NACÍ, DIOS MÍO, HACE HOY 80 AÑOS
Un día de primavera de 1935, 10 de mayo bajo el signo de tauro, nací en Madrid del vientre de mi madre y la ternura de mi padre, progenitores ambos con la ilusión primera de sostener y acunar entre sus jóvenes brazos el fruto vivo de su sagrado amor. Poco sospechaban que se desencadenaría en España pocos meses después una de las guerras fratricidas más feroces de aquel desgraciado siglo.
Hace tiempo, en las páginas del blog referí algunos sucesos familiares durante la guerra civil, como las angustias que pasó mi padre, policía en Madrid el 18 de julio de 1936 y siguientes. “No recuerdo en mi vida un día más angustioso”, escribió en su diario.
Tenía el funcionario que cumplir y hacer cumplir la Ley y el Orden. “Al borde de la locura me hallaba”, repite varias veces… Para conocer un suceso en el que actuó como ángel de la guarda, pulsaraquí.
Con la consigna de “hijos, los que Dios quiera”, se fue ampliando la familia hasta alcanzar el definitivo círculo de siete hermanos vivos. Muy teológicamente escribiría mi padre, algo poeta, su personal definición del templo familiar: “Uno en Tres y Tres en Uno: / Santísima Trinidad. / Siete en uno y uno en siete: / hijos, mi paternidad.”
CELEBRAMOS HACE DOS MESES EL MILLÓN DE VISITAS
Hicimos fiesta en el blog el 7 de marzo por haber alcanzado en el contador la significativa cifra de “un millón” de visitas(hoy anotamos ya “1.059.015”, cantidad generosa en lectores, que no en beneficio económico, que nos hemos prohibido). Para conocer la entrevista que realizó la redacción de Religión Digital, pulsadaquí.
MIS ÚLTIMOS TRABAJOS
NOSOTROS LOS MAYORES, Y LA POESÍA
Sección que contiene 48 páginas (en cuatro entregas de 12 artículos cada una). Variadas reflexiones sobre la vida y milagros de la Edad de Oro. (Primera entrega, pulsar.) (Segunda, pulsar.) (Tercera, pulsar.) (Cuarta, pulsar.)
EL PAPA FRANCISCO Y LA EVANGELII GAUDIUM
En veinticuatro entregas, se hermanan textos del Papa Francisco con poemas e imágenes vivas y tiernas. Para acceder a todos ellos, pulsar aquí y aquí.
ROBERTO CABRAL DEL HOYO
Poeta de Zacatecas (1913–1999). Formó parte del grupo “Ocho Poetas Mexicanos”. Su calidad literaria no ha sido suficientemente reconocida. Ofrecemos 23 poemas en ocho entregas(pulsar).
EL DON DE LOS AÑOS.
Envejecer con dignidad
Cuando me jubilé en 2.000, me interesé fervientemente en el estudio del envejecimiento como horizonte de sentido para mi propio desarrollo y ayuda a los demás. Después de haber leído y reflexionado numerosos títulos sobre la vejez, acabo de descubrir la presente publicación “El don de los años. Envejecer con dignidad”, de Joan Chittister (Sal Terrae, 2010, 2ª edición). La autora, monja benedictina estadounidense, periodista y escritora, lleva publicados más de 35 libros sobre vida religiosa, espiritualidad y teología cristiana. Me he permitido reproducir algunos luminosos párrafos sobre la rememoración, los “Recuerdos”, tan positivos, tan hermosos en la ancianidad, como peligrosos y destructivos si no se saben orientar hacia la alegría y el crecimiento personal...
RECUERDOS
“Lo que hace que la ancianidad sea difícil de sobrellevar –escribe W. Somerset Maugham– no es la decadencia de las propias facultades, así mentales como físicas, sino el peso de los recuerdos”.
La tarea consiste, por supuesto, en negarse a convertir los recuerdos en una carga. El objetivo es, antes bien, otorgarles la clase de significado que los hace valiosos en vez de punzantes. De lo que no solemos percatarnos es de que la remembranza, amén de una función mental, es una elección. Somos nosotros quienes decidimos cuales de nuestros recuerdos de tiempos, personas, lugares o momentos concretos pueden configurar nuestra vida en el presente.
Los jóvenes oyen el recuerdo en la voz de sus mayores y, encantados con esas voces del pasado o aburridos por ellas, demasiado a menudo pasan por alto el contenido oculto. La rememoración no tiene que ver tanto con lo que ocurrió en el pasado, sino más bien con lo que acontece en nuestro interior justo en este momento. Nunca es vana. Nunca nos deja solos. Se compone del material de la vida en proceso de convertirse en experiencias útiles para el alma...
Lo que aún permanece en el recuerdo, sea lo que sea, es justo aquello que más significado tiene para nosotros. Es el indicador de lo inacabado en la vida. Nos ofrece un signo seguro de lo que todavía tiene significado emocional para nosotros...
“Yo era joven y mi padre estricto” dijo la mujer. Era esbelta y elegante, una persona muy independiente. “No me dejaba ir a los bailes”. Hizo una pausa y desvió la mirada. “Así que me marché de casa –dijo. Cogí un tren y me fui a California y nunca regresé”. Volvió a hacer una pausa. “Hasta que murió”. Y entonces, empezaron a asomar lágrimas en sus ojos. La sensación de la presencia del anciano en aquella habitación era suficientemente fuerte para notarla. Ella tenía setenta y pico años; la herida aún estaba abierta.
El milagro de ser capaces de ver la vida como un todo, en cualquier momento, en todo instante, es el gran don de la rememoración. Hace de la vida entera una obra en plena representación. Con una parte del alma en el pasado y otra en el presente, somos capaces de coser entre sí fragmentos sueltos para formar una vida que tiene integridad y constituye un todo. Gracias a la rememoración, la vida no se limita a ser una sucesión de actos aislados. Todo encaja en la imagen del yo y en los objetivos del corazón. El recuerdo los hace reales. Los integra en un todo.
La rememoración permite que aquellos a quienes hemos apreciado en vida continúen viviendo dentro de nosotros, no para atarnos al pasado, sino para recordarnos que la vida fue buena antaño y puede ser igual de buena ahora.
Y, sobre todo, quizá, la rememoración nos confronta igualmente con las emociones –los sentimientos, los miedos, las luchas– que aún residen en nosotros como preguntas inconclusas, como dolor no resuelto, como alegrías inacabadas. Nos dicen qué es lo que todavía queda por hacer. Se convierten en un programa de acción para el mañana que, a partir de nuestra propia experiencia, nos muestra cómo vivir, cómo amar, cómo olvidar, cómo seguir adelante.
Los recuerdos no son las ataduras que trae consigo el envejecimiento. Al contrario. Son la feliz rememoración de las posibilidades que aún deben ser buscadas o la ahora significativa memoria de cosas que esperan ser completadas. Son la marca distintiva de nuestro crecimiento, la invitación a reivindicar las alegrías del pasado, la llamada a buscar otra vez esas mismas cosas, quizá en forma diferente, pero como promesa de idéntica clase de alegría en el presente...