Antonio Aradillas Bronca sí, pero menos

(Antonio Aradillas).- En titulares contundentes y anatematizadores presentaron los medios de comunicación social la noticia de la interpretación de determinadas coincidencias en la relación Arzobispo de Madrid-Padre Ángel (Mensajeros de la Paz) respecto al servicio y función dada por este, al templo de san Antón, en la madrileña calle de Hortaleza, y más concretamente a propósito del acto religioso celebrado a la muerte de Pedro Zerolo. "Bronca, broncazo, apercibimiento, reproche, desacreditación, "juicio de Dios"...son palabras que se hicieron presentes, mientras que no aparecieron por parte alguna "diálogo, conversación, palique, encuentro, charla o visita, lo mismo en la redacción de la noticia, como en la transcripción del comunicado oficial.

La notoriedad del problema, por sus protagonistas y circunstancias de lugar y de tiempo, entre otras, el cúmulo de esperanzas "franciscanas" de renovación de la Iglesia, encarnadas en el sucesor de Mons. Rouco Varela, merecen reflexión atenta, decidida, audaz y, posiblemente para algunos, atrevida y osada, por supuesto que con el debido respeto a la jerarquía y al evangelio.

. Mons. Osoro tuvo a su tiempo conocimiento del acto religioso que habría de celebrarse en el templo. Su noticia había sido divulgada, y además comunicada personalmente por el propio padre Ángel. Aún más, conociendo al padre Ángel, comprometido con la Iglesia con sus formas identificadoras, y que por encima de todo se manifiestan y expresan con el evangelio en la mano,, por ejemplo, en sus penúltimos capítulos vividos en Nepal, la entrega de la iglesia de san Antón para su tarea eclesial, había de llevar consigo ciertos "riesgos", no del agrado "evangelizador" de determinados movimientos y corrientes espirituales, conservadoras a ultranza, ante o anti conciliares, dimanantes todavía de los mismos dicasterios curiales en frontal y alardeante desacuerdo con el comportamiento del propio Papa Francisco.

. De la letanía de interrogantes que suscita el "broncazo" archidiocesano contra el administrador de los bienes y dones "religiosos" concentrados en la idea y desarrollo de las 24 horas de apertura y disponibilidad del templo al servicio del pueblo - todo pueblo es Pueblo de Dios- , pongo el acento en algunos. ¿Significa tal gesto el punto y aparte, o el punto final, a tantas y tan legítimas ilusiones y aspiraciones, que el nuevo arzobispo de Madrid suscitó en sus diocesanos en cuanto a la renovación de la Iglesia? ¿Fue o no, de alguna manera, impuesto por Roma el aludido comunicado de descalificación de la religiosidad del acto celebrado en la iglesia de san Antón? ¿Pudo, o debió, haber sido otra la reacción del Arzobispo, sin excluir el público desacuerdo con el mismo? ...Sí, pero la amenaza de una escisión o cisma...¿Es que acaso este no existe, y se manifiesta dentro y fuera de la Iglesia, guardándose hipócritamente las formas, o recurriendo a su justificación con la teoría reluciente de la diversidad de opiniones, pero todos "uno" por la gracia y la caridad cristianas?

. Emergen en algunos, ideas y comportamientos, "cristianos" por tradición, comodidad y ritos, y aprovechan esta ocasión que el Arzobispo se hubiera ahorrado, y hubiera ahorrado a muchos, intensos dolores de cabeza - que no de corazón- si el padre Ángel, o cualquier administrador del templo sanantoniano de la calle Hortaleza, se hubiera dedicado las 24 horas a rezar permanentemente el "Vía Cerucis" o en santo Rosario, multiplicar los confesonarios, acentuar las notas del "Cantemos al Amor de los Amares", a pedirle perdón por algunos -no todos- , los pecados de la humanidad, entre otros el de "los crímenes de la prensa impía y blasfema", y a servir de referencia específica para procesiones de flagelantes, sin obviar el paso por la recoleta plaza de Chueca -centro del barrio- , y añorar piras encendidas inquisitoriales para quemar a "pecadores" y a legisladores, consentidores y artífices de "las vidas ignominiosas y antinaturales" de algunos, y de quienes, los permiten, los tratan y se relacionan aún cívicamente con ellos o ellas.

. Es suposición elemental que algunos hayan sido quienes cursaron la correspondiente denuncia a los dicasterios romanos. De la constatación y veracidad de las mismas, no faltarán documentos, que algún día podrán publicarse, como otras tantas pruebas de la "cultura religiosa" con la que se pastoreaba al pueblo de Dios, y de los argumentos con los que se insistía para su conservación y aspiración a ser declarados "católicos ejemplares" y, en ocasiones, a beatos y santos.

. A no pocos españoles, católicos o no tanto, les extraña la contundencia, claridad y lucidez, filosófica, teológica y sociológica, con la que los redactores del "monitum" hayan juzgado como "actos políticos aquellos como "manifestaciones ideológicas y políticas, que nada tienen que ver con la misión de la Iglesia, con la oración y celebración de los misterios del Señor" ¿Juzgan con idéntica lucidez , por poner un ejemplo, la reciente "encíclica verde" del Papa Francisco? ¿Es su contenido religioso, o político y son sus destinatarios los Jefes de los Estados, los responsables de la economía y de la industria, o los fieles cristianos con aspiraciones religiosas a vivir en del mejor y más digno modo posible en la "Casa Común" del mundo, obra preclara creada y re- creada por Dios para sus hijos? ¿Son actos políticos aquellos en los que las autoridades civiles, con unas siglas u otras, se hacen presentes, y hasta los presiden?

. De más larga, historiada y documentada reflexión bíblica, ascética y litúrgica, serían merecedores los comentaristas del acto celebrado en el templo de san Antón, junto a las reliquias, indulgenciadas y con las "debidas licencias", de san Valentín, abogado y patrono de amores y amoríos y con multitud de devotos y devotas. Orienta recordar que "saludaos mutuamente con el ósculo santo" es consejo que en el Nuevo Testamento recogen y divulgan las Cartas de san Pedro y san Pablo y el libro de los Hechos de los Apóstoles y cuya práctica estuvo vigente en la sinaxis eucarísticas de los primeros siglos de la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente. El beso-beso ("tocar u oprimir con un movimiento de labios, haciendo al propio tiempo una leve aspiración a impulso del amor o deseo, en señal de amistad o reverencia"), santifica, venera, salva y redime. El beso es comunión y comunicación. Sacraliza y consagra. El beso-beso no tiene nada que ver, ni que sentir, con la interpretación que algunos "pan-sexistas" les hayan proporcionado a gestos "celebrados" con ocasión de la muerte de Zerolo y su memoria en el templo de la calle Hortaleza. El beso-morreo no es beso, por lo que, de por sí, su trato y tratamiento jamás serán litúrgicos, sino que pertenecen a otras disciplinas, o indisciplinas, más o menos antropológicas.

. El beso-abrazo que también imparten los obispos, y que se imitan en la liturgia social de la convivencia, ni son besos ni abrazos, y menos de paz y de confianza. Son gestos hipócritas, fingidos, artificiosos, rituales y falsos. No llegan ni siquiera a pecado. Son memeces y majaderías. El Padre Dios, y el padre Ángel, lo comprenden y sonríen.

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