El obispo de Leiría-Fátima cree que la pandemia "requiere repensar el sistema financiero y económico para lograr más justicia" Cardenal Antonio Marto: "En caso de emergencia, no tengo objeción alguna a la confesión por videoconferencia, pero la encuentro innecesaria"
"El objetivo de la oración de consagración al Corazón de Jesús y de María, su madre y la nuestra, fue confiar a la misericordia divina, en este momento dramático, nuestras penas y los gritos de dolor del mundo"
"(Decir que el coronavirus es un castigo de Dios) no es cristiano. Sólo lo dice quien no tiene en su mente o en su corazón la verdadera imagen de Dios Amor y Misericordia revelada en Cristo, por ignorancia, fanatismo sectario o locura"
"La pandemia deja el desnudo la fragilidad y vulnerabilidad de la condición humana, nos hizo conscientes de que somos una sola humanidad vulnerable y que estamos llamados a ser más solidarios"
"Requiere repensar el sistema financiero y económico para lograr más justicia y eliminar la flagrante desigualdad entre la minoría rica del mundo y la mayoría de los pobres y descartados, más cuidado del hogar común a través de una ecología integral, más fraternidad y solidaridad entre los individuos y los pueblos, una ciudadanía más responsable"
"La pandemia deja el desnudo la fragilidad y vulnerabilidad de la condición humana, nos hizo conscientes de que somos una sola humanidad vulnerable y que estamos llamados a ser más solidarios"
"Requiere repensar el sistema financiero y económico para lograr más justicia y eliminar la flagrante desigualdad entre la minoría rica del mundo y la mayoría de los pobres y descartados, más cuidado del hogar común a través de una ecología integral, más fraternidad y solidaridad entre los individuos y los pueblos, una ciudadanía más responsable"
Hace poco, para hacer frente al coronavirus, el cardenal Antonio dos Santos Marto (Tronco, 1947) consagró, en Fátima, a España y Portugal a los Sagradios Corazones de Jesús y de María, para confiar a su misericordia "los gritos de dolor del mundo". Porque los que hablan de la pandemia como un castigo de Dios le parece que lo hacen "por ignorancia, fanatismo sectario o locura". El obispo de Fátima asegura que la pandemia deja al desnudo "nuestra fragilidad y vulnerabilidad" y nos invita "a repensar el sistema económico", asi como la evangelización y la administración de los sacramentos. "En caso de emergencia, no tengo objeción alguna a la confesión por videoconferencia, pero la encuentro innecesaria", concluye en esta entrevista exclusiva para RD, a la que sigue a diario.
¿Cómo está viviendo el paso de la pandemia por su vida y la de su país?
Vivo confinado en la casa episcopa,l donde también viven el vicario general y dos religiosos. En este aspecto no me siento solo, pero no salgo de casa. La actividad pastoral de visitas y reuniones en las parroquias ha sido cancelada. Dedico más tiempo a la oración, especialmente a la intercesión por los que sufren, a la lectura, a la preparación de asuntos pastorales para el futuro, al despacho diario de asuntos diocesanos, al contacto telefónico con los colaboradores más cercanos y con los sacerdotes mayores para interesarme por su salud. También dirigí algunos mensajes, por escrito y por video, al pueblo de Dios, para vivir este tiempo de prueba con fe y para celebrar la Pascua en familia como una Iglesia doméstica. Los domingos celebro la Eucaristía en la capilla de la casa del obispo que se transmite por el canal de youtube de la diócesis. Pero confieso que extraño mucho la relación directa con la gente. A través de Internet y la televisión sigo la vida del mundo y de la Iglesia.
¿Es lógico, a pesar de mi fe, sentir miedo ante este invisible y mortal enemigo?
El miedo es algo muy humano ante un peligro inminente y amenazador, especialmente cuando nos enfrentamos tan duramente al temor de una muerte inesperada, la propia, la de nuestros seres queridos y la de tantos otros. La fe nos da la confianza de no ser superados o paralizados por el miedo, de hacer frente al peligro con esperanza, con apoyo mutuo, como Jesús en su pasión.
¿De Fátima puede llegarnos el consuelo de la esperanza, como se escenificó en la oración del 25 de marzo, que unió a España y Portugal?
El significado de la oración de consagración en Fátima está bien expresado en esa frase del Papa Francisco: "A la pandemia del virus queremos responder con la universalidad de la oración, la compasión y la ternura". El objetivo de la oración de consagración al Corazón de Jesús y de María, su madre y la nuestra, fue confiar a la misericordia divina, en este momento dramático, nuestras penas y los gritos de dolor del mundo, como Jesús en el sufrimiento de la Pasión: "Padre mío, si es posible pase de mí este cáliz...". La oración nos trae el consuelo de la confianza en Dios que no nos deja solos, expresa la comunión de la solidaridad en este sufrimiento y la conciencia de asumir nuestra propia responsabilidad. Por la maternal intercesión de María pedimos a Dios que con la inspiración y el poder del Espíritu Santo pueda realizar en nosotros y a través de nosotros lo que sólo él sabe y puede hacer por el bien de la humanidad en este difícil momento.
¿Cómo es posible que algunos clérigos (incluyendo algunos altos cardenales) continúen creyendo que el coronavirus es un "castigo de Dios"?
Afortunadamente no hemos escuchado esta expresión aquí entre nosotros, en Portugal, al menos públicamente. Esto no es cristiano. Sólo lo dice quien no tiene en su mente o en su corazón la verdadera imagen de Dios Amor y Misericordia revelada en Cristo, por ignorancia, fanatismo sectario o locura.
Jesus também se dá na comunhão espiritual
— Diocese Leiria-Fátima (@Leiria_Fatima) April 6, 2020
Neste tempo de confinamento em casa, missas canceladas, igrejas fechadas e participação nas celebrações litúrgicas somente pela rádio, t... #ComentárioDaSemana#Opiniãohttps://t.co/lzszX12O0Opic.twitter.com/kQxJ9vYcan
¿Esta pandemia eleva nuestro nivel de conciencia?
Esta pandemia muestra cómo un virus invisible, silencioso e impredecible sacudió al mundo entero, todas las certezas y la seguridad de un mundo que se creía cada vez más autosuficiente, que puso toda su confianza en el poder de la ciencia, la tecnología y la economía.
La pandemiadeja el desnudo la fragilidad y vulnerabilidad de la condición humana, nos hizo conscientes de que somos una sola humanidad vulnerable y que estamos llamados a ser más solidarios, porque en esta crisis nadie se salva solo, como recordó el Papa Francisco. Puso a prueba nuestra conciencia en el nivel personal de significado y estilo de vida y en el nivel social de una sociedad más justa, más solidaria y más atenta a la ecología integral.
¿No nos está haciendo descubrir la crisis que, quizás, tengamos que replantearnos la administración de los sacramentos? ¿No cabria la confesión por videoconferencia?
Estamos viviendo nuestra fe como el pueblo en la travesía del desierto, en circunstancias excepcionales y sin precedentes. Hemos tenido que encontrar nuevas formas y medios para vivir y alimentarla, hasta que volvamos a una situación de normalidad. En casos de emergencia, no tengo ninguna objeción a la confesión por videoconferencia. El Espíritu Santo también actuará por estos medios. Pero, a decir verdad, lo encuentro innecesario. El Papa ya ha mencionado que el Catecismo de la Iglesia Católica prevé situaciones en las que es posible "confesarse" directamente a Dios con arrepentimiento y petición de perdón y con el propósito de celebrar la confesión sacramental cuando se pueda. No debemos prescindir fácilmente de la relación personalizada en los sacramentos.
¿Cómo asumir la muerte en una cultura que la había ocultado?
Ha sido muy doloroso para las familias ver morir a sus seres queridos sin la posibilidad de despedirse y sin tener un funeral religioso digno. Eso deja traumas que durarán. Pero la muerte ya no es el tabú que la cultura moderna ha tratado de ocultar. Esta exposición pública de la muerte nos llevará a mirar hacia adelante, a integrarla en la condición humana de finitud, dándole un sentido, humanizando las condiciones en las que sucede.
¿No se han separado demasiado de la gente los sacerdotes, dejándola sola, sobre todo en hospitales y tanatorios?
Los sacerdotes deben respetar el confinamiento como ciudadanos responsables, para no infectar a otros o ser infectados. Sin embargo, esta situación ha dado lugar en muchos sacerdotes a un nuevo deseo de evangelización, de preocupación y de cercanía pastoral a través de las redes sociales y la comunicación digital. Esto ha provocado una gran creatividad, buscando ofrecer una rica variedad de mensajes, oraciones y meditaciones familiares, la lectura orante de la Palabra de Dios, el descubrimiento de la familia como la Iglesia doméstica. Es una forma de ejercer el ministerio pastoral y de estar cerca de la gente en este viaje a través del desierto.
¿Saldremos mejores, más cívicos y solidarios o la leccion se nos olvidará pronto?
Creo que las secuelas de la pandemia serán muy difíciles y dolorosas debido a las duras consecuencias sociales y económicas. Requiere repensar el sistema financiero y económico para lograr más justicia y eliminar la flagrante desigualdad entre la minoría rica del mundo y la mayoría de los pobres y descartados, más cuidado del hogar común a través de una ecología integral, más fraternidad y solidaridad entre los individuos y los pueblos, una ciudadanía más responsable. Espero que se cree y crezca una cultura de encuentro y diálogo frente a la cultura de la indiferencia y el descarte. Pero me temo que la memoria humana será corta y los poderosos del mundo y la cultura del consumismo exagerado querrán volver a la época anterior a la pandemia.
¿Seguirá la Iglesia Católica ofreciendo sentido a la vida de la gente después del coronavirus?
Creo que se abre una nueva oportunidad para que la Iglesia lleve a cabo la reforma de la Iglesia en su conversión pastoral como propuso el Papa Francisco: la Iglesia como hospital de campaña, misericordiosa, samaritana; la Iglesia en salida, misionera; la Iglesia del diálogo, del encuentro entre todos, de la fraternidad universal y de la paz. Será una Iglesia que seguirá dando sentido a la vida, algo tan necesario para este tiempo de desorientación, de falta de referencias consistentes y creíbles a diversos niveles.