Pandemia social "Tratar al votante de imbécil"
El virus, que nos aterroriza, no entiende de ideologías. Nadie, gobernante o no, está autorizado a sacar rédito político de la situación que padecemos
Por mucho que el actual Gobierno (socialcomunista y separatista) y sus corifeos mediáticos se empeñen en negarlo, la realidad muestra rasgos profundamente enquistados de una grave patología, que nos aqueja a los españoles, al menos desde el tristemente célebre Zapatero.
Cuando ya creíamos, en efecto, que habíamos superado los dramas de un pasado vergonzoso, advertimos que se han inoculado en la sociedad gérmenes infecciosos, que, lejos de neutralizar, nos empeñamos en propiciar su expansión. Esta auténtica pandemia social acabará con nosotros, envueltos en la intolerancia y en el odio a quien piensa de otro modo. ¡Qué pena! Parece como si sólo supiéramos ejercitarnos en ‘infernar’ el entorno en que convivimos.
Es más, este “envenenamiento social” (S. Pániker) se realiza, de modo presunto, mediante el ataque a la verdad. Cuando uno sigue ciertos medios de comunicación, gratos al Gobierno de extrema izquierda, le resulta obvio que existen, presuntamente, espacios públicos y privados, contaminados por la tendencia a absolutizar las bondades inexistentes en la gestión de Pedro Sánchez, quien les financia con dinero público; por defender lo indefendible; por empeñarse en establecer un relato con medias verdades, que son la peor de las mentiras; por falsificar y tergiversar la realidad de cuanto ha ocurrido y ocurre en torno a la pésima gestión del ‘coronavirus’; por ocultar ciertas informaciones, tanto de la OMS como del Centro europeo para el control y prevención de enfermedades relativas al distanciamiento social y, especialmente, a la suspensión de eventos masivos; por mantener y justificar a toda costa las celebraciones feministas del 8-M; por tapar la increíble peripecia del Gobierno a la hora de adquirir material sanitario y su entrega a las distintas autonomías; por la irresponsable imprevisión respecto a la que se avecinaba; etc., etcétera.
¡Qué espectáculo! ¡Qué vergüenza! ¡Qué desgobierno! ¡Qué cosas se dicen y se ven! Por si no fuera suficiente con el riesgo sanitario, nos entretenemos -no hay más que asomarse a ciertas tertulias y programas televisivos- en segregar, todos los días, rencores e insultos, odio, griterío malsano. Esta es la triste realidad de la situación social actual. Se prescinde de principios, que siempre han servido de norte en la acción social, como es el de que “la verdad os hará libres”. Vivimos en permanente abrazo con la indecente mentira. Diría que es el hábitat diario.
¿Qué se espera construir así? ¿Acaso la ruina de cuánto hemos hecho hasta ahora? Es posible, por desgracia.
Todo lo referido, estimado lector, sabes que es cierto, que me quedo muy corto, en el relato de hechos y en su valoración. Nada debiera importar la ideología que profeses. El virus, que nos aterroriza, no entiende de ideologías. Nadie, gobernante o no, está autorizado a sacar rédito político de la situación que padecemos. Y, sin embargo, parece ser el gran objetivo de la izquierda: salvar al soldado Sánchez. Todos sabemos que existe un límite claro: la verdad.
No puedes caer en la trampa. No puedes dar por buena la presunta desinformación y manipulación existentes. No puedes tragarte tantos ‘sapos’ por la sola razón de que son los tuyos quienes los protagonizan. ¿No te indignas ante el trato que recibes? ¿No te das cuentade que, no obstante lo que tú mismo contemplas a diario, el Gobierno espera tu complicidad y tu apoyo? ¿Te callarías si se tratase del adversario político? Vamos, no lo dudes, te otorgan el trato de “votante imbécil” pues saben que, aunque te manipulen, tú les seguirás apoyando.
Se trata de saber respetarse a uno mismo. De lo contrario, nadie te respetará. Se te pide tener un mínimo de dignidad. ¿Cómo puedes sentirte cómodo contigo mismo/a al dar a entender con tu falta de reacción que eres un ciudadano incompetente e irresponsable? No puedes, cuando se te trata, presuntamente, como “votante imbécil”, dar por buena la impresión de que lo eres o te comportas como si lo fueras. A eso se le llama populismo y demagogia. Tú mismo.
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