"Homo mentiens"
1.- “Navidad es tiempo de compartir” nos decía el anuncio. Piensa uno que habrá que compartir cariño e ilusión; pero no: se trataba de compartir “productos lácteos”. Un plan de pensiones “perfecto” resulta ser ¡el de Bankia! (menuda cara). “Tú piensa en tu bienestar que nosotros pensamos en el bienestar de todos” (cuando sólo piensan en el suyo propio). Y “a tú vecino se le va a caer la baba porque tienes un Mitsubishi”… El balance suele ser: los grandes valores humanos son negados en la publicidad o, peor aún, son pervertidos en favor de la codicia que es el mayor contravalor.
2.- Tras cualquier huelga o manifestación hay diferencias astronómicas entre las cifras declaradas por los organizadores y por los afectados (los políticos generalmente). Esas diferencias no obedecen a comprensibles errores de cálculo sino a intereses conscientes que barren a favor propio: ¡qué casualidad que nunca son los organizadores los que dan cifras más bajas y los interpelados quienes las dan más altas!… “No pienso subir el IVA ni bajar las pensiones porque eso dañaría al consumo”, decía Rajoy a poco de ser elegido, fiel a esa política de su partido de que una mentira repetida acaba por convertirse en verdad. Y este diario comentaba al pasado 30 de noviembre (p. 12) que Alemania esconde sus desastres sociales, para poder imponer a Europa unas políticas desastrosas y porque, si no, hay peligro para “la cohesión social”: el viejo “Heil Hitler” convertido ahora en un “Heil Lüge!” (viva la mentira).
Altos dignatarios europeos pretenden halagarnos con que “España está haciendo los deberes y realizando sacrificios ejemplares”. ¡Mentira!. España no ha cumplido ningún deber ni hecho sacrificios: sólo ha maltratado injusta y cruelmente a algunas personas que tenían poca culpa de la crisis, mientras dejaba impunes a todos los grandes banqueros, españoles y extranjeros, que nos metieron en el infierno de la crisis.
Y la guerra de Irak (según denuncia Le Monde Diplomatique, tras los últimos papeles desclasificados) no obedeció a un mero error de estimación (que hoy nos sobran medios para evitar esos errores), sino a una mentira cruel cuyos autores y cómplices todavía no han rendido cuentas. El símbolo de cómo funciona la política son las fotos de campañas electorales, siempre maquilladas y retocadas cuidadosamente, que luego nos harán decir: “éste no es mi Mas que me lo han cambiao”.
3.- Si la publicidad pervierte valores, y la política censura o desfigura, la mentira de los medios de comunicación suele estar en las medias verdades y en la selección de temas: aplicar tijeras tanto a un programa de Informe Semanal como a una “necesaria reducción de personal”, cuya imperiosidad brota de razones no económicas sino ideológicas. Pregúntenlo si no a Iñaki Gabilondo, o a Juan Ramón Lucas y los que buscaron una radio verdaderamente pública. Y recuerden el sabio consejo nacido en la patria de la prensa: “no permitas que la verdad te estropee un buen titular”. Porque los medios no se deben a la verdad sino a su público, y han de decir lo que sus oyentes o lectores (y sus anunciantes) quieren oír, no lo que necesitan saber. Su santo patrón no debería ser san Francisco de Sales sino aquel Pilato que preguntó “¿qué es la verdad?”, y se marchó sin esperar respuesta.
La simple elección de temas constituye una fábrica descomunal de medias verdades, y puede ampararse en mil razones aparentes que esconden la verdadera. Sin olvidar que ya una primera filtración les viene dada a los medios por las agencias de información, todas en manos de grandes intereses privados. Y recordando también que, como dice el refrán, suele ser más dañina una media verdad que una mentira completa.
Estos tres universos de mentira tienen una raíz común en la economía. El mejor ejemplo son los Bancos con sus promesas y sus locas inversiones golosas. Todo muy comprensible: porque como dijo Upton Sinclair (premio Pulitzer): “¡qué difícil es conseguir que un hombre comprenda algo, cuando su salario depende de que no lo comprenda!”…
El interés crematístico deforma publicidad, política y medios de comunicación. El resultado es que la mentira poluciona todo el aire que respiramos y enfanga toda el agua que bebemos. Alguien dijo hace siglos que “la verdad os hará libres”; hoy preferimos pensar que el engaño nos hace felices. Pues, como dijeran Sartre y Dostoievski, si el precio de la libertad es la verdad, resulta un precio demasiado alto para una época como ésta.
Vengan pues publicistas, políticos y medios de comunicación y sigan mintiéndonos sin rebozo. Lo necesitamos. Y además así abrimos camino a una nueva etapa de la evolución. Bienvenido sea el homo mentiens.