Misionero laico en el Vicariato de Yurimaguas, Perú, desde hace 12 años Jaime Palacio: “el Sínodo puede ser una apuesta valiente para la Iglesia redefinirse, encontrar un nuevo rostro”

"El Sínodo es una oportunidad y un impulso muy grande, y realmente se están moviendo muchas cosas, pero creo que tendremos que ser capaces de prolongarlo en el tiempo, que el Sínodo sea la oportunidad para que estos temas de ecología integral, defensa de la vida, de la tierra, de las culturas, sigan calando poco a poco"
"Un clamor importante es la demanda de participación, de presencia, especialmente de mujeres, de laicos, de animadores cristianos que buscan ser considerados y empoderarse en sus funciones, porque al final son ellos quienes se quedan a la cabeza de la Iglesia en cada pequeña localidad"
"Me parece muy valioso el aporte de la Amazonía para la sociedad europea, por ejemplo en el sentido de valorar la espiritualidad, la profundidad que los pueblos originarios aportan en la manera de relacionarse con el entorno, la capacidad de relativizar el beneficio económico frente a otras muchas cosas que suceden en la vida"
"Me parece muy valioso el aporte de la Amazonía para la sociedad europea, por ejemplo en el sentido de valorar la espiritualidad, la profundidad que los pueblos originarios aportan en la manera de relacionarse con el entorno, la capacidad de relativizar el beneficio económico frente a otras muchas cosas que suceden en la vida"
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe

Este año su trabajo está más relacionado con el Sínodo para la Amazonía, coordinando la campaña Amazonízate, con la que desde el Vicariato acompañan el proceso sinodal, en un empeño de que “el proceso sea conocido, que llegue hasta la base”, pues como él reconoce “el Sínodo es una oportunidad y un impulso muy grande”, que “suscita sobre todo muchísima esperanza y muchísima ilusión”.
En esta entrevista, Jaime Palacio relata la vida de los pueblos del Vicariato de Yurimaguas, sus clamores, pero también sus sueños y esperanzas, y el papel que la Iglesia desempeña en día a día. Al mismo tiempo aborda cuestiones relacionadas con el Sínodo para la Amazonía, cuyo aporte “puede ser importantísimo como una apuesta valiente para ser capaz como Iglesia de redefinirse, de encontrar un nuevo rostro en función de las circunstancias”.

¿Cómo se está viviendo por parte de los pueblos que viven es la región de Yurimaguas, sobre todo los pueblos indígenas, todo lo relacionado con el Sínodo para la Amazonía?
El gran empeño que tenemos es que el proceso sea conocido, que llegue hasta la base del Vicariato, y este es un proceso complicado. En el caso nuestro estamos tratando de que a través de los animadores cristianos de las comunidades, todo el proceso que se está dando con el Sínodo pueda ser conocido por toda la gente. Yo tengo dudas de que estemos pudiendo llegar a la zona rural, a las comunidades más alejadas, pero de la misma manera que sucede con cualquiera de las tareas que tenemos como vicariato. Es el esfuerzo que estamos intentando hacer, pero tengo la sensación de que es un proceso concentrado en poco tiempo y los frutos irán llegado con tiempo.
El Sínodo es una oportunidad y un impulso muy grande, y realmente se están moviendo muchas cosas, pero creo que tendremos que ser capaces de prolongarlo en el tiempo, que el Sínodo sea la oportunidad para que estos temas de ecología integral, defensa de la vida, de la tierra, de las culturas, sigan calando poco a poco. Porque como tema, el Sínodo es algo que mucha gente no sabe lo que es, se está quedando a nivel de misioneros, y eso que en el Vicariato de Yurimaguas estamos haciendo un esfuerzo muy grande. En otros vicariatos de Perú, que es lo que conozco, me consta que va muchísimo más lento todo.
Lo poco o mucho que van conociendo los catequistas, animadores de las comunidades, líderes indígenas, ¿cuál es la reacción ante el propio Sínodo y ante los contenidos y desafíos del Sínodo?
El Sínodo suscita sobre todo muchísima esperanza y muchísima ilusión. Cada vez que tenemos un encuentro de animadores y les hablamos de este mensaje, la gente sintoniza en seguida, provoca un montón de ganas de colaborar con las cosas que se vayan haciendo, de sacar los problemas y dificultades que están teniendo en sus comunidades. La sensación es que se está acercando y se está sintonizando mucho con el sentir de las comunidades y con el día a día que la Amazonía y sus pueblos están viviendo.

El Papa Francisco insiste mucho en la necesidad de escuchar, especialmente por parte de los misioneros y de los obispos, que van a ser representantes de los pueblos a los que acompañan durante la asamblea sinodal. Desde tu punto de vista, ¿cuáles son los clamores que el obispo de Yurimaguas debería llevar para la asamblea sinodal?
Fundamentalmente el que no quieren estar solos, piden ser acompañados, ayuda, porque las amenazas que se ciernen sobre ellos son de gran magnitud. Las tierras de las que se están apropiando, la llegada de empresas petroleras, la llegada de mineras, con el apoyo de grandes grupos económicos y, normalmente, con la ayuda y el aval del estado. Ese es un clamor muy importante, una gran necesidad. Otro clamor importante es la demanda de participación, de presencia, especialmente de mujeres, de laicos, de animadores cristianos que buscan ser considerados y empoderarse en sus funciones, porque al final son ellos quienes se quedan a la cabeza de la Iglesia en cada pequeña localidad.
También ayuda en las desgracias y el deterioro social que está trayendo toda la extracción de minerales y de madera. Todo el tema de trata, de dificultades con la juventud, ahí también sale otro clamor grande, qué hacer con los jóvenes. Ellos están viendo cómo los jóvenes se pierden en los cantos de sirena que ofrece la sociedad moderna y desarrollada, y los jóvenes están perdiendo sus raíces, están perdiendo su cultura, y es una situación muy grave y muy preocupante para los moradores de las comunidades.

En el Instrumentum Laboris del Sínodo para la Amazonía se dice que uno de los desafíos ante las distancias geográficas y pastorales que hay en la Amazonía es el paso de una pastoral de visita a una pastoral de presencia, que recoge un poco estas últimas palabras tuyas. ¿Cuáles son los pasos que la Iglesia debería dar para hacer realidad esta propuesta que aparece en el Instrumento de Trabajo?
Este es un camino muy lago que se viene recorriendo en la Iglesia amazónica, al menos en Perú, desde los años setenta, todo el movimiento fruto del Vaticano II. Todo el movimiento de animadores cristianos ha sido un movimiento muy fuerte, que no se debe perder. Nos encontramos ahora con animadores de mediana o avanzada edad que necesitan un refuerzo. Un paso fundamental es seguir reforzando el papel de estos animadores, ahora mismo se están reforzando procesos de formación, eso es fundamental, para que ellos que sientan líderes y capaces de cargar la Iglesia a su espalda, como realmente lo están haciendo, porque son ellos los que están moviendo todo.
Otro paso fundamental es promover todos los procesos organizativos, que es de donde nacen estos líderes que lideran a las comunidades, a los pueblos y a la Iglesia, de alguna manera. Otro paso importantísimo es el que se les tenga en consideración en primera persona, lo que el Papa llama desclericalizar la Iglesia, que sepan que ellos son los líderes y que no va a venir un padrecito, un hermanito, una hermanita, a sacarles las castañas del fuego, porque tienen que ser ellos. Entonces, la organización, la formación y el empoderarles, como se dice ahora, como auténticos líderes, no como delegados de nadie. Ahí el papel de la mujer es fundamental, involucrarla en todos esos procesos a la mujer, que de hecho se está dando. Nosotros tenemos en nuestra zona muchas animadoras, y eso es muy importante, por lo que es esencial que eso se considere y se valore, que son las mujeres quienes están sacando las cosas adelante.

A la luz del Sínodo para la Amazonía está surgiendo una campaña que lleva por nombre Amazonízate. ¿Cómo se está llevando a cabo ese trabajo en el Vicariato de Yurimaguas para amazonizar a todos los que allí viven y, a partir de ahí, amazonizar al mundo, a la sociedad global?
En el Vicariato de Yurimaguas hemos organizado la campaña en tres ejes, un eje de formación y sensibilización, un eje de comunicación y visibilización de todas las realidades de amenaza que están dando en nuestra Amazonía más cercana y, a la vez, de luces y esperanzas que desde nuestra Amazonía nacen para responder al modelo de desarrollo imperante actualmente. En tercer lugar hay un eje de incidencia social y política, y de movilización de la ciudadanía para tomar partido en este sentido. En estos tres ejes estamos trabajando con el objetivo general de movernos hacia esa conversión ecológica integral que habla el Papa en Laudato Si, desde los estilos personales de vida, los estilos colectivos y luego como sociedad civil.
Tanto al interno del Vicariato, que yo creo que es la clave del trabajo que se está haciendo, es lograr aunar en un esfuerzo común a todas las instituciones del Vicariato, con una fuerte conexión nacional e internacional que sobre todo se da gracias a la Red Eclesial Pan Amazónica, pero que también se está dando con otras instituciones y movimientos como la Oficina Nacional de Educación Católica o el Movimiento Católico Mundial por el Clima, o las agencias de comunicación internacionales o latinoamericanas, católicas principalmente. Eso es un poco el modo como se está trabajando la campaña, como lo estamos estructurando.

Uno de los grandes desafíos es dar a conocer, visibilizar la realidad de los pueblos amazónicos, que muchas veces es ofrecida a partir de estereotipos que ofrecen una visión folclórica de los pueblos amazónicos. ¿Cómo la Iglesia y el Sínodo podrían, o deberían ayudar, para que esa visibilidad se torne algo más real y acorde con la realidad en que viven?
Este aporte de la Iglesia es fundamental, la Iglesia tiene un aporte grandísimo porque tiene una presencia real junto a los pueblos y puede ayudar a dar esa visión de cómo los pueblos originarios y los ribereños, en primer lugar tenemos que visibilizar la imagen de diversidad y de mestizaje que se da, incluso al interno de los propios pueblos originarios, que esto es algo que normalmente no se tiene en cuenta. Los mismos pueblos, la realidad del hombre y la mujer amazónicos es una realidad muy mezclada, incluso entre los pueblos originarios. Es muy importante que esta realidad sea así, porque si no nuestro mensaje, al menos aquí en la selva, es un mensaje que no es creíble dentro de la misma selva, da la sensación que venimos con una imagen de los pueblos originarios estereotipada y que viene a venderse acá en la Amazonía, y eso no es así.
La Iglesia tiene la capacidad de dar esa imagen real, diversa, mezclada, como víctima de lo se está sufriendo, ser capaz de ser voz y de contrastar las acusaciones y criminalización que se da muchas veces de los propios moradores de las comunidades y poner blanco sobre negro lo que realmente está ocurriendo. Es decir, cuando se acusa de que son los mismos moradores de las comunidades los que están dañando los oleoductos, ser capaces de mostrar cómo se llega a una situación así. Como Iglesia tenemos la autoridad para poner esa palabra de verdad ahí. Incluso de cara a la misma Iglesia también necesitamos ser muy coherentes y muy serios a nivel interno, no dejarnos llevar por mensajes fáciles y estereotipados como decíamos, sino ser muy coherentes con la presencia histórica que la Iglesia tiene y ha tenido.

Aunque llevas doce años aquí en América, en Perú, en Yurimaguas, seguramente sigues teniendo contacto con España y con gente de allí. ¿Cómo ayudar a la sociedad europea a entender la importancia del Sínodo para la Amazonía y de todo lo que está siendo discutido en torno del Sínodo?
A mí me parece muy valioso el aporte de la Amazonía para la sociedad europea, por ejemplo en el sentido de valorar la espiritualidad, la profundidad que los pueblos originarios aportan en la manera de relacionarse con el entorno, la capacidad de relativizar el beneficio económico frente a otras muchas cosas que suceden en la vida. De alguna manera es lo que la Teología de la Liberación en tiempos defendía sobre el aporte que los pobres nos hacen a quienes venimos de sociedades más enriquecidas y como el pobre nos ayuda a valorar lo esencial de la vida. Estoy convencido de que no es más que una renovación de ese mensaje que en su día, hace cincuenta años, esa opción preferencial por el pobre que se verbalizó en Medellín y en Puebla por los obispos latinoamericanos, pues hoy estamos teniendo la renovación de todo eso en versión Laudato Si, incorporando todos los elementos del cuidado de la Casa Común, pero que en el fondo sigue ese mismo mensaje, ha revelado estas cosas a los humildes y sencillos, ese mensaje de Jesús lo tenemos en la Amazonía. Ese creo que es el mensaje del Sínodo y es respuesta para la crisis socio ambiental que el mundo vive.

¿Cuáles crees que pueden ser las aportaciones del Sínodo para la Amazonía en esa busca de nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral?
Para la Iglesia, realmente el aporte del Sínodo puede ser importantísimo como una apuesta valiente para ser capaz como Iglesia de redefinirse, de encontrar un nuevo rostro en función de las circunstancias, que sí es cierto que en la Amazonía son muy especiales, y de esa manera pues ese papel de la mujer, del laico, de acompañar al pueblo nos puede ayudar a entender que es más necesario y más imprescindible llegar a esas nuevas formas de ser Iglesia, pero que en realidad todos sabemos que son necesarias para la Iglesia universal.
En el tema de la ecología integral, aquí todo es extremo, son extremos los daños, el violentado que se hace de los derechos humanos al expulsar a los pueblos de sus tierras, cuando la cultura es invadida por culturas extranjeras. Pero también en muy clara la respuesta, la capacidad de organización de los pueblos y de encontrar luces. Creo que es un aporte grandísimo que el Sínodo puede hacer, pues todos estamos mirando a nivel universal.
