Julio Maruri 5. LO NUEVO QUE NACER QUIERE

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No solo refiere Vicente Aleixandre, en Los encuentros, la entrevista inicial con Maruri soldado de quinta, sino que agrega dos páginas más para relatar un nuevo encuentro, años después, en un convento de Begoña, barrio de Bilbao, con Fray Casto del Niño Jesús, nombre de religión del poeta santanderino. Por lo ajustado de la extensión de nuestro blog, resumiré parte del relato.Describe a Fray Casto en el huerto entre manzanos, cerezos, acelgas, lechugas… Y a continuación:

“¡Qué claridad hay en la tarde! Los pájaros revolotean cerca. Sí, las aves. Pero, qué concreta se ve la figura del fraile, qué real la ropa, tan cruda, tan pesada, los pliegues hasta los suelos. Se mueve despacio y, quieto contra la tapia blanca, parece un trozo de piedra hermosa, oscura y definitiva. No, no es la sensación del pasar la que os dará, sino la de arribar, del estar en el ser, la de la pesantez y la del consistir…”



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Aunque sugiere Vicente seriedad en el carácterdel amigo, confirma el título de aquel primer libro de versos “Las aves y los niños”:

“Pero si entran unos niños, y ello ocurre algunos días, y entran a veces corriendo y se acercan, los veréis jugar en su torno y, de vez en cuando, tentar la ropa real, la mano cuajada, el bulto seguro, como si ellos también girasen alrededor de una certidumbre…”


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Se han alejado las criaturas y juegan entre ellos. Cierra el relato el excelente narrador describiendo prodigiosamente cómo los rayos de sol poniente ascienden, apagando pausadamente la figura del monje, que al fin se sumirá, “piedra hermosa, oscura y definitiva”, en sombras de silencio y luces de fe:

“Sobre el monte está declinando el sol. Aquí llegan los rayos de la luz, aquí suben ahora por los pliegues verticales, ascienden hasta el pecho, siguen subiendo, iluminan los ojos, alcanzan la frente, coronan la cabeza y le ponen un halo, un resplandor, un polvillo de oro que permanece. Pero Fray Casto ha echado a andar. La luz ha cedido del todo y la figura avanza casi en lo oscuro. Allí está el pórtico, y allí veréis la piedra segura, compacta, sin vacilación, sumirse humilde en las sombras.”


La poesía completa del Nobel Vicente Aleixandre está al alcance de nuestro ordenador, sin exigencia alguna, con solo pulsaraquí (ediciones Calaméo).

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CUÁN TIERNAMENTE ARDE TU SER

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El poeta dialogacon la tarde. Todo es hermoso, todo está vivo, todo se escucha, a todo se habla… También a la “tarde”, que se detiene en el sueño y la lumbre baja, en la melancolía. Y si es triste la tarde, será alegre la fiesta de un nuevo amanecer: “Tú pasas y yo estoy, / pero tú mueres hoy / para volver mañana / con nuevos cielos grana”. Esperanzada metáfora de quien “pasa de la luz al ocaso para de nuevo ser en otro amanecer”. Ingenioso diseño de rima consonante, solemne recital de versos pares, salmo de vísperas, vigilia de soleados maitines.

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OTRA VEZ…

Otra vez, tarde, vienes
y otra vez te detienes

indecisa en el aro
de un horizonte claro.

Esperanzada tarde,
cuán tiernamente arde

tu ser hecho de sueño
y de aroma de leño.

Me desconsuela el día,
no tu melancolía;

pues su esencia es quedar,
y la tuya, pasar.

Tú pasas y yo estoy,
pero tú mueres hoy

para volver mañana
con nuevos cielos grana,

como yo sé que paso
de la luz al ocaso

para de nuevo ser
en otro amanecer.


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CONTADME. SABED QUIÉN SOY

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Conmovedores versos de Julio Maruri frente al Mar, a orillas de un Océano que le llama (“quién me llama”), le combate, le seduce (“esta sed inextinguible / de anegarse”), le hace llorar (“¿Estás llorando de veras?”). Indefenso, insignificante frente al Absoluto del Mar y su fascinación, invisible granito de arena en la inmensidad de la orilla, se rebela el poeta, con dignidad y temblor: “¿Quién contará las arenas, / las arenillas? ¡Contadlas! / Contadme. Sabed quién soy, / de una vez. No miento. Basta.”

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EL DESEO

El mar frente a mí, y en mí
las incandescentes playas.
Deliro, pero no tanto
que no sepa quién me llama,
quién combate mis orillas,
quién amontona las algas,
quién sisea, rumia y gime
por promontorios y calas;
quién está dando extensión
a esta llanura sin ramas,
a esta sed inextinguible
de anegarse.

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¿Lloras? ¿Cantas?
¿Estás llorando de veras?
¿No es mentira que lo cantas?
¿Es que puede haber un mar
que no rompa en una playa?
Y esta playa existe, soy:
este mar existe, brama,
y esas arenas se extienden
calcáreas y milenarias.
¿Quién contará las arenas,
las arenillas? ¡Contadlas!
Contadme. Sabed quién soy,
de una vez. No miento. Basta.


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LO NUEVO DE MÍ QUE NACER QUIERE

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Leo y releo el poema “El hombre nuevo”, significativo en la búsqueda de salida a la honda crisis de fe y sentido del Maruri de los años 50. No encuentro un verbo principal, en los 26 versos, que finalice la construcción gramatical, dando cierre a tanta oración subordinada… El mensaje podría ser: investigo, cavilo, me propongo… El proceso es hermoso y prometedor.

Leamos con detención. Evoca el lírico el tiempo más agudo de la crisis (“oh, si hubiera seguido amando a una figura de mortal…”), cuando le cegó el amor (“para nunca jamás abrir los ojos…”). Se siente libre ahora en su entrega a Dios que renueva cada día en la temprana eucaristía (“cada mañana el sacramento / puebla los cielos de mi entendimiento”); cuando nace la luz del alba se ilumina mi mente (liturgia de las horas). Lo viejo muere, lo nuevo nacer quiere. Arde de alegría el corazón en el amor divino, y olvida el viejo amor de árbol sin frutos. Es tiempo de “alborozados soles rojos”, de “puro firmamento soleado”.

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EL HOMBRE NUEVO

Oh, si hubiera seguido amando a una
figura de mortal bajo la luna,

para siempre cautiva la mirada
de aquel amor que no devuelve nada;

mirándome cautivo;
fantasma en el espejo fugitivo,

para nunca jamás abrir los ojos
a los alborozados soles rojos

con que cada mañana el sacramento
puebla los cielos de mi entendimiento

y funda en armonía
mi propia claridad y la del día,

moviendo, a cada paso
del sol de arriba y éste en que me abraso,

las ruedas de las horas
que señalan crepúsculos y auroras;

lo viejo que se muere
con lo nuevo de mí que nacer quiere,

hoy que sobre la cumbre
del corazón la deslumbrante lumbre

arrasa con sus llamas
mi viejo amor y sus desnudas ramas,

árbol sin alegría
que vanamente se agitara un día

y hoy cede su reinado
al puro firmamento soleado.


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JULIO MARURI

misteriosa inocencia

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1.Las aves y los niños

A MI MADRE
YO SOY UN ÁRBOL


2.Celeste infancia que me llora


LOS PÁJAROS
CANCIÓN TRISTE
A CARLOS BOUSOÑO


3.Los años

PERO LA FLOR CONTAGIA
NUBES
LOS AÑOS NO CAYERON...


4.Poemas del tránsito

HOMENAJE A "GUALTERIO"
LOS RUISEÑORES 2
EN LA MUERTE DE JOSÉ LUIS HIDALGO


5.Lo nuevo que nacer quiere

OTRA VEZ
EL DESEO
EL HOMBRE NUEVO


6.Pájaro de la noche

PÁJARO DE LA NOCHE
QUE SE HA PERDIDO EL AMOR
EL DERECHO A LA FUGA



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