ALTAMIRA, el film y la poesía y3. LA BELLEZA
En imagen, el matrimonio de Marcelino Sautuola y su esposa Conchita (Concepción Escalante), interpretada por la entrañable actriz iraní Golshifteh Farahani. En el otro extremo, el párroco de Santillana del Mar (Rupert Everett), duro monseñor martillo de herejes, caricatura inquisitorial. A raíz del descubrimiento de la prodigiosa Sala de los Polícromos, la crítica científica fue feroz, especialmente por parte de los investigadores galos. En Madrid encontró Marcelino comprensión y apoyo en la persona de Juan Vilanova, catedrático de Paleontología, antidarwinista simpatizante del creacionismo.
RECHAZO CASI UNÁNIME
Impaciente por dar a conocer el descubrimiento de las pinturas, al año siguiente, 1980, editará Marcelino un breve opúsculo explicativo, con reproducción gráfica del famoso techo de 25 grandes figuras de animales, dibujado por el pintor sordomudo Paul Ratier, a quien acusarían malas lenguas de ser el autor de la torpe superchería.
No solo los científicos de la época rechazan casi unánimemente la autenticidad de las pinturas supuestamente milenarias, por prejuicios evolucionistas (el hombre primitivo era un salvaje, no podía realizar un mono tamañas obras de arte). También la religión se oponía al arte prehistórico. Así lo denuncia en el film el predicador santillano: “Es el hombre desafiando la voluntad de Dios…”
CRISIS FAMILIAR POR EL DESCUBRIMIENTO
La esposa de Marcelino, Conchita, muy devota, es abducida por el fanático predicador de la verdad, también científica, de la Biblia.La crisis matrimonial será finalmente superada, restableciéndose el amor y la comprensión familiar. Falleció Sautuola en 1888 rechazado por la crítica oficial. Pero al ir apareciendo, sobre todo por cuevas francesas, arte rupestre muy similar, en pocos años será reconocida universalmente la autenticidad y excelencia de la “Capilla Sixtina del Paleolítico”.
Un solo ejemplo: el investigador francés Cartailhac, que tanto se opuso inicialmente a las pinturas cántabras, publicará en 1902 un definitivo artículo titulado “La cueva de Altamira. El “mea culpa” de un escéptico”, que abriría definitivamente las puertas al reconocimiento general del carácter paleolítico de las pinturas altamirenses. Sobre la radicalidad anticientífica de un creacionismo rígido excesivamente literal, me gustaría reproducir un humilde párrafo de la encíclica papal “Laudato si” (nº 80): “El Espíritu de Dios llenó el universo con virtualidades que permiten que del seno mismo de las cosas pueda brotar siempre algo nuevo.”
NECESIDAD Y PLACER DE CREACIÓN
En 1987 publica Acacia Uceta en Adonáis su luminoso poemario “Árbol de agua”. En la solapa de la edición se nos informa: “Árbol de agua configura la carga religiosa del ser en cinco apartados: Amor, Absoluto, Ciencia, Belleza, Encuentro. Cada uno de ellos implica un enfoque de la esencia divina y un modo de que la percibamos a través de la libertad del hombre y del amor hacia todo.” Dentro de la sección “Belleza” se incluye, entre otros, el breve poema que reproducimos a continuación, donde el hombre primitivo, “habitando en la belleza”, responde al fuego interior de la creatividad y expresa sobre la roca, por manos ya salvadas del olvido, “la imagen pura del primer asombro”.
Son muchas y muy variadas las teorías que responden a la pregunta de por qué sintió el artista primero la necesidad de expresar, en formas y colores, sus sentimientos sobre la realidad que estaban viviendo él, su familia, su pequeño clan… ¿Acaso le empujaba la magia propiciatoria para la caza, rituales de fecundidad, gestos de veneración y respeto al tótem protector de la tribu, representación didáctica para nuevas generaciones…? ¿O, quizás, lo más simple y genuino: necesidad y placer de creación, satisfacción del arte por el arte?
¿Y cuál será el premio para nosotros, a quienes llegó, como una revelación, la pintura rupestre? Admiración y gratitud por la oportunidad de disfrutar el milagro visual de una obra de arte anónimo que nació y sobrevivió, para sorpresa y felicidad nuestra, desde hace ya trece mil años…
BELLEZA
Desde el primer momento de su estirpe
el hombre está habitando en la belleza.
Allí encendió su llama
-luminoso y eterno-
para enjoyar las cuevas más sombrías.
Aquel temblor primero
hizo señales
y respondió gozoso a tu llamada.
La mente primigenia
luchando hasta vencer:
hasta dejar en piedra inmarchitable
imitado el fulgor de la gacela.
Líneas trazadas
-nuevas en su origen-
por manos ya salvadas del olvido
escribiendo en el muro milenario
la imagen pura del primer asombro,
mensaje que nos llega
como ofrenda de amor a la belleza.
RECETA PARA PINTAR UN BISONTE
Interesado López Anglada en el arte paleolítico, descubre, y nos descubre, la indisoluble vinculación entre el arte de la caza del hombre de las cavernas y la intensa excitación del pintor que, victorioso de la lucha con la fiera, la representa herida de lanza, como en la pintura que nos acompaña. Más adelante, en actitud mágica, dibujará un bisonte, un ciervo, un verraco heridos, y le transmitirá el recuerdo valor para intentarlo de nuevo. O, al modo del vudú, pensará que el animal se derrumbará sacrificado.
Resumiendo: la lectura de este bien armado soneto sugiere recogernos en soledad después de la jornada diaria, por ejemplo, y trasvasar al cuaderno de notas sucesos del día, y ofrecérselo a Dios como oración de acción de gracias.
EL POETA EN LA CUEVA DE ALTAMIRA
Receta para pintar un bisonte
Primero hay que esperar hasta que quiera
darnos Dios la razón; dejar a un lado
el hambre y el amor y estar sentado
hasta que llegue la ocasión primera.
Después hay que sentir que se apodera
de nuestro cuerpo un fuego nunca usado
y hay que salir a la montaña armado
de tanto corazón como la fiera.
Luego viene la caza; ir al bisonte,
llenar de vida y lucha el horizonte
y proclamar al mundo que vencemos.
Y al terminar, en soledad, si puedes,
pintar lo que es la vida en las paredes
para que a Dios le guste lo que hacemos.
ALTAMIRA
El film y la poesía
1.Los bisontes
VISITANDO ALTAMIRA, de Rafael Alberti
2.La pintura
MILAGRO EN ALTAMIRA, de Gerardo Diego
EL ADVENIMIENTO, de Jorge Luis Borges
3.La belleza
BELLEZA, de Acacia Uceta
EL POETA EN LA CUEVA DE ALTAMIRA, de Luis LópezAnglada