Como diría el mismísimo Escrivá, “habla, no te calles, alza tu voz" Miguel G. F.: "El Opus Dei sabía de los abusos cometidos por Manuel Cociña al menos desde 2011"
"Ahora que se ha condenado a Manuel Cociña Abella, creo que es mi responsabilidad ayudar para que estas situaciones empiecen a ser vistas como lo que son: delitos que no pueden ser encubiertos, con víctimas a las que hay proteger. Sólo actuando entre todos pararemos esta lacra en nuestra sociedad"
"No es una fecha al azar, fue cuando se lo conté en persona al director de los numerarios de España. ¿Qué hicieron con esa información?: “desterrar” al sujeto a Galicia, y cubrir los hechos con medias verdades. ¿Mereció la pena, si al final se iba a acabar sabiendo todo?"
"Señores eclesiásticos, saquen la suciedad de debajo de las alfombras, no se manchen con culpas que NO son suyas"
"Quiero lanzar aquí un mensaje de apoyo a todas las víctimas silenciadas. “Clama, ne cesses”, levanta tu voz y da a conocer lo que te ha pasado. Peléalo, vas a tener el apoyo de toda la sociedad, ya verás. Tú no eres culpable, créetelo"
"Señores eclesiásticos, saquen la suciedad de debajo de las alfombras, no se manchen con culpas que NO son suyas"
"Quiero lanzar aquí un mensaje de apoyo a todas las víctimas silenciadas. “Clama, ne cesses”, levanta tu voz y da a conocer lo que te ha pasado. Peléalo, vas a tener el apoyo de toda la sociedad, ya verás. Tú no eres culpable, créetelo"
| Miguel G. F.
De mis años en el Opus Dei se me quedó grabada una cita en latín de la Biblia: Clama, ne cesses! Viene a ser algo así como “habla, no te calles, alza tu voz”. En la Obra decían que fue lo que inspiró a Escrivá a hacer su tour de catequesis por América en los 70. Puede ser, no lo sé. Lo que sí sé es que es la frase que me ha animado estos 18 años a pelear por mi caso.
Cuando hablamos de abusos sexuales, lo peor no son los hechos en sí. Ha habido un antes, un durante y un después. Eso es lo duro de esta experiencia, averiguar lo que pasó y qué huella ha dejado en ti. Pero sobre todo –al menos en mi caso-, lo más difícil ha sido sacarme la vergüenza y entender que aquí el culpable fue otro.
Por eso, ahora que se ha condenado a Manuel Cociña Abella, creo que es mi responsabilidad ayudar para que estas situaciones empiecen a ser vistas como lo que son: delitos que no pueden ser encubiertos, con víctimas a las que hay proteger. Sólo actuando entre todos pararemos esta lacra en nuestra sociedad.
Ventilar las alfombras
Pensemos en la vida civil, por ejemplo en el fútbol. ¿Sería responsable el Real Betis Balompié de un delito que cometiera uno de sus jugadores? No. ¿Y si ese delito tuvo lugar en el terreno de juego? Tampoco, es responsabilidad exclusiva de esa persona. Otra cosa empieza a ser si el equipo aprovecha su influencia para ocultar los hechos, traslada al deportista o incluso emprende una campaña contra el denunciante. Ahí empezamos a hablar de encubrimiento.
¿Sería responsable el Real Betis Balompié de un delito que cometiera uno de sus jugadores? No. ¿Y si ese delito tuvo lugar en el terreno de juego? Tampoco, es responsabilidad exclusiva de esa persona. Otra cosa empieza a ser si el equipo aprovecha su influencia para ocultar los hechos, traslada al deportista o incluso emprende una campaña contra el denunciante. Ahí empezamos a hablar de encubrimiento.
Con los abusos sexuales en la Iglesia ocurre lo mismo. Creo firmemente que es un problema de los abusadores, un delito personal de estos, no de la institución. Por eso no se entiende el empeño que ponen algunos por tapar, esconder o negar. Con esa actitud sólo consiguen meterse ellos mismos en el hoyo de podredumbre que cavó el delincuente.
En mi caso particular, el Opus Dei sabía de los abusos cometidos por Manuel Cociña al menos desde 2011. No es una fecha al azar, fue cuando se lo conté en persona al director de los numerarios de España. ¿Qué hicieron con esa información?: “desterrar” al sujeto a Galicia, y cubrir los hechos con medias verdades. ¿Mereció la pena, si al final se iba a acabar sabiendo todo?
He conocido en mi vida cientos de curas, -algunos más simpáticos, otros más pesados-, pero sólo uno abusó de mí. La proporción es enana, pero el daño gigantesco. ¿No podía el Opus Dei haber enjuiciado a este tipo desde el principio, con los primeros casos en Barcelona? ¿Por qué ese empeño por vestir de “enfermedad” que lo retiraron de la Basílica de San Miguel por abusos sexuales? ¿Por qué tuve que ir a los medios para que esto se diera a conocer? ¿A qué tanta torpeza encubriendo a un delincuente?
He conocido en mi vida cientos de curas, -algunos más simpáticos, otros más pesados-, pero sólo uno abusó de mí. La proporción es enana, pero el daño gigantesco
Señores eclesiásticos, saquen la suciedad de debajo de las alfombras, no se manchen con culpas que NO son suyas.
Sacarse los miedos
Cuánta razón tiene el Evangelio cuando dice aquello de que “La verdad os hará libres”. Llevo cargando con culpa y vergüenza 18 años, y recién ahora con la sentencia empiezo a sentir paz. Ya no tendré que volver a callar cuando alguien me comente que los abusos sexuales siempre se los buscan las víctimas, o que sólo ocurren en instituciones “perdidas” de la Iglesia. No señor, estas cosas pasan, han pasado, y ya es hora de llamarlas por su nombre.
Al principio de mi caso, tuve mucho miedo de que se conociera, y lo oculté por años. Asumí en solitario la vergüenza, sintiéndome un miserable. Qué diría mi familia, qué pensarían de mí en Sevilla, o incluso si quedaría como un loco para la sociedad. Pues bien, hoy puedo decir que ese temor era infundado. He recibido miles de mensajes de apoyo en las redes sociales, el Opus Dei ha tenido que reconocer públicamente que estos abusos ocurrieron, y mi familia me ha mostrado un cariño unánime en todo este tiempo.
He recibido miles de mensajes de apoyo en las redes sociales, el Opus Dei ha tenido que reconocer públicamente que estos abusos ocurrieron, y mi familia me ha mostrado un cariño unánime en todo este tiempo
Por eso quiero lanzar aquí un mensaje de apoyo a todas las víctimas silenciadas. “Clama, ne cesses”, levanta tu voz y da a conocer lo que te ha pasado. Peléalo, vas a tener el apoyo de toda la sociedad, ya verás. Tú no eres culpable, créetelo. No eres responsable de lo que otros se hayan creído en derecho de hacer contigo. Sólo hablando vas a volver a ser dueño de tu pasado y de tu destino.
Quiero terminar agradeciendo de corazón el apoyo recibido en estos días, ha sido fundamental. Como decía Chesterton, “Si algo vale la pena, vale la pena por encima de cualquier obstáculo”. Y esta lucha contra los abusos sexuales vale la pena pelearla entre todos.
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