El clero vasco no solo es pasado, sigue siendo presente Homenaje a D. José Zunzunegui, en el 50 aniversario de su muerte

Homenaje a D. José Zunzunegui, en el 50 aniversario de su muerte
Homenaje a D. José Zunzunegui, en el 50 aniversario de su muerte

Este artículo ha comenzado siendo un homenaje a D. José Zunzunegui en el 50 aniversario de su muerte, y termina siendo un homenaje al clero diocesano, porque tras leer lo que otros escribieron sobre Zunzunegui, creo poder afirmar que en los sacerdotes diocesanos que he conocido y conozco, en todos hay algún rasgo de D. José Zunzunegui

El 9 de agosto de 2024 se cumple una efeméride que podría pasar desapercibida por coincidir con el final de las fiestas patronales de la ciudad de Vitoria-Gasteiz. Pero, también es cierto que oportunidades para traerla a la memoria se pueden encontrar al inicio del curso pastoral. Me refiero a la muerte del sacerdote vasco José Zunzunegui. 

La huella de este sacerdote ha sido tal que aún se le sigue recordando por aquellos que le conocieron. Pero es que de muchas de sus obras e iniciativas ha bebido el clero diocesano que le sucedió. 

Por sugerencia de otro ilustre sacerdote de nuestra diócesis, D. Sátur Gamarra, he tomado como base para este recuerdo y homenaje el nº 334 de la revista SURGE que le dedicó un monográfico al año siguiente de su muerte. En la introducción ya se adelanta que “A lo largo del número irá construyéndose, con retazos, la imagen aproximada de ese milagro de hombre y de ese sacerdote completo, que fue en nuestra Iglesia Don José.”

José Zunzunegui 50

En esta publicación, a la que se puede acceder de forma íntegra a través del enlace que les comparto, pueden leer todos los testimonios recogidos en aquella ocasión.

https://www.euskariana.euskadi.eus/euskadibib/es/media/group/1417101.do?embed=true podrán encontrar el testimonio de una serie de firmas ilustres que le conocieron. Yo voy a seleccionar algunas frases y solo algunos de los muchos testimonios que fueron invitados a participar en este homenaje. La selección ha sido impulsiva, aquellas frases que han llamado mi atención durante la lectura y que quizá puedan ayudar a darnos ese perfíl de un sacerdote de la diócesis de Vitoria que merece ser recordado. 

Revista SURGE 1975

También otro denominador común de los testimonios seleccionados es el de personas que ya han fallecido, porque quienes siguen vivos pueden seguir dando hoy su testimonio y su recuerdo de D. José Zunzunegui. (Un detalle, las referencias de cargos y ocupaciones corresponden a las que tenían en el momento de la publicación)

“D. Jose era siempre el sacerdote amante de su diócesis, del sacerdocio, del Seminario, de las Ciencias Sagradas... Lleno siempre de ilusión y de esperanza, trabajador infatigable, prudente, discreto, humilde... Trabajaba no para sí, sino por la Iglesia” (José María Bueno Monreal, Arzobispo de Sevilla)

“...uno de los hombres clave de la historia religiosa de las diócesis vascas en estos 37 últimos años (1975) (...) quiero destacar en él uno solo de sus aspectos: la romanidad. Por una Iglesia que él entendía, como pocos, universal y local, abierta al mundo y encarnada en la realidad de cada sitio y pueblo. Se le plantearon algunos problemas de conciencia que le hicieron sufrir mucho. Pero siempre mantuvo intacta y firme su fe con la romanidad de la Iglesia.” (Ángel Suquía, arzobispo de Santiago de Compostela)

“Otro capítulo característico del celo sacerdotal y de la visión universal de su servicio a la Iglesia, fué la labor misionera que llevó a cabo. Hasta tal punto resultó eficaz su preocupación e interés por las misiones, con expresiones muy significativas en su época de seminarista, que todo ello se vio coronado con la erección de las Misiones Diocesanas.” (Francisco Peralta, obispo de Vitoria)

Fue indudablemente un sacerdote y apóstol fuera de serie, en la ejemplaridad de su vida, en su labor constante de maestro y formador, en la investigación histórica seria y rigurosa, en sus sueños y realizaciones, en la previsión de las necesidades eclesiales. Era hombre de visión, de oración y de acción. Hizo de su sacerdocio el eje de toda su vida. ( Jacinto Argaya, obispo de San Sebastián)

“En el origen de las Misiones Diocesanas de las Diócesis Vascongadas, alia por los años de 1947 al 48, hay dos nombres que merecen ser conservadas con gratitud, respeto y cariño. Esos dos nombres son el de D. Jose Zunzunegui y el de D. Maximo Guisasola. (...)no era de los que piensan a solas. Ni le bastaba la inspiración del Espíritu Santo o la consulta ante el Santísimo. Pedía consejo y aceptaba sugerencias. Y sabía escuchar. Escuchaba siempre con un interés y una paciencia muy difíciles de comprender en un hombre tan ocupado como él.” (Víctor Garaygordobil, obispo de Los Ríos -Ecuador)

“D. Jose, movido por Dios fue el pionero luchador de las misiones diocesanas que hoy se presentan como uno de los grandes cauces por los que las diócesis veteranas, tantas veces cansadas, pueden encontrar la vitalidad de una juventud renovada en afanes evangelizadores. D. Jose Zunzunegui: gran amigo de Dios, amigo de todos, corazón amigo de los que le conocimos. Gran ejemplo y estímulo sacerdotal para estos tiempos en que todos, sin saber como hacerlo, sentimos, sin embargo, la imperiosa necesidad y urgencia de ser comprendidos y comprender, de amar y ser amados.” (José María Larrauri, obispo auxiliar de Pamplona y Director de OMP)

rev extra 1975 por su fallecimiento

foto cedida por el Archivo de MMDDVV

“Don Jose, sacerdote, historiador de la Iglesia fue un hombre totalmente entroncado en la vida de la Iglesia. Sus afanes, sus finanzas, sus estudios, sus misiones, sus chicos, su seminario, su biblioteca, su Facultad... Todo era vivido por él en función de la Iglesia y como un servicio total y permanente a ella. Así, su vida y su sacerdocio fueron íntegramente eclesiales.” ( Luis María de Larrea, obispo de León) 

“ Era lo que llamamos un luchador no violento que crea, sin quererlo, tensiones cuando, en realidad, lo que quiere provocar es un diálogo y una negociación. La actitud no violenta es lo más vulnerable a los ataques de todos los extremismos.” (Carlos Abaitua, profesor de la Facultad de Teología del Norte)

“no le asustaba puntualizar y criticar hechos de la Jerarquía. Sin palabras ásperas, pero con claridad y con precisión. Amaba a la Iglesia. La amaba de verdad, con todos los defectos que él conocía tan a fondo.  Y creía en el futuro de esta Iglesia.” (Luis Alberdi, uno de los primeros 8 misioneros en Ecuador, Director de la Procura de Vitoria, y posiblemente uno de los que mejor le conocía)

“ Siempre podremos decir que Don Jose supo evolucionar en paz, conjugando con calma magistral el pasado, el presente y el futuro.” (Andrés Aguirre, párroco en Amurrio)

“Dn. Jose era el hombre sensato y equilibrado que decían ser la admiración de los demás profesores. Su visión de futuro de Iglesia con la realización de las misiones diocesanas, su instinto de historiador que le daba una visión especial de los problemas, su humanidad acogedora hacían para mí, como para otros muchos compañeros, ese modelo idealizado que se asemeja mucho a los personajes de leyenda admirados por la juventud de todas épocas.” (Moisés Alonso, profesor y director espiritual del Seminario Diocesano de Vitoria)

“(...) de él se aprendía discreción, afectuosidad, con la ejemplaridad de su modo de ser. No dejaba de interesarse por las cosas que pudieran merecer atención, sabía disculpar defectos y conductas y la amabilidad rubricaba toda su conversación.” (Venancio del Val, condiscípulo de D. José, y periodista en Vitoria)

No me extiendo más, y no porque el resto de testimonios no aportan nada nuevo, más bien para invitar a entrar en el enlace que facilito al principio y leerlos integros quien lo desee.

Cierro este apartado recogiendo algunas frases que de D. José Zunzunegui han quedado en la memoria de algunos: 

"Con excelente voluntad se pueden cometer grandes disparates en la Iglesia"

"La unidad es el primer valor en la Iglesia; es anterior a toda estructura, a cualquier programación. De sacrificar algo en la Iglesia, hay que sacrificar todo antes que la unidad. Lo que se haga por la unidad es del Espíritu; lo que se haga contra la unidad es del demonio"

"Ya decía S. Policarpo en el s. II 'Oh buen Dios, para que tiempos me has guardado; que

tenga que ver yo estas cosas'"

" j Gracias a que nunca nos desanimamos a la vez!”

Refiriéndose al Concilio Vaticano II, unas palabras casi proféticas: “"Empezamos una página

nueva en la Iglesia. Podemos hablar de antes, como viejo. Y tenemos que hablar de "ahora" como único. Empieza la historia nueva. Aunque pasará como en Trento. Y nos costará demasiado convertirnos y aceptar, en serio, el Concilio".

Esta frase se la dijo a Cayo Luis Vea Murguia: “—¿Sabes? Un periodista es lo contrario que un historiador. La prisa frente a la calma; la perspectiva insuficiente, mordida por la urgencia, frente al sosiego que brinda la posibilidad de enmarcar, de tener en cuenta todos los detalles... Tu necesitas contar ahora, en pocas palabras, necesariamente imprecisas, algo tan complejo como el momento álgido en la vida de una Institución. Y tienes que arriesgar una explicación que no conocemos, o un silencio que nadie te perdonará... La historia aporta otra serenidad, la historia elimina superlativos, sabe de muchas glorias para quitar vanidades y de muchas tragedias para evitar pesimismos…”

Termino con retazos de una biografía que aparece también en esta publicación: 

Jose Zunzunegui Aramburu nació en Tolosa (Guipúzcoa) el 4 de agosto de 1911. Con 14 años ingresa en el Seminario Menor de Andoain, para cursar 5.° de Humanidades. Muy joven, a los 19 años, recibe las Órdenes Menores. Era el Adviento de 1930 y Jose Zunzunegui cursaba 2." de Teologia.

El Curso 1932-33 iba a tener una significación especial para Don Jose: iba a ser su último curso como alumno en el Seminario de Vitoria. Terminado 4.° curso de Teología ampliará sus estudios eclesiásticos en Roma. Se ordena de subdiácono el 22 de octubre de 1933, en vísperas de su partida hacia Roma. Y llega a la ciudad eterna con intención de estudiar Historia eclesiástica y Misionología en las Facultades, recientemente erigidas en la Universidad Gregoriana.

El año 1934, el 28 de enero, se ordena de Diácono y de sacerdote muy poco después: Marzo de 1934. Don José aprovecha este verano para vivir en el Monasterio benedictino de Belloc. Es su primera gran apertura a una experiencia nueva, que repetiría en el verano siguiente, residiendo en el Monasterio benedictino de María Laach (Alemania), tan vinculado después al Seminario de Vitoria.

Terminada la Licenciatura en Roma, es nombrado Profesor de Historia eclesiástica y de Misionología en el Seminario de Vitoria. Eran los años de la guerra y, por ello, el Seminario se trasladó accidentalmente a Vergara. Ya en Vergara Don Jose se hace cargo de

la Biblioteca, en la que volcará sus afanes, logrando reunir una excepcional colección de libros para el estudio de las ciencias eclesiásticas. En 1940 defiende en Roma su tesis doctoral, con el título "El reino de Navarra y su Obispado en Pamplona" y obtiene el Doctorado con la calificación "summa cum laude".

En 1942 publica su propia tesis y es este el punto de partida para la publicación de una serie de monografías científicas, que forman la serie "Victoriensia".

Don Jose no agota su vida en la entrega a la pura ciencia y su espíritu investigador busca realizarse en otras dimensiones activas de la Iglesia. Por ello en 1948, tras largas gestiones, consigue que madure una gran ilusión en su vida: la Santa Sede encomienda a la Diócesis

de Vitoria un territorio misionero. La praxis de la Iglesia no había tentado esta experiencia. Desde entonces los territorios misioneros, encomendados a las diócesis vascas, se multiplicaron: Varios territorios en el Ecuador, otros en Venezuela, Brasil, Angola, Katanga y Rwanda. Y Don José lo dirigió, desde Vitoria, entre libros, facturas y oraciones.

En 1945 había fundado la "Editorial del Seminario", luego convertida en "Editorial ESET". Su fin: promover las publicaciones de los profesores del Seminario. Y más tarde, en el año 1956, respondiendo al mismo objetivo crea "Gráficas ESET". En 1952 funda la revista

"Lumen", mientras crea el Grupo Misionero "Máximo Guisasola" para promover y encauzar vocaciones misioneras. En 1953 funda una revista nueva, "Scriptorium Victoriense"... Todas estas obras parecen tener el dinamismo interno, que Don José les prestó y siguen todavía con el paso de su andadura "irreversible". 

En 1956 empieza a convertirse en realidad otro magnífico sueño suyo. Creó la "Escuela Superior de Estudios Teológicos". Era la primera semilla de una aspiración indomable: trataba de elevar el nivel cultural del Clero Diocesano. Y trataba de conseguir que el Seminario se convirtiese en Facultad Teológica. 

En 1967, después de 15 años de lucha, ve logrado su sueño: la Santa Sede erige la Facultad de Teología del Norte de España, con dos sedes: Burgos y Vitoria. Don José es el primer Decano de la Sede de Vitoria durante dos trienios...

En 1968 crea el centro "Angel Sagarmínaga" de investigación sobre las religiones no cristianas, con Biblioteca especializada y Cátedra propia.

En 1971 es nombrado Rector del Seminario, cargo que ocupa hasta el año 1973. Este mismo año, en octubre, se descubre su enfermedad y empieza a recorrer el doloroso camino largo hasta su muerte, (9 de agosto de 1974).

Non solum sed etiam

Yo no conocí personalmente a D. José Zunzunegui, fué tres años después de su muerte cuando ingresé en el Seminario Diocesano de Vitoria, pero sí he tenido la dicha de conocer a otros sacerdotes diocesanos, algunos compañeros de curso, otros como formadores del Seminario, otros desde su labor en las parroquias o en las delegaciones diocesanas. Y de muchos de los que se han ido guardo gratos recuerdos y la imagen de santos sacerdotes: Javier Illanas, mi párroco y de quien aprendí que se podía conjugar tradición, ortodoxia y modernidad; Alejandro, su hermano, amigo de mis padres y un buen organista; Francisco Murua, un amigo de la familia que supo estar a mi lado cuando la muerte de mi padre; Fernando Hueto, el “ciclista”, con quien tantas veces me confesé empezando a hablar de mí y acabando con alguna de sus vivencias durante la Guerra Civil; Cosme Montejo, siempre como un actor secundario en la parroquia y del que algunos aprendimos muchas cosas de la liturgia en su escuela de monaguillos; José Macías mi primera referencia en el Seminario y con quien acabaría teniendo una gran amistad en el entorno de la Adoración Nocturna juvenil a la que acompañó en sus primeros años y hasta el día de su accidente; Pedro Mendiguren, otro de los formadores del Seminario que supo trasladar los valores de la autoridad y el respeto sin perder la identidad personal; Benedicto López de Foronda, el último capellán del alavés y al que traté también durante su etapa de capellán hospitalario, de él aprendí el amor por la naturaleza y el deporte, sobre todo su pasión por el Glorioso; Félix Uriarte de quien muchos aprendimos latín y nos contagió su amor por la Virgen Blanca; Luis María Troconiz, para mi una referencia académica del Seminario; Andrés Aguirre, “mi rector del Seminario” y un enamorado de la liturgia; Andrés Ibañez es ya una referencia necesaria de la Facultad de Teología, una gran mente en una persona sencilla; Javier Zulueta, su referencia para mí es más académica y escolar que sacerdotal; Antonio Ortiz de Urbina, Dios y Machado, un gran sacerdote y profesor; Pepe Garmendia, se nos fué demasiado pronto, espiritualidad y sentido crítico de la vida, de este sacerdote queda todavía mucho que escribir; Rafa Mendialdúa, gracias a él me cultivé en todo tipo de música y llegué a cantar gregoriano; Juan Cruz Zugazúa, un amigo hasta horas antes de morir con quien compartí muchas confidencias y aprendí que se puede ser misionero sin salir de Vitoria; otras referencias misioneras, Luis María Pérez de Onraita, Javi Valdivielso, Honorio Ruiz de Arcaute, con ellos he “viajado” a Angola sin moverme de Vitoria; José Antonio Aguirre, muchas horas adorando al Señor compartidas con él; José Luis Larrucea, “Larru”, un padre para un grupo de adolescentes con las hormonas revueltas que nos enseñó a ser independientes y librepensadores; y los tes recientemente fallecidos, José Ángel López de Lacalle, de quien aprendí a poner a los pobres en el centro de la vida de la la Iglesia y quien ha sabido darme como nadie un “abrazo del Padre” tras una confesión; Txomin Gómez, un intelectual y sagaz comentarista de mis artículos y un certero analista de la vida social y diocesana; y Juan Carlos Aguillo, quien supo acompañarme en una de las decisiones más importantes de mi vida, dejar el Seminario, y que paternalmente me ha seguido dando collejas cuando algo de lo que hacía o decía no le terminaba de gustar. 

Toda esta lista son sacerdotes que ya no están con nosotros, seguramente no están todos los que fueron, pero sí los que recuerdo con más nitidez su influencia en mi vida;  pero, gracias a Dios sigo teniendo trato con decenas de sacerdotes diocesanos que siguen entre nosotros, unos fueron mis formadores o profesores y hoy me tratan como un igual; otros compañeros o coetáneos de mis años del seminario, con algunos he compartido hasta la habitación del piso de seminaristas. Alguno sigue siendo para mí un hermano, y no solo en la fe. Ellos siguen siendo una referencia de Iglesia para mí. A lo largo de la vida he sabido verlos con respeto y cercanía, y reconocer en ellos, con sus fallos y errores, a santos sacerdotes que mientras Dios los conserve en este mundo tienen mucho que dar. 

Alguno habrá notado que no he metido en esa lista nominal ni a monseñor Peralta, ni a Larrauri ni a Asurmendi. Como personas directamente, ellos no me aportaron gran cosa, pero sí les reconozco que gracias a ellos, todos los demás de la lista pudieron influir en mí. Y eso es lo que deseo, pido y anhelo que siga sucediendo. A pesar de las diferencias ideológicas, pastorales, eclesiales, teológicas que esta diócesis ha tenido siempre entre su clero diocesano, siempre ha sido posible la convivencia y el respeto a la diversidad. Y lo que estaba bien ayer, sigue estando bien ahora y siempre. Vaya este artículo como mi homenaje personal a todos los sacerdotes diocesanos de Vitoria,  el recuerdo a los que fueron y mi apoyo a los que siguen sirviendo a la diócesis y al pueblo de Dios. Incluyo en esta lista a quienes un día se secularizaron pero, siguen siendo sacerdotes. 

Este artículo ha comenzado siendo un homenaje a D. José Zunzunegui en el 50 aniversario de su muerte, y termina siendo un homenaje al clero diocesano, porque tras leer lo que otros escribieron sobre Zunzunegui, creo poder afirmar que en los sacerdotes diocesanos que he conocido y conozco, en todos hay algún rasgo de D. José Zunzunegui.

Volver arriba