Un análisis del Sínodo desde tres tensiones sustanciales: dimensión, temporalidad y reforma en marcha Mauricio López: el Sínodo es “verdadera ocasión para el cambio necesario y anhelado en la Iglesia y su manera de estar en el mundo”
Estamos ante “un Sínodo que va mucho más allá de la territorialidad sobre la cual se ha determinado”
Aquí emerge la novedad “del territorio como nuevo lugar teológico, y de un nuevo sujeto eclesial en la dimensión de su territorialidad”
“¿Qué implicaciones tendrá este Sínodo, y su bidimensionalidad, para el futuro de la misión de la Iglesia en el territorio y para el cuerpo universal como todo?”
Evitar dos extremos, por un lado el “conservadurismo que se niega a cambiar nada”, y por otro “los esencialismos que quieren cambios autoindulgentes de sus propias miradas y que prescinden de la identidad eclesial”
“¿Qué implicaciones tendrá este Sínodo, y su bidimensionalidad, para el futuro de la misión de la Iglesia en el territorio y para el cuerpo universal como todo?”
Evitar dos extremos, por un lado el “conservadurismo que se niega a cambiar nada”, y por otro “los esencialismos que quieren cambios autoindulgentes de sus propias miradas y que prescinden de la identidad eclesial”
| Luis Miguel Modino
Todo Sínodo tiene una perspectiva universal, una dimensión que está presente en el Sínodo para la Amazonía, que de 6 a 27 de octubre tendrá su asamblea sinodal en el Vaticano. En ese sentido, Mauricio López, Secretario Ejecutivo de la Red Eclesial Pan Amazónica, reconocía esta última semana en Roma que es “un Sínodo que va mucho más allá de la territorialidad sobre la cual se ha determinado”.
Sin perder el foco principal, pues “ello podría diluir su posibilidad de producir los cambios y perspectivas necesarias para responder a esta realidad en particular que tanto necesita de una conversión en el modo de presencia eclesial”, Mauricio López insiste en la importancia de que “no pierda su relevancia, su pertinencia, y sobre todo su capacidad de ser verdadero anuncio de buena noticia en medio de circunstancias tan complejas de fragilidad y ausencia por parte de la Iglesia”.
El secretario ejecutivo de la REPAM ve el Sínodo como un momento de “tensión entre polos o extremos complementarios”, lo que supone “una verdadera ocasión para el cambio necesario y anhelado en la Iglesia y su manera de estar en el mundo”, algo que suscita miedos en algunos colectivos, tanto dentro como fuera de la Iglesia, motivados muchas veces por una lectura que no parte de una dimensión de fe y que quiere ser respuesta a intereses mundanos, disfrazados de lo que el Papa Francisco llama mundanidad espiritual.
En su intervención, Mauricio López se refería a tres tensiones sustanciales: dimensión, temporalidad y reforma en marcha. No podemos olvidar, según López que el “Sínodo se focaliza en una dimensión territorial específica, con problemáticas y rasgos muy particulares que piden de la Iglesia un tipo de presencia y respuesta acorde con dicha realidad”. Aquí emerge la novedad “del territorio como nuevo lugar teológico, y de un nuevo sujeto eclesial en la dimensión de su territorialidad”, lo que remite al concepto de tierra prometida y del Dios encarnado en Jesús, “territorializado, en una cultura y contexto particulares”, abordando Panamazonía como bioma de particular importancia para el planeta.
Junto con eso, en sus palabras, Mauricio López insiste en la dimensión Universal de la Iglesia, en “los itinerarios de reforma eclesial” inspirados en el Vaticano II y concretados en el Papa Francisco. Por eso, es importante descubrir que las reflexiones del Sínodo “se enfocan a la Iglesia universal y también al futuro de todo el planeta”, ya que existen otras regiones donde se presentan las mismas problemáticas, como la cuenca del Congo, el corredor biológico Mesoamericano, los bosques tropicales de Asia Pacífico o el acuífero Guaraní. De ahí la pregunta que él secretario ejecutivo de REPAM se hacía, “¿qué implicaciones tendrá este Sínodo, y su bidimensionalidad, para el futuro de la misión de la Iglesia en el territorio y para el cuerpo universal como todo?”.
Al hablar de la temporalidad, López destaca “el intento del Pontificado de Francisco de interpretar los signos de los tiempos y llamar a un modo de ser Iglesia profundamente en comunión con y al servicio del Reino en esta realidad”, hablando de un kairós, que demanda de la Iglesia una “salida misionera”, que concrete en “un discipulado misionero” que reconoce y asume “la diversidad encarnándose en lo concreto de ella, y afirmándola como expresión de Dios”. En el otro lado sitúa “una Ecología Integral como modo de ser y proceder como Iglesia”, que llama “a una Conversión Ecológica”, que surgió en la Laudato Si.
En el marco “de una crisis planetaria de una escala nunca antes imaginada o anticipable”, que pone en riesgo “el propio futuro del ser humano y del planeta”, Mauricio López insiste en “cambiar nuestro modo de relación con nuestra hermana madre tierra”, en nuestra relación “de unos con otros”, que nos remite a la “cultura del descarte”, que hace estar “al planeta en terapia intensiva y al borde de su límite”. Esto debe llevarnos, según el secretario ejecutivo de la REPAM a “repensar nuestra espiritualidad para buscar una que sea más sobria, sustentada en lo esencial, y que nos permita tener una verdadera comunión con la hermana madre tierra, con las hermanas y hermanos de este mundo, en especial los más excluidos y los que protegen nuestra casa común, y con el Dios de la vida que quiere un futuro posible para los que aún están por venir”.
En relación con la reforma en curso dentro de la Iglesia, Mauricio López reconoce una tensión “entre un polo que procura la continuidad de lo que consideramos el modo desde la Centralidad, con un esquema más tradicional, asociado a una Iglesia con un modelo de gobierno centralizador”, que tiene como posible peligro una pérdida de “la capacidad de un discernimiento más cercano a la realidad dinámica” que dificulta el “dejarse tocar por la novedad permanente de la revelación del Dios de Jesús en medio de la territorialidad; y, por ello, se resiste a cambiar en algunos aspectos”.
Esta “perspectiva de preservación nos ha hecho perder de vista la enorme riqueza del proceso dinámico del Dios revelado en medio de la diversidad”, reconoce Mauricio López, para quien “hay un llamado a ser una presencia encarnada, inculturada e intercultural, pidiendo que seamos esa Iglesia capaz de reorganizarse, abandonando ciertas seguridades estructurales, para salir el encuentro de aquellos que están heridos y que han sido lanzados a un lado del camino”. Esta nueva actitud, provoca sin duda reacciones contrarias dentro de la Iglesia, pues no son todos los que están dispuestos a renunciar a ciertas seguridades.
Hablar de una Iglesia sinodal, según el secretario ejecutivo de la REPAM, es hacerlo de “una Iglesia capaz de revisarse internamente para cambiar de ritmo, para cambiar su modo de caminar, y que reconozca a los sujetos diversos que la interpelan hoy para poder caminar mucho más en sintonía con los mujeres y hombres de hoy, que son los sujetos de la redención”. Eso afecta al modo de gobernar, “más participativo, colegial, de mayor comunión”, en opinión de Mauricio López, que recuerda a “los misioneros que se han encarnado en serio, para enseñarnos otros modos, otros ritmos, y una visión profunda de lo sacramental y ministerial, que hacen sentido en este tiempo, lugar y con estas personas”.
Mauricio López retoma la idea del “aggiornamiento” del Vaticano II, insistiendo en la necesidad de escuchar al Pueblo, una idea muy presente en la Constitución Apostólica del Papa Francisco Episcopalis Communio, que demanda una Iglesia “al servicio más cercano de lo que el momento presente pide y pasar de la preservación, hacia verdaderas conversiones pastoral, socio-ecológica, y hacia la Sinodalidad, que sean radicales, es decir, sostenidas desde la raíz”. El secretario ejecutivo de la REPAM llama a evitar dos extremos, por un lado el “conservadurismo que se niega a cambiar nada”, y por otro “los esencialismos que quieren cambios autoindulgentes de sus propias miradas y que prescinden de la identidad eclesial”.
Por eso, López hace un pedido, saber “sembrar semillas de conversión en medio de un momento “Kairos”, siendo capaces de responder proféticamente, incluso desde la fuerza de la Iglesia martirial en la Amazonía, ante la grave crisis socio-ambiental, pues la situación no da más”. Todo esto es algo que se debe concretar en la fase post-sinodal a partir de las tres dimensiones sobre las que ha pretendido reflexionar. Lo importante es descubrir que “las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general [...] necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado”, y que “el proceso sinodal tiene su punto de partida y también su punto de llegada en el Pueblo de Dios”.
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