Julio Maruri 1. LAS AVES Y LOS NIÑOS
"ANTOLOGÍA POÉTICA"
Recientemente, a sus 94 años, nos sorprendió Julio Maruri con la entrega de su última “Antología poética” (Visor, 2014). Nos ofrece la contraportada un interesante pantallazo de la obra lírica del veterano autor:
“Podemos concluir –leemos– que la creatividad de Julio Maruri (el poeta-pintor), su concienzudo y concienciado tejer espacio y tiempo mediante palabras, trazos y colores, responde, como dice el mismo poeta, a un corazón maltrecho. Su trayectoria literaria, artística y vital es, sin lugar a dudas, atípica y compleja. No ha de dejar indiferente a nadie.”
“LAS AVES Y LOS NIÑOS”, SU PRIMER POEMARIO
Con 25 años, edita en “Proel” Julio Maruri su inicial poemario “Las aves y los niños” (1945). Es curioso: a tan tierno, tan luminoso título le dibuja a continuación la palabra aguafiestas ("ELEGÍA"). Bien lo explica Carlos Alcorta cuando escribe: “Se trata de un canto por la infancia perdida, sin dramatismos ni excesos retóricos, con una poesía desnuda que economiza verbalmente el lenguaje hasta extraer el significado puro de la palabra.”
Esta magnífica entrega de versos viene avalada por un poeta amigo, que será un día reconocido Nobel de Literatura: Vicente Aleixandre, que acaba de conocer en visitas furtivas de joven soldado que cumple servicio militar. A su maestro Aleixandre, a su amigo Vicente, dedicará la cuidada edición de “Las aves y los niños”. (Si os interesa el relato biográfico de Maruri sobre su primera entrevista con Vicente en otoño de 1943, pulsar aquí.) Nos detendremos hoy, muy esquemáticamente, en dos importantes poemas del libro: “A mi madre” y “Yo soy un árbol”.
LA ENCARNACIÓN DE JULIO MARURI
En su libro de relatos autobiográficos “Los encuentros” dedica Vicente Aleixandre uno muy hermoso al poeta montañés: “La encarnación de Julio Maruri”. Se lo imaginará como un pájaro. Así lo describe: “Había nacido en Santander; y no fue, como alguien se lo pensaría, en lo sumo de un árbol, dentro de un nido, bajo la clemencia de las solas hojas verdes, mientras durasen”. Y más adelante: “Pero a la vista, su ala estaba entera, y además no era un gorrión, porque tenía voz…” Y llegamos al suceso. Así nos lo refiere:
“Llegó un día que acabó el retrasado servicio militar, y del uniforme salió aquella criatura frágil y disculpante, y sonrió con alegría comunicativa. Durante algún tiempo vivió casi como sus pájaros. Estaba recién aparecido su libro “Las aves y los niños”, y como los pájaros vivía… casi del cielo. Pero no dormía en una ramita benigna, bajo una cúpula de verdor, sino en una habitación sombría de una sórdida pensión donde no había ni una ventanita para el ala y donde el día y la noche no se notaban, si no se echaba a la calle para saberlo. Pero el trino seguía sonando, el verso encendido y dorado, la voz transida, de un volumen casi imposible en aquella garganta insignificante.”
YA NO SOY NIÑO, TÚ LO SABES
Poema cargado de corazón en permanente juego de miradas de ternura y de duelo. Miradas a la madre: “Oh qué tristeza verte, madre; / madre sin niño, madre sola." “Me has de ver niño hasta la muerte.” Miradas al niño: “Niño que llora. Yo aquel niño”, “He ido creciendo con los días”. En los versos finales se acaricia el misterio, se integran los contrarios en pascual aleluya: “Pero yo canto. Yo no niego / esta niñez que me diste. / Pájaro soy, y vuelo, y trino. / Pueblo tu tarde, y vuelo, y canto.” Todo es posible en la barca del tiempo: “Me tienes niño… todavía. / Hombre me tienes…”
A MI MADRE
Me tienes niño todavía.
Me has de ver niño hasta tu muerte.
Hasta que ya cansada marches
hacia ese cielo de las madres.
Ya no soy niño, tú lo sabes.
Aunque tus ojos bajes, como
cuando era niño y los posabas
sobre las yerbas, por mirarme.
He ido creciendo con los días.
Ahora soy hombre, y tú lo lloras.
Me diste al mundo, en tu inocencia
-oh, limpia madre-, y a los pájaros.
Pero los pájaros van altos.
El mundo es duro, marcha ciego,
va sin miradas hacia el niño
que tú has perdido para siempre.
Niño que llora. Yo aquel niño.
Mi mano ausente de tu mano.
Oh, qué tristeza verte, madre;
madre sin niño, madre sola.
Pero yo canto. Yo no niego
esa niñez que me diste.
Pájaro soy, y vuelo, y trino.
Pueblo tu tarde, y vuelo, y canto.
Me tienes niño... todavía.
Hombre me tienes. Voy rozando
la transparencia de tu cuerpo,
niño en la tierra cuando canto.
YO SOY EL ÁRBOL, EL ALIVIO...
Desde el dolor vivido en la guerra española y la conflagración europea, toma conciencia Maruri de la brevedad de la vida y la proximidad de la muerte, y evoca felices tiempos de niño querido y libre. Observa pájaros y niños, en movimiento como el aire que “viene, llega y pasa / lleno de alas”. Y se siente solidario y dichoso (“Yo sonrío”). Le gustaría ser árbol, un árbol que arrope pájaros y proteja niños. “Viviente y redimido” vuela con ellos…
YO SOY UN ÁRBOL
Yo no pregunto nunca. Veo
volar un pájaro, ir un niño.
Alzo mi frente al aire puro
y no pregunto nunca, y miro.
Mi alma en el aire, despertada,
sabe que es bueno el ir del niño,
siente que es grato amar al aire,
y amar al pájaro continuo.
Pájaro y niño van y vienen.
Nunca preguntan su destino.
El aire viene, llega y pasa
lleno de alas. Yo sonrío.
Todo me dice su respuesta.
Yo soy el árbol, el alivio
del largo vuelo de las aves,
del juego triste de los niños.
Mis brazos altos, tiernas ramas,
y mis cabellos afligidos
son, coronados de alto vuelo,
árbol viviente y redimido.
JULIO MARURI
misteriosa inocencia
1.Las aves y los niños
A MI MADRE
YO SOY UN ÁRBOL
2.Celeste infancia que me llora
LOS PÁJAROS
CANCIÓN TRISTE
A CARLOS BOUSOÑO
3.Los años
PERO LA FLOR CONTAGIA
NUBES
LOS AÑOS NO CAYERON...
4.Poemas del tránsito
HOMENAJE A "GUALTERIO"
LOS RUISEÑORES 2
EN LA MUERTE DE JOSÉ LUIS HIDALGO
5.Lo nuevo que nacer quiere
OTRA VEZ
EL DESEO
EL HOMBRE NUEVO
6.Pájaro de la noche
PÁJARO DE LA NOCHE
QUE SE HA PERDIDO EL AMOR
EL DERECHO A LA FUGA