Los sodálites atracan en su VI Asamblea General con nuevas denuncias y nombres nuevos
"El Sodalicio llega a su VI Asamblea General en Aparecida, Brasil, donde se encuentra en este minuto el centenar de sodálites que ha sobrevivido a su peor crisis en 53 años de historia"
"Los acompañarán los delegados pontificios Gianfranco Guirlanda, quien ya tiene experiencia en operaciones de 'lavadas de cara' (él fue quien salvó a los Legionarios de Cristo), y el franciscano mexicano Guillermo Rodríguez. Con la bendición (o, si prefieren, connivencia) del franciscano español, que hoy es arzobispo de Mérida-Badajoz"
"El Sodalicio no ha cambiado. Ni lo va a hacer… Las nuevas denuncias que continúan apareciendo señalan nombres nuevos, de otros miembros de la 'generación fundacional'"
Sin embargo, una mujer podría cambiarlo todo. Acaba de ser designada por el papa Francisco como prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, sor Simona Brambilla
El Sodalicio llegó a la orilla. O a su sueño más húmedo. El que diseñaron junto con el inefable José Rodríguez Carballo, exsecretario del dicasterio del que depende, y el jesuita Gianfranco Guirlanda, cuyos honorarios no sabemos si los paga el Vaticano o el propio Sodalicio.
¿Cuál era este anhelo? Llegar a su VI Asamblea General en Aparecida, Brasil, donde se encuentra en este minuto el centenar de sodálites que ha sobrevivido a su peor crisis en 53 años de historia.
Alojados en el exclusivo hotel Rainha do Brasil, discutirán en las próximas semanas sobre sus nuevas constituciones y el rescate de su carisma, para finalmente elegir a sus nuevas autoridades. Los acompañarán los delegados pontificios Gianfranco Guirlanda, quien ya tiene experiencia en operaciones de “lavadas de cara” (él fue quien salvó a los Legionarios de Cristo), y el franciscano mexicano Guillermo Rodríguez.
Este fue el derrotero al que apostaron en su gestión de manejo de crisis desde que se les apareció el jesuita italiano, cardenal y amigo del papa, académico de la Gregoriana y recreador de carismas inexistentes. Y que contó con la bendición (o, si prefieren, connivencia) del franciscano español, que hoy es arzobispo de Mérida-Badajoz.
También los acompañaron en esta ruta náutica, con el propósito de sortear arrecifes o icebergs, y así evitar el hundimiento del Titanic: el entonces obispo de Chota, Fortunato Pablo Urcey; el cardenal Joseph Tobin; y el excomisario apostólico Noel Antonio Londoño Buitrago, defenestrado de su diócesis en Jericó, Colombia, por encubridor de pederastas. Todos ellos nominados por Rodríguez Carballo con el nítido propósito de que la nave sodálite llegue a buen puerto.
No fueron los únicos, obviamente. Pero sí los más notorios y los que actuaron oficialmente por indicaciones vaticanas.
Sin embargo, no todo está dicho. Una mujer podría cambiarlo todo. Acaba de ser designada por el papa Francisco como prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, sor Simona Brambilla, con quien nos reunimos el martes 10 de diciembre por la mañana en sus oficinas un grupo de periodistas y exmiembros de la familia sodálite, acompañados por el oficial del Santo Oficio, Jordi Bertomeu.
En aquella reunión, lo comenté acá en Religión Digital, luego de escucharnos a cada uno de nosotros (Paola Ugaz, Elise Allen, Renzo Orbegozo, al propio Bertomeu y al autor de estas líneas), le insistimos en que los tiempos de la iglesia católica no eran los tiempos de las víctimas; por lo que, si van a dejar con vida o van a cerrar al Sodalicio, defínanlo ya. Ahora.
A estas alturas, luego de 25 años de las primeras denuncias del exsodálite José Enrique Escardó, el Vaticano, que sigue guardando un discreto silencio, tiene suficiente evidencia incontrovertible respecto de esta organización de características sectarias y mafiosas.
Sí, es verdad, se dieron pasos bastante relevantes, todos hacia adelante, inimaginables hasta hace año y medio, desde que intervino, de manera empática y competente, la Misión Scicluna-Bertomeu, con la que los agentes y acólitos del Sodalitium quisieron jugar rudo. Enjuiciándolos y embarrándolos con campañas de descrédito, como han hecho siempre con quienes consideran “enemigos de la Iglesia” o “instrumentos del Maligno”.
Pero esos pasos hacia adelante podrían trocarse en un enorme salto atrás, si acaso se dejan convencer en las altas instancias vaticanas por los Guirlandas que persisten con las mismas paparruchas ante cualquiera que quiera escucharlos. Porque no han cambiado.
Y lo digo con la certeza de quien viene llevando a sus espaldas una cacería mediática-judicial por parte de estos sujetos desde hace siete años hasta el día de hoy. Lo mismo podría atestiguar Paola Ugaz. O José Enrique Escardó. O Martín Scheuch. O el obispo emérito Kay Schmalhausen. Entre muchos otros.
El Sodalicio no ha cambiado. Ni lo va a hacer. Pretender ello es un imposible. Luego de estallar las más graves denuncias sobre la cultura de abuso de poder -que aún niegan- su primera preocupación no fueron las víctimas, sino su reputación. Convocaron una primera Comisión, que no quiso recibir estipendios de la fundación de Figari, y actuó ad honorem y su trabajo arrojó conclusiones devastadoras, que confirmaban que el Sodalitium era una verdadera caja de Pandora de la que nunca dejaron de salir realidades escandalosas y de todo calibre. Como no les gustó, no hicieron caso a sus recomendaciones y contrataron otra, para que elabore un informe a su medida, como así fue.
Tres autoridades, Eduardo Regal, Alessandro Moroni y José David Correa, tuvieron la potestad de expulsar a Figari y a sus secuaces, pero jamás lo hicieron. Tuvo que intervenir una Misión Especial para que ello ocurra, y en parte, todo hay que decirlo, porque las quince expulsiones han sido insuficientes. Pues las nuevas denuncias que continúan apareciendo señalan nombres nuevos, de otros miembros de la “generación fundacional”.
Hay por lo menos varias decenas más de sodálites en actividad a los que no les ha alcanzado el destierro. Y a los que sí, los siguen tratando como “hermanos” o como sodálites caídos en desgracia como consecuencia de una “injusticia”. Porque así de enajenados están. Las anteojeras sectarias están en el ADN de lo que llaman “estilo” o “espiritualidad” o “carisma”.
El Sodalitium, concebido por Luis Fernando Figari (quien ya era un depredador sexual antes de convertirse en “el fundador”) como una institución total, y desarrollada luego junto a su “núcleo fundacional”, no solo tiene manchas indelebles de abusos sexuales a menores, sino que continúa procediendo, para todos los efectos, con prácticas ajenas a la vida religiosa.
¿O es normal que una institución católica contrate a operadores sicarios (como ha sido demostrado en el Perú con la “Operación Valkiria”) en las entrañas de la justicia peruana para movilizar los intereses que le favorecen y acosar judicialmente a sus denunciantes?
Porque si eso es normal en la iglesia católica, entonces olvídense de todo lo que dije y que sean bienvenidos todos los Sodalicios que ya existen en la galaxia del catolicismo, y los que están por venir.