(Vatican News).- Casi cinco meses después del golpe de Estado del 1 de febrero que destituyó a Aung San Suu Kyi, el régimen militar levanta la mira atacando iglesias y otros lugares de culto y deteniendo también a sacerdotes, con el pretexto de una supuesta complicidad con la guerrilla que ha vuelto a tomar las armas.
Una escalada ante la cual se pronunció este domingo el Papa Francisco, sumándose en el Ángelus al llamamiento de los obispos de Myanmar para que se permita la ayuda humanitaria a los desplazados y para que las iglesias, pagodas, monasterios, mezquitas, templos, así como las escuelas y los hospitales sean respetados "como lugares neutrales de refugio".
El "Vía Crucis" de la población
En su homilía dominical, el cardenal Bo volvió a hablar del sufrimiento experimentado por el pueblo birmano y, en particular, por los habitantes de Loikaw y Mindat, escenario de recientes y sangrientos ataques del ejército, como un "Vía Crucis". "Sentimos el dolor de estas personas inocentes, sus lágrimas, su sensación de abandono", dijo.
Recordando el Evangelio del domingo sobre la tormenta aplacada, el Arzobispo de Yangon señaló cómo la tentación en este momento de sufrimiento es perder la fe y ceder a la desesperación. "Pero cuando perdemos la esperanza perdemos nuestra humanidad", advirtió. "Como en la alegría, también nuestro sufrimiento nos llama a afirmar nuestra humanidad interconectada". La respuesta al dolor y a la destrucción, es el compartir la fe en Dios y la reafirmación de la vida, "incluso para aquellos que nos la quitan".
Un nuevo Myanmar es posible
Citando las palabras de San Pablo a los Corintios, el cardenal Bo destacó a continuación cómo en Cristo "todo sufrimiento anuncia un nuevo nacimiento" y cómo los signos de este renacimiento pueden verse también en Myanmar, "en medio del derramamiento de sangre y de las lágrimas". Un ejemplo de ello es "la mayor comprensión mutua" de los birmanos y, en particular, del sufrimiento de las minorías étnicas del país, como los kachin, karen, kayah y chin.
"Hoy el dolor nos ha unido en una sola humanidad, ha tardado setenta años, pero ha sucedido", demostrando que "un nuevo Myanmar de paz y justicia no es imposible", dijo el presidente de los obispos birmanos, pero "sólo sabremos escuchar a Jesús", "si tenemos fe" en la construcción de esta paz y reconciliación.
Cambiar los corazones para curar a la nación
En este sentido, el cardenal Bo reiteró que la solución a la violencia no puede ser más violencia: "Durante setenta años las armas han resonado matando. Las armas nunca resolverán los problemas de este país. Sólo el cambio de los corazones puede curar a esta nación que lleva mucho tiempo sufriendo", subrayó.
Recordando el mandamiento de Jesús a los discípulos de amar a nuestros enemigos y rezar por los que nos persiguen, el cardenal Bo invitó entonces a los fieles a "un período de intensa oración" por las víctimas, los desaparecidos, los encarcelados, los desplazados y los que lo han perdido todo, pero también por los que matan, incluidos los militares:
"Sí, recemos por cada soldado que empuña una pistola", dijo el cardenal. "Recemos por los militares y sus mandos. Realmente necesitan oraciones. Sus corazones tienen que derretirse y comprender que la violencia no es contra una nación enemiga, sino contra su propio pueblo. Si el ejército dice ser el protector de la nación, entonces proteja todas las vidas, incluso las de quienes tienen opiniones diferentes".