"Netanyahu es hoy como Jeroboán II, que 'hizo lo que el Señor reprueba, repitiendo los pecados de su pueblo'” Carta a los rabinos italianos enfadados con el Papa (y no es para defender a Francisco)
Estas líneas no pretenden defender a Francisco, sino defender al judaísmo, al que creo que ustedes han hecho daño
Netanyahu hizo un gran daño injusto a los palestinos negándose a aplicar los acuerdos de Oslo (de 1993) y el Memorándum Wye River (firmado ante el presidente Clinton en 1998) y fomentando esa política tácitamente violenta de ocupaciones sistemáticas. Pero creo que eso de ninguna manera justifica el atentado criminal de Hamas
Con el mismo criterio sostengo también que el brutal atentado de Hamas de ninguna manera puede justificar la reacción desproporcionada y terrorista de Israel
Netanyahu es hoy como Jeroboán II, que “hizo lo que el Señor reprueba, repitiendo los pecados de su pueblo”
Con el mismo criterio sostengo también que el brutal atentado de Hamas de ninguna manera puede justificar la reacción desproporcionada y terrorista de Israel
Netanyahu es hoy como Jeroboán II, que “hizo lo que el Señor reprueba, repitiendo los pecados de su pueblo”
Leo un reportaje que habla del “enfado de los rabinos italianos contra Francisco al que acusan de ‘equidistancia gélida’ tras acusar a Israel de terrorismo”. No creo que eso haga inútiles décadas de diálogo, como sugieren ustedes. Pero sí que lo vuelven más complicado: porque en mi país hay católicos que también rechazan las palabras de Francisco, aunque por razones políticas y no religiosas. Y hay judíos por todas partes que están sufriendo mucho con la conducta de Netanyahu, y constituyen ese “resto de Israel” que según la Biblia, siempre acabó salvando a su pueblo.
Estas letras, por tanto, no pretenden defender a Francisco, sino defender al judaísmo, al que creo han hecho ustedes mucho daño con esa declaración, y al que creo amar casi tanto como ustedes.
Veamos un paralelismo: yo creo que Netanyahu hizo un gran daño injusto a los palestinos negándose a aplicar los acuerdos de Oslo (de 1993) y el Memorándum Wye River (firmado ante el presidente Clinton en 1998) y fomentando esa política tácitamente violenta de ocupaciones sistemáticas. Pero creo que eso de ninguna manera justifica el atentado criminal de Hamas. Con el mismo criterio sostengo también que el brutal atentado de Hamas de ninguna manera puede justificar la reacción desproporcionada y terrorista de Israel. Todos han de ser medidos con la misma medida. Y delito de crímenes de guerra existe desde hace años en el derecho internacional.
La mejor parábola de todo el género humano
Creo profundamente que el judaísmo es la mejor parábola de todo el género humano: porque en él están el mayor pecado y la mayor infidelidad a Yahvé (“Este pueblo me honra con sus labios pero su corazón está lejos de mí”: Isaías 29, 13) y, a la vez, el mayor amor y fidelidad a Yahvé en hombres admirables como Jeremías (“me sedujiste Señor y me dejé seducir”: Jer 20,7) y en todos esos profetas que son una gloria típica y exclusiva de la historia del judaísmo.
Sostengo por eso, con Pablo de Tarso que “ni pensar que Dios haya desechado a su pueblo: de ellos son las promesas y Dios no se arrepiente de sus dones”. Pero también que, a pesar de eso, Dios nos desborda siempre: “sus caminos son irrastreables y no podemos pretender darle consejos”.
El problema, por eso, no está en ser de aquí o de allá, (ser judío o cristiano, musulmán o ateo, israelita o palestino) sino, según el lenguaje bíblico, en ser “según el corazón de Dios” (1 Sam 13,14) o contrario a ese corazón. Dicho esto mismo con figuras bíblicas: el dilema está en ser como David (a pesar de sus debilidades) o ser como Jeroboán II o como Herodes (que también tenía “derecho a defenderse”, naturalmente; pero no como lo hizo).
Por eso creo que Netanyahu es hoy como Jeroboán II que “hizo lo que el Señor reprueba, repitiendo los pecados de su pueblo”. Y engrandeció a Israel solo por un tiempo, para terminar con la caída y destrucción de Israel cuando cambiaron las relaciones internacionales (que entonces eran cosa de Siria, Asiria, Persia o Egipto… y hoy son cosa de EEUU, Rusia o China). Y cuando el rey de Asiria conquistó a Israel y deportó a los israelitas, el historiador lo comenta así: “Ya había advertido el Señor a Israel: volveos de vuestro mal camino…, pero no hicieron caso” (cf. 2 Reyes 17,13).
Cada niño palestino que muere, sin haber tenido nada que ver con el ataque de Hamás (y ya son varios miles) es como una lágrima que cae de los ojos de Dios a través del llanto de sus madres. Por eso quiero pedir a mi Iglesia que incluya a todos esos niños en esa fiesta de “los santos inocentes” que celebramos los cristianos: porque estos inocentes de hoy (como los otros niños judíos víctimas de Hamás) son más significativos, y menos discutibles históricamente, que los del tiempo de Herodes.
Pero dicho lo anterior, no quiero terminar sin pedir perdón a ustedes, una vez más y muy sinceramente, por el pecado antijudío de mi Iglesia durante siglos (mal calificado de antisemitismo como si solo los judíos fueran semitas). Los historiadores pueden discutir aquello de “quién empezó”. Pero los cristianos creemos que, más allá de esos datos, ha sido contraria a la voluntad de Dios esa mentalidad que, durante siglos, manchó a la Iglesia: porque si teníamos una queja contra los judíos, no podíamos responder como respondimos. Perdón pues, una vez más, y muy sinceramente.
A ver pues si, entre unos y otros, conseguimos hacer un mundo según el corazón de Dios. Y eso es posible porque hay algo que nos une a todos, mucho más de lo que pueda separarnos el ser de este o aquel lugar, o el profesar una u otra cosmovisión. Y es el que todos somos unos perdonados.
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