De haber nacido en 1900, mi esperanza de vida hubiera sido de solo 35 años. En este momento, como apenas mueren niños, mejora la alimentación y la sanidad, se descubren vacunas, antibióticos..., la media de longevidad en España no es inferior a 80 años. Es decir: a un jubilado a los 65, se le regala hoy, con probabilidad, un misterioso y fecundo período de Tercera Edad, que no fueron capaces ni de soñar los ciudadanos de hace solo cien años.
Cuando me jubilé en el 2000,inicié un espacio de reflexión personal sobre la nueva etapa que me regalaba la vida. Con el temor y el gozo de la generosa aventura existencial a la que se me invitaba, vagabundeé por desiertos y oasis lo mejor que me dictaba el corazón. Y aquí estoy para levantar acta de presencia, a solo días de cumplir 79 natalicios, a solo meses de saborear la luminosa tarta con 80 velitas, de la Cuarta Edad.
No me encuentro solo por el paisaje áspero de arena, sol y dunas, porque me siento en caravana con otros peregrinos de la Luz y el Amor, en el calor de hogar de la familia bloguera de Religión Digital.
El post de hoy está dedicado a un solo poema, de Vicente Aleixandre: "A la salida del pueblo", versos que tienen relación con el sol y la vejez. (Para leer, ambientado musicalmente, otro poema de V.A., "El viejo y el sol", pulsar aquí.) En imagen, claroscuro a lo Ribera de Mariano Fortuny, titulado "Viejo desnudo al sol". El artista catalán se ha esmerado, sobre todo, en la expresiva placidez del rostro. El sol cae a plomo, en generoso mediodía de luz y fuego, sobre la fría y rugosa carne del anciano.
Buscando por Google dos palabras para comentar el cuadro, "SOL" y "VEJEZ", se me encendió por la pantalla del ordenador, bajo las dos palabras, un delicioso artículo (pulsar). Claro que no se trataba ahora del sol de mediodía, sino del sol de atardecer... Pero leamos ya unos párrafos a lo Khalil Gibran:
"Hay tres cosas que producen pena: un “viejo” de cuarenta años, un viejo que se cree “joven” y un viejo que se cree “muerto”. Y una que produce alegría, un “joven” de ochenta años, es decir un viejo que asume la segunda parte de su vida con tanto coraje e ilusión como la primera. Pero para ser uno de esos, hay que aceptar que el Sol del atardecer es tan importante como el del amanecer y el del mediodía, aunque su calor sea muy distinto."
"PERO ELLOS DORMÍAN, O AJENOS MIRABAN"
Produce pena, leíamos, un viejo que se cree muerto. No es exactamente esa la fabulación del Nobel sevillano sobre un grupo de ancianos que, acaso en tarde de domingo, toman el sol y vegetan a la vera del camino. Se les describe como cantos rodados de la alta montaña, adormilados, meditativos, silenciosos, acariciados por la ternura de un sol amigo. Dispersos, pero próximos, protegidos por el calor de una bondadosa, invisible mano. La fotografía que preside esta descripción no está tomada en la cercana orilla del piadoso bosquecillo, como señala Aleixandre, sino en el frío muro de un caserón de aldea.Pero el sentimiento es el mismo: modorra y soledad, tristeza y sueño.
A LA SALIDA DEL PUEBLO
Todos ellos eran hermosos, tristes, silenciosos,
viejísimos.
Tomaban el sol y hablaban muy raramente.
Ah el sol aquel dulce, que parecía cargado de la
misma viejísima vida que ellos.
Un sol casi melodioso, irisado, benévolo,
en aquellas lentas tardes de marzo.
No había que hablar con ellos, sino ingresar,
demorarse.
El ideal allí parecía ser dormir suavemente
bajo aquel sol y en aquella densísima compañía.
A veces mirándolos se pensaba
en una piedra dorada, arcillosa, quizá pulida por
el paso de las lluvias y de los soles.
Allí puesta la piedra repetida,
allí templada y existida, padecida,
victoriosa y comunicada bajo aquella piadosa luz
solar.
Otros quedaban fuera del palio de las ramas
y estaban sentados, acurrucados y meditaban
exactamente como la piedra.
Otros dormían como rodados del monte hace
siglos, allí, en el borde de la inmóvil falda
majestuosa.
Pero todos agrupados, diseminados en el corto
trecho,
callados y vegetativos, profundos y
abandonados a la benigna mano que los unía.
Poeta existencial, filosofa Aleixandre contrastando la metafísica tristeza, de piedra y bosque, de los viejos viejísimos con el bullicio, la canción y la risa de jóvenes y niños que pasan de largo sin mirarlos siquiera. Pero tampoco los viejísimos ancianos se fijan en el río de niebla que circula, borroso, por el pausado cauce del camino...
Mucho allí se podría aprender. De tristeza, de
vida, de paciencia, de limitación, de verdad.
Pasaban los jóvenes alborotando.
Cantaban las muchachas y se atropellaban
riendo los niños.
Y nadie miraba.
A un lado del camino solían reunirse los viejos.
Próximo estaba el pueblo, y allí los domingos
era el tránsito y la vida, y la persecución y la
agitada inocencia.
Pero ellos dormían, o ajenos miraban.
Solo con una casi metafísica presencia ya para
el sol.
Viendo el vaporoso transcurso de los que
pasaban.
Sí, como un vapor increíble,
como un vago sueño en que a veces
filosóficamente se distraían.
REFLEXIÓN. En el relato mágico de “Ten esperanza” se adivina una presencia misteriosa (“apenas si el color de su túnica lo denuncia”) que acompaña y sostiene al caminante: “Un brazo a tu lado quieres. Míralo. Míralo. ¿No lo sientes?”. Desde lo más entrañable de nuestra cultura cristiana, se nos enciende en el corazón la figura de Jesús... Sugiere, finalmente, Aleixandre que, más allá de la raya azul del horizonte, “la raya de la esperanza en el límite de la tierra”, pudiera sorprender al anciano viajero un definitivo inesperado asombro...
PRESENTACIÓN PPS. El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables, personas incomparables. Para conocer y saborear el inteligente pps “El hombre viejo y sabio”, pulsar aquí.