El arzobispo de Mandalay, ante la escalada de violencia
Monseñor Marco Tin Win: "Recemos por Myanmar, desgarrado por el Covid-19, el hambre, la guerra civil y la tortura"
El arzobispo de Mandalay, invitó a todos los católicos a unirse a él en esta oración y a no perder la esperanza. También a no perder la esperanza y a tener una profunda fe en Dios en medio del miedo, la ansiedad y la desesperación que atenazan al país
Hasta el pasado 3 de enero, unas 192.300 personas estaban desplazadas. Más de 1.550 casas y otras propiedades civiles, fueron destruidas o incendiadas. Hay más de 1.000 muertos y más de 10.000 detenidos
Por su parte, Debora Comini, directora regional de Unicef para Asia Oriental y el Pacífico, también condenó el asesinato, la semana pasada, de al menos cuatro niños y las heridas de muchos otros
"Estamos especialmente indignados por los ataques a los niños que se han producido durante esta escalada de los combates en todo el país"
| Anna Poce
(Vatican News).- Monseñor Marco Tin Win, arzobispo de Mandalay, invitó a todos los católicos – clérigos, religiosos y laicos – según informa la agencia de noticias UCA News, a unirse a él en la oración por Myanmar, desgarrado por el "Covid-19, el hambre, la guerra civil y la tortura". En los últimos días, el prelado convocó a los fieles, todos los sábados por la tarde, a una hora de adoración y los exhortó a celebrar la Eucaristía, el primer domingo de cada mes, con la intención de la paz. El arzobispo Tin Win invitó asimismo a no perder la esperanza y a tener una profunda fe en Dios en medio del miedo, la ansiedad y la desesperación que atenazan al país.
Escalada de violencia
En los últimos meses se han producido intensos combates entre la junta militar y las fuerzas rebeldes en los estados de Kayah, Chin y Karen, predominantemente cristianos, donde los civiles se han visto obligados a abandonar sus hogares y a huir, en busca de refugio, también en las instituciones eclesiásticas. Las libertades políticas, económicas y sociales que habían comenzado a florecer en el año 2011, tras más de medio siglo de gobierno militar, se vieron interrumpidas bruscamente por el golpe militar del pasado mes de febrero, que dio lugar a disturbios y a una profunda crisis social.
Miles de muertos y desplazados
Hasta el pasado 3 de enero, se señaló que unas 192.300 personas estaban desplazadas en la región del sureste, que comprende Kayah, Karen, Mon y Tanintharyi, y unas 4.700 habían cruzado a la vecina Tailandia, según un informe de la ONU del día 11 de este mes. Además, más de 1.550 casas y otras propiedades civiles, incluidas iglesias y escuelas, fueron destruidas o incendiadas y 157.500 personas fueron desplazadas a Sagaing, Magway y Chin, según el mencionado informe. Los combates contra civiles y manifestantes prodemocráticos se saldaron con más de 1.000 muertos y más de 10.000 detenidos.
"¿Cuándo terminarán las décadas de guerra civil en Myanmar?"
Es cuanto se preguntaba el cardenal Charles Bo, arzobispo de Yangon, en su llamamiento lanzado del pasado 26 de diciembre.
“¿Cuándo podremos disfrutar de verdadera paz, justicia y libertad? ¿Cuándo dejaremos de matarnos unos a otros?”
Condena de Unicef
Por su parte, Debora Comini, directora regional de Unicef para Asia Oriental y el Pacífico, también condenó el asesinato, la semana pasada, de al menos cuatro niños y las heridas de muchos otros como resultado de la violencia en el país, en un comunicado de prensa emitido por la organización humanitaria el día 12.
Unicef reiteró que estaba "profundamente preocupada por la escalada del conflicto" en el país y condenó el uso de ataques aéreos y armas pesadas en zonas civiles. También pidió "una acción urgente para garantizar la investigación independiente de estos incidentes para que los responsables puedan rendir cuentas".
Máxima prioridad: proteger a los niños
"Estamos especialmente indignados por los ataques a los niños que se han producido durante esta escalada de los combates en todo el país", dijo Comini, y añadió que:
"Las partes en conflicto deben tratar la protección de los niños como una prioridad absoluta y tomar todas las medidas necesarias para garantizar que los niños se mantienen alejados de los combates y que las comunidades no son utilizadas como objetivos".
Así lo exigen “el derecho internacional humanitario y la Convención sobre los Derechos del Niño, de la que Myanmar es signatario", concluyó.