En este Viernes Santo ayudemos a entender a quien padece que no está sólo Viernes Santo: el inocente muere injustamente
A las víctimas que cada día engrosan las listas de los nuevos crucificados, casi siempre lejanos, ajenos a nuestra vida y realidad cotidianas, este año se han unido rostros que nos resultan cercanos
Crucificado, sin poder sentir la cercanía de los suyos, su experiencia nos conduce a la de tantos que hoy continúan siendo crucificados, pero también a aquellos que al pie de la Cruz se preguntan los por qués ante algo que no tiene respuesta
Tenemos por Padre a un Dios que acompaña a sus hijos, que nunca nos abandona y que siempre ofrece su mano para ayudarnos a salir del hoyo
Tenemos por Padre a un Dios que acompaña a sus hijos, que nunca nos abandona y que siempre ofrece su mano para ayudarnos a salir del hoyo
A las víctimas que cada día engrosan las listas de los nuevos crucificados, casi siempre lejanos, ajenos a nuestra vida y realidad cotidianas, este año se han unido rostros que nos resultan cercanos. En algunos países, casi todo mundo conoce, con mayor o menor proximidad, a alguien que ha muerto en consecuencia del Covid-19. Son amigos, familiares, es alguien que de alguna manera forma parte de nuestro universo más próximo. Esa realidad, que, al menos en el norte planetario, es algo que a muchos les resulta desconocido, a muchos les lleva a preguntarse, cómo es posible que fulano haya muerto de esta manera, fruto de una situación que se nos escapa.
La historia a veces tiene esas cosas, de ella forman parte personajes, que representados por diferentes actores, en momentos y lugares diversos, asumen papeles siempre presentes en esa gran comedia que perennemente ha acompañado a la humanidad. Es Caifás quien condena injustamente a alguien para mantener un sistema social, económico, político o religioso, que privilegia a unos pocos en detrimento del pueblo, al que dice servir y preocuparle, pero del que se aprovecha cobardemente. Son aquellos que con discursos altisonantes encantan los oídos de sus amigos, inclusive de masas obnubiladas.
Es Pilatos quien se lava las manos, quien se desentiende y no actúa, aunque sepa perfectamente que su negligencia está contribuyendo para que la injusticia prevalezca. Es Judas quien ha entregado al amigo, quien piensa que el otro puede ser usado cuando nos interesa y vendido cuando eso nos reporta un lucro mayor. Son muchos los personajes que aparecen en los relatos de la Pasión con los que podríamos confrontarnos, en un ejercicio de contemplación que nos lleve a descubrir y reflexionar sobre nuestras actitudes ante situaciones presentes en la historia y en nuestra vida.
Pero por encima del personaje concreto, todos ellos tienen que remitirnos a Jesús y a su forma de mirar hacia él. Crucificado, sin poder sentir la cercanía de los suyos, su experiencia nos conduce a la de tantos que hoy continúan siendo crucificados, pero también a aquellos que al pie de la Cruz se preguntan los por qués ante algo que no tiene respuesta, porque hay cosas que, en el transcurrir de la historia, suceden. Ellas nos enseñan a tener nuevas miradas de la realidad y a entender, poco a poco, aunque no sea algo fácilmente asumible, que los inocentes también mueren.
En este Viernes Santo somos llamados a suplicar a Dios ante el sufrimiento del inocente, a ayudar a entender a quien padece que no está sólo. Este sentimiento de soledad es una tentación que siempre amenaza el pensamiento de aquel que vive momentos de angustia, que incluso salió de la boca de quien desde la Cruz clama porque piensa que Dios le ha abandonado. Pero nunca podemos olvidar que tenemos por Padre a un Dios que acompaña a sus hijos, que nunca nos abandona y que siempre ofrece su mano para ayudarnos a salir del hoyo, especialmente cuando parece que nos hundimos y ya no hay vuelta atrás.
La fe es lo que siempre nos va a permitir descubrir, inclusive en situaciones donde parece que solo el dolor está presente, que Dios acompaña la vida del que sufre. Pero también que somos actores decisivos para que la realidad cambie y para que las estructuras de muerte, que se hacen presentes por acción u omisión, desaparezcan. El compromiso individual y colectivo es un elemento fundamental para que la vida triunfe, para que el Reino de Dios avance, y para que entendamos que la Cruz es camino de Salvación.