Uno debía asistir y asesorar en la defensa del sacerdote acusado o de la presunta víctima sin conocer la normativa específica aplicable. ¡Vaya vergüenza! Pues bien, con lo que ha llovido desde entonces, nuestros obispos ni los han renovado, ni los han adaptado a la realidad social y eclesial ni al criterio de la Reunión episcopal (febrero de 2019), habida en Roma, e integrada por los Presidentes de todas las Conferencias episcopales. Ni se han dignado dar explicación alguna del por qué de tanta demora. A esto se le llama trasparencia informativa. ¿A qué esperan para nombrar, en la Presidencia de la Comisión antipederastia, al sustituto del fallecido mons Menéndez? ¿Qué han hecho en materia de prevención en colaboración con las correspondientes autoridades estatales competentes? Vamos que no han hecho los deberes.
Cuando en su momento no se hizo lo debido -se optó por mirar hacia otro lado y por esconder la cabeza debajo del ala-, ahora, a medida que ha pasado el tiempo, todo se ha vuelto más difícil y complejo. Ahora parece complicado rectificar y situarse en una posición de sentido común. No lo comparto y menos aún en quienes tan exigentes se han mostrado siempre respecto a los demás. Vienen obligados a hacer honor su liderazgo espiritual. La gente ya está más que harta. Simplemente demanda respeto. La gente -creyente y no creyente- tiene su inteligencia, su capacidad de comprensión y valoración de las distintas posiciones que se mantienen y de los comportamientos que se ponen sobre la mesa. Y, por supuesto, juzga y valora. Mal que les pese y aunque les moleste que se les diga, son demasiados los defraudados. Son demasiados los que por ello abandonan la propia Iglesia. Tomen nota, señores obispos, verdaderos responsables de cuanto en este tema ha sucedido y sucede en la Iglesia en España. Abandonen el tactismo, déjense de actitudes hipócritas y opten por la verdad. Ya no engañan a nadie. Todo el mundo está al tanto y sabe lo que ocurrió. Todo el mundo sabe y conoce su actitud. ¡Vaya líderes religiosos!
Con el ánimo de reforzar la valoración que muchos expresan -creyentes y no creyentes- y con la voluntad de una renovación efectiva en el ejercicio de la misión, me permito ofrecerles dos criterios o formas, muy diferentes, de entender el problema. Les animo a que se atrevan, previo el oportuno discernimiento, a comparar y contrastar esas formas de actuar con la posición que ustedes vienen manteniendo.
El primer punto de contraste lo podemos ver en la actitud de la Conferencia episcopal alemana. Puede resumirse en estos términos: “Asumiremos toda la responsabilidad”. Esto es, sin matizaciones, ni tapujos indecentes. Está muy claro lo ocurrido en el pasado. Se trata, pura y simplemente, de ser coherentes como seguidores de Jesús (testimonio). Por ello, dicen, “seguimos luchando contra este crimen. En el futuro seguiremos centrándonos principalmente en la perspectiva y las necesidades de los afectados". Lo primordial, sin duda alguna, son las víctimas, acreedoras necesarias de atención desde distintas perspectivas.
En coherencia con la anterior posición, se entiende perfectamente este otro criterio: “Nos comprometemos a investigar todas las cuestiones de responsabilidad, a escuchar a los afectados, a descubrir la verdad, a reforzar las directrices existentes y a ampliar el área de prevención”. Es más, como otra expresión práctica del compromiso asumido, los obispos alemanes hablan de “el procesamiento independiente, que también aclara quién, además de los perpetradores, tenía la responsabilidad institucional por el abuso en la iglesia”; el “reconocimiento material” a las víctimas; la estandarización en el manejo de los archivos del personal clérigo; “y la creación de cortes criminales eclesiásticas y una jurisdicción administrativa eclesiástica”. Todo ello reforzado por un criterio claro y vinculante -los Acuerdos y directrices adoptados- para toda la Iglesia en Alemania.
El segundo polo de contraste son las recientes declaraciones del cardenal O’ Malley, arzobispo de Bostón y presidente de la Comisión pontificia para la protección de los menores, realizadas hace unos días en Madrid. Sucesor del más que polémico cardenal Law tras el gran escándalo -con película incluida- del Spotlight y uno de los hombres más activos en la lucha por erradicar semejante lacra. Efectivamente, con RD, podemos decir que “leyó la cartilla” a los obispos españoles. Su más que experimentada posición (el cómo actuó en su Iglesia) se puede resumir en los siguientes aspectos:
1). “El peligro más grande es el de no disponer de protocolos claros. Cuando se improvisa, aun con la mejor voluntad, se cometen graves e irreparables errores”. 2). “Es crucial disponer de protocolos claros y públicos, investigar y compensar a las víctimas”. 3). “La Iglesia defraudó a todos. Muchos católicos se avergonzaron de seguir perteneciendo a la Iglesia”. 4). “Debemos actuar rápidamente, porque retrasar el proceso solo causa más dolor. Reconocimos que la Iglesia había cometido errores graves y debía compensar a las víctimas”. 5). "La primera prioridad son las víctimas y sus familiares, atender sus rostros, historias y lágrimas”. 6). Reivindicó la obligatoriedad de “los principios de transparenciay colaboración con las autoridades, reconciliación y sanación de las víctimas, educación en prevención, investigación de denuncias de abusos. Es crucial disponer de protocolos claros y públicos”.
Está muy claro, señores obispos en España. La distinta forma de responder al problema no admite comparación posible. ¿Hasta cuándo habremos de esperar a que el sentido común impere en ustedes? Me temo -no sin cierta razón-, con Tirso de Molina, “qué largo me lo fiáis”. Uno siente vergüenza ajena. ¿Por qué no dan un paso al frente y adoptan una posición coherente con sus responsabilidades pastorales? ¿Para cuándo lo dejan? Ya no sirve, por ser cómplice, el simple silencio. En realidad, nunca fue suficiente ni ejemplar. Hay que ir por delante marcando el camino en positivo.
Aunque parece no importarles demasiado, no puedo por menos de preguntarles: ¿Cómo pretenden que se les crea en ésta y en otras cuestiones, si han arrojado por la borda su autoridad y credibilidad? No lo duden. No es cosa de ‘traidores’ ni de enemigos declarados de la Iglesia, No se hagan los mártires. Para la gente, creyente o no, es cosa de respeto, de cumplimiento de deber de que habla el c. 212.2 y de entender y vivir lo que nos dice San Pablo (2 Cor 5, 14): “La caridad de Cristo nos urge”. Es cosa de respetar a la inteligencia de los demás.
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