¿A quién votar? Construir la democracia González Faus: "Temo que las dos únicas opciones sean el mal menor o el voto en blanco"
"El rechazo de Sánchez a tener un debate en la televisión pública es muy poco democrático"
"Podemos hace unas propuestas sociales muy dignas de aplauso en teoría; pero no demuestra su viabilidad práctica en medio de un sistema tan injusto y asesino como el nuestro"
"Basta con oír hablar a los presuntos representantes de ese "centro", incapaces todos de pasar del adjetivo descalificativo al argumento razonado"
"Basta con oír hablar a los presuntos representantes de ese "centro", incapaces todos de pasar del adjetivo descalificativo al argumento razonado"
1.- Panorama desde el puente.
Cuando las elecciones de 1982, las diócesis vascas publicaron un documento cuyo título era el subtítulo de este apunte mío. En él había unas primeras reflexiones teóricas: "la democracia no es un remedio milagroso que resuelve los problemas que se producen en la vida social. Pero sí es el procedimiento más humano para afrontarlos...". Y también: "las elecciones legislativas no son más que un episodio de esa serie interminable que es la construcción de la democracia. Episodio, sin duda necesario, pero insuficiente". Y seguía con una advertencia a los partidos: "Parece oportuno invitar en estos momentos a la clase política a que considere seriamente si su comportamiento global está favoreciendo o dificultando la consolidación de la democracia".
¡"Construir la democracia"! En 1971 escribía Miguel Delibes que muchos jóvenes estaban "desencantados de la charlatanería y de la ganga que arrastra inevitablemente toda política". Así, para vergüenza nuestra, hemos acabado dando la razón a Franco en aquello de que "no estamos preparados para la democracia". Pero la impreparación no significa que hayamos de volver a la dictadura, como parece querer Vox, sino que es urgente prepararnos. Para eso hacía una invitación a los políticos el documento de la iglesia vasca.
2.- Un poco de teología política.
Algunos ejemplos de esa invitación: "la aplicación a un partido de calificativos tales como marxista, capitalista, fascista, sucursalista, separatista, entre otros, puede ser un intento de dirimir con un golpe bajo dialéctico la contienda electoral". Y este otro: "la invocación al humanismo cristiano es ambigua mientras no se precise concretamente su contenido. ¿De qué versión de ese humanismo se trata? Porque hay más de una. ¿Se trata de defender el modelo de familia burguesa cerrada, la escuela elitista, la empresa del capitalismo, la iniciativa privada de una minoría dueña del poder económico? Si así fuera, el uso del término nos parece impropio". Hoy cabría preguntar también si se trata de aparecer en las procesiones de la semana santa andaluza cantando el himno de la legión... En cualquier caso, esa invitación a la clase política no es solo oportuna sino que se ha vuelto indispensable: porque algunos políticos son tan jóvenes que aún no habrian aprendido a leer cuando se escribieron esas normas.
Tras ese preámbulo más teórico, el documento de las diócesis vascas bajaba a la práctica y daba dos criterios para emitir el voto: a) "conocimiento de los programas electorales". Y como esto no es fácil: "consideramos necesaria su divulgación detallada, sin omitir los debates públicos en los medios de comunicación". Y b) "elección de un criterio ético fundamental". Y ese criterio lo formulaban así: "Apoyar a quienes ofrecen mayores garantías de defender en primer lugar, en términos realistas (no demagógicos), y con medios democráticos, a los débiles y marginados, sean personas, clases sociales o pueblos". Eso sí que sería humanismo cristiano. Y el texto que comentamos lo subrayaba con una cita de Juan Pablo II en la "Laborem exercens" (n. 8): "la Iglesia está vivamente comprometida en esta causa porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo para poder ser verdaderamente la Iglesia de los pobres".
En ese criterio no puede haber diferencias entre quienes se llaman cristianos. Puede haberlas al apreciar "cuál es el partido o coalición que responde mejor a eas características". Porque unos pueden ser demagógicos y no realistas. Otros pueden argumentar con ese sofisma de que bajando los impuestos a los ricos se crean más puestos de trabajo, con lo cual hay más gente que tributa y no disminuye la recaudación fiscal. ¡Cómo si no supiéramos por miles de experiencias, que lo más que se crea son puestos de precariedad, con salarios tan exiguos que quedan exentos de la tributación! Por eso añade nuestro documento que, además del examen de los programas "nos parece muy útil el conocimiento de las fuerzas sociales que apoyan cada opción y de las personas (candidatos) que avalan ese programa".
Esta es su enseñanza fundamental. A manera de apéndice quiero recoger que nuestro documento rechaza claramente la abstención, pero considera seriamente la posibilidad del voto en blanco. Porque: "para actuar éticamente hace falta una convicción de que aquí y ahora, esa oferta electoral, analizada críticamente, es la solución mejor o menos mala para abordar los problemas reales de la sociedad. ... El que no llegara esa convicción, no debiera votar guiado por pura simpatía afectiva a ciertos candidatos o por adhesión personal a un determinado partido".
3.- Ahora a reflexionar.
En mi modesta opinión, las llamadas campañas electorales deberían suprimirse porque no son más que campañas de mentira donde no se presentan programas sino eslóganes huecos, insultos más o menos agudos y fotos hábilmente retocadas. Y donde quien tiene más dinero para malgastar es quien saca más provecho. ¡Como si votar fuera comprarse un coche! Y precisamente en ese caso no te limitarías a escuchar la publicidad engañosa de Volkswagen o BMV, sino que procurarás conocer bien el coche antes de comprarlo.
Precisando un poco más, una primera mentira se percibe en que partidos que en realidad son de extrema derecha se autocalifican como "centroderecha", cuando el único centro que hay en ellos es el del egocentrismo. Si algo sigue necesitando España es una verdadera "derecha civilizada". Y como prueba basta con oír hablar a los presuntos representantes de ese "centro", incapaces todos de pasar del adjetivo descalificativo al argumento razonado. Luego habrá que añadir que el rechazo de Sánchez a tener un debate en la televisión pública es muy poco democrático y, aunque parece que por fin va a cambiar, revela un miedo a perder que actúa en contra suya. Podemos hace unas propuestas sociales muy dignas de aplauso en teoría; pero no demuestra su viabilidad práctica en medio de un sistema tan injusto y asesino como el nuestro, y en una Europa cuya "catedral" humanista y social ardió hace años y ha sido reconstruida como catedral neoliberal y antisocial. Con lo cual puede parecer que esas bellas promesas se hacen solo para halagar la propia vanidad. Y esa vanidad es de las cosas que menos suele tolerar el pueblo cuando la sospecha...
En fin, que la cosa está bien oscura. Temo que las dos únicas opciones sean el mal menor o el voto en blanco. Y no sé si, así como antaño en tiempos de sequía se hacian plegarias "ad petendam pluviam" (para pedir la lluvia), hoy, en medio de esta sequía democrática no podría la Iglesia proponer otra oración "ad petendum votum bonum" (para votar bien)... Si algún lector piensa que hubiese sido mejor escribir ahora sobre la semana santa, aclaro que he elegido estas fechas porque el meollo de esta semana y de lo cristiano, radica en que se puede volver a crucificar a Cristo mientras, a lo mejor, se le acompaña en una procesión (cf. Mt 25, 31ss).
Todo porque, como ya dijera Pío XII, la política debería ser un acto sublime de caridad. Y también para que el "¿qué será, será?" de hoy, no sea respondido como en la canción: "whatever will be, will be"...
Etiquetas