Sentimiento determinante para que el proceso sinodal fluya Amistad: Presupuesto fundante de una Iglesia sinodal. Sin ella la cosa no anda
La amistad es un sentimiento que nos aproxima al otro, que me hace mirarle con ojos distintos, que genera empatía, una actitud que no se puede pasar por alto en una sociedad, también en una Iglesia, dividida
Los amigos, como una presencia que nos sana, que nos echa una mano en la dificultad, que nos ayuda a entender lo que en un primer momento nos cuesta, que nos da la posibilidad de tejer redes comunes
La sinodalidad tiene que ser instrumento posibilitador de encuentros con aquellos con quienes la escucha, el diálogo y el discernimiento en común llevan a descubrir riquezas interiores que nuestros simples sentimientos humanos no nos habían dejado percibir
La sinodalidad tiene que ser instrumento posibilitador de encuentros con aquellos con quienes la escucha, el diálogo y el discernimiento en común llevan a descubrir riquezas interiores que nuestros simples sentimientos humanos no nos habían dejado percibir
| Luis Miguel Modino, enviado especial al Vaticano
En una Iglesia formada por hombres y mujeres somos llamados a reflexionar sobre los sentimientos humanos para poder entenderla. Uno de los sentimientos más fuertes en nuestra vida, que todos hemos experimentado en diferentes momentos y con personas distintas, es el de la amistad, que podemos considerar presupuesto fundante en una Iglesia sinodal.
Amistad para fluir el discernimiento
A las puertas de la primera sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo sobre la Sinodalidad, tener esos sentimientos de amistad puede resultar determinante para que el proceso de discernimiento fluya. La amistad es un sentimiento que nos aproxima al otro, que me hace mirarle con ojos distintos, que genera empatía, una actitud que no se puede pasar por alto en una sociedad, también en una Iglesia, dividida.
Los miembros del Sínodo están siendo desafiados a rezar sobre eso, para que esa amistad pueda generar sentimientos de unidad, una condición necesaria para caminar juntos, para ser una Iglesia sinodal. Sentimientos que tienen que estar por encima de pensamientos y posiciones diferentes, para ser amigos no es imprescindible pensar todo del mismo modo. Pero sí es verdad que, con los buenos amigos, uno consigue más fácilmente llegar a puntos comunes que nos permiten continuar avanzando juntos, sintiendo su presencia como algo que nos enriquece.
Presencia que nos sana
En la Iglesia esa amistad se traduce en comunión, uno de los elementos presentes en este Sínodo, una comunión que nos remite a Dios, pero también nos refiere a los otros, a los amigos, como una presencia que nos sana, que nos echa una mano en la dificultad, que nos ayuda a entender lo que en un primer momento nos cuesta, que nos da la posibilidad de tejer redes comunes.
A final de cuentas, quien forma parte de la Asamblea Sinodal lo hace en representación de la Iglesia que le ha confiado esa misión. Sea una conferencia episcopal, sea una de las siete regiones en las que se dividió el Sínodo para realizar la etapa continental, sea por delegación del Papa Francisco que convocó a aquellos cuya presencia consideró necesaria, inclusive gente que piensa de modo distinto, pero no considera enemigos.
Un Sínodo que debe ser camino para hacer realidad lo que muchos consideran “amistades imposibles”. La sinodalidad tiene que ser instrumento posibilitador de encuentros con aquellos con quienes la escucha, el diálogo y el discernimiento en común llevan a descubrir riquezas interiores que nuestros simples sentimientos humanos no nos habían dejado percibir. El gran desafío es entrar en la dinámica del nosotros y para eso es necesario concretar esa amistad que alimenta nuestra vida, que nos ayuda a superar juntos nuestras dudas y dar pasos adelante juntos, entre nosotros y con el Dios que en Jesús se hace el mejor amigo.
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