El decálogo del arzobispo de Concepción frente al dilema de la “última cama” Monseñor Chomali: "Cada vez que no se cumplen las normas sanitarias lo único que se logra es que más personas lleguen a los cuidados intensivos"
"Es lícito no recurrir, siempre y en todas las circunstancias, a toda clase de remedios posibles, dado que ello podría únicamente provocar una prolongación precaria de la existencia"
"Resulta éticamente inaceptable que los medios utilizados dependan de la situación financiera del paciente"
"Cuando la enfermedad inevitablemente conducirá a la muerte, el paciente tienen derecho a morir con dignidad"
"Es importante dejar actuar a los equipos médicos y apoyarlos. Ellos tiene que tomar decisiones ante situaciones muy complejas que exigen confianza, colaboración y apoyo por parte de la ciudadanía"
"Cuando la enfermedad inevitablemente conducirá a la muerte, el paciente tienen derecho a morir con dignidad"
"Es importante dejar actuar a los equipos médicos y apoyarlos. Ellos tiene que tomar decisiones ante situaciones muy complejas que exigen confianza, colaboración y apoyo por parte de la ciudadanía"
| Fernando Chomali, arzobispo de Concepción
(Arzobispado de Concepción).- Dada la dignidad del ser humano, toda persona enferma, independiente de su condición social y económica, nivel educacional, origen racial, creencias, edad, libre o en una cárcel, y de sus gustos personales, tiene el deber de solicitar ayuda médica y el derecho a ser atendido adecuadamente.
El personal de salud que atiende y trabaja cerca de personas enfermas debido al coronavirus tiene el derecho y el deber de cuidarse y ser cuidados, por lo que en justicia se les debe proveer toda la asistencia material, humana, sicológica y espiritual que requiera para realizar sus labores con la mayor seguridad posible.
Cada vez que no se cumple con las normas sanitarias que emanan de la autoridad en materia de cuarentena y cordones sanitarios, uso de implementos de protección, distanciamiento físico, lavado de manos, entre otros, lo único que se logra es que más personas lleguen a los servicios de cuidados intensivos y menos posibilidades tengan de un ventilador mecánico si llegasen a requerirlo.
Cada caso es único e irrepetible y debe ser analizado en su mérito por médicos verdaderamente competentes. La opinión de los Comités de Ética de los centros hospitalarios puede ser de gran ayuda a la hora de tomar decisiones terapéuticas, pero será el médico tratante quien con ciencia y en conciencia ha de procurar la cura más conveniente. El equipo de salud es fundamental e indispensable puesto que sin ellos poco o nada se podría hacer, pero la responsabilidad del médico es indelegable e intransferible.
Siempre se ha de evaluar si el empleo de instrumentos y personal es desproporcionado a los resultados previsibles y si las técnicas empleadas imponen al paciente sufrimientos y molestias mayores que los beneficios que se pueden obtener de los mismos. Desde el punto de vista ético, -habida consideración del parecer del paciente- es legítimo renunciar a ciertas intervenciones médicas que no parecen adecuadas a la situación del enfermo.
Es lícito no recurrir, siempre y en todas las circunstancias, a toda clase de remedios posibles, dado que ello podría únicamente provocar una prolongación precaria de la existencia y podría correr el riesgo de un tecnicismo que puede ser abusivo. Se ha de procurar siempre que los medios empleados sean útiles y eficaces.
Se está siempre obligado a los medios ordinarios y habituales de curación después de ponderar atentamente los siguientes aspectos: el tipo de terapia, el grado de dificultad, el riesgo que comporta, las posibilidades de aplicación, las condiciones del enfermo, y sus fuerzas físicas y morales. No se está obligado a lo imposible, pero resulta éticamente inaceptable que los medios utilizados dependan de la situación financiera del paciente o su familia. Sobre los servicios de salud privados grava una hipoteca social y por ello el rol subsidiario del Estado es fundamental.
Cuando la enfermedad inevitablemente conducirá a la muerte, el paciente tienen derecho a morir con dignidad, lo que implica: cuidados paliativos para hacerle más soportable la fase final de la enfermedad; asegurarle una adecuada asistencia humana y espiritual; estar acompañado por un familiar para vivir la dolorosa -pero sanadora- experiencia de la despedida.
Es importante dejar actuar a los equipos médicos y apoyarlos. Ellos tiene que tomar decisiones ante situaciones muy complejas que exigen confianza, colaboración y apoyo por parte de la ciudadanía. Lo mismo se aplica para quienes proyectan y promueven las políticas públicas en estas materias, quienes de buena fe hacen el mejor esfuerzo dentro de las limitaciones que impone un hecho traumático sin precedentes como la pandemia que estamos viviendo.
Mientras más responsables seamos todos, disminuirán los contagios, por lo tanto los enfermos y los fallecidos. Además, es un acto de justicia hacia aquellos que exponen sus vidas en los hospitales y clínicas para sanar, curar, aliviar y consolar a quienes están hospitalizados. Para ellos toda nuestra admiración, apoyo y felicitaciones.