La barrera infranqueable El Sínodo ante la fuerza del sino
El 28 de enero de 2023 la Conferencia Episcopal Española publicó una síntesis para la etapa continental europea del Sínodo. La pregunta fundamental que guía todo el proceso sinodal es: “¿Cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese caminar juntos que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo a la misión que le fue confiada; y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como iglesia sinodal?”
El Sínodo se encuentra ante la fuerza del sino, el sesgo dogmático, legalista y autocrático que subyace, la barrera infranqueable. Hay que volver a las fuentes. Hay que revisar la tradición a la luz de la Escritura que “no puede fallar” (Jn 10,35)
| Jesús López Sáez
El 28 de enero de 2023 la Conferencia Episcopal Española publicó una síntesis para la etapa continental europea del Sínodo. La pregunta fundamental que guía todo el proceso sinodal es: “¿Cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese caminar juntos que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo a la misión que le fue confiada; y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como iglesia sinodal?”.
Aspectos positivos: “Resuena como una intuición compartida la valoración positiva de la propia experiencia del camino realizado hasta ahora”. Además, “sigue resonando con intensidad la invitación a ser una Iglesia en salida, en el contexto de la secularización que vivimos en Europa y en España. Por eso se subraya el anhelo de una Iglesia misionera, de puertas abiertas, donde se escuche el grito de los más pobres y vulnerables, sin olvidar el clamor de la tierra. Una experiencia novedosa ha sido la gran coincidencia en la importancia del ecumenismo y del diálogo interreligioso, que amplía el espacio de nuestra tienda, la Iglesia”.
Tensiones o divergencias: “Se detecta con fuerza la tensión del clericalismo que lleva a confundir el servicio con el poder”, “se manifiesta un deseo de participación real del pueblo de Dios en la vida y en la toma de decisiones en la Iglesia, que se topa con evidentes limitaciones estructurales. De ahí la petición de que los organismos sinodales no sean meramente consultivos, sino lugares donde las decisiones se tomen en base a procesos de discernimiento comunitario”, “asumimos la dificultad -y, en ocasiones, el rechazo- al encuentro con lo diverso, lo diferente, especialmente cuando puede causar escándalo o incomodidad. Se mencionan temas muy variados: Los pobres, los marginados, las personas con discapacidad, el mundo de la inmigración, las personas con situaciones familiares o afectivas diversas o aquellas que se alejaron de la Iglesia o que nunca formaron parte de ella”, “el escándalo de los abusos sexuales también provoca tensión: reconocer el mal causado, reparar a las víctimas, aumentar la protección y avanzar hacia una mayor transparencia”, sobre el papel de la mujer se invita “a un discernimiento sin miedo, desde la común dignidad bautismal”, se destaca “la escasa participación de los jóvenes en el proceso sinodal y en la vida de la Iglesia”, falta relación de la liturgia con la vida y “una mayor participación de todo el pueblo de Dios”.
Prioridades: “Resulta imprescindible en el momento presente estructurar la sinodalidad”, resituar “la misión de la Iglesia en el mundo en un contexto secularizado”, “revitalizar el papel de la Iglesia en el espacio público y renovar su compromiso con la justicia, los procesos de construcción de la paz y la reconciliación, los derechos humanos, el cambio social, el mundo del trabajo y la cuestión ecológica. En definitiva, seguir avanzando hacia una Iglesia en salida con una clara identidad misionera en todos sus proyectos, propuestas y acciones”.
Todo esto está muy bien: se destacan aspectos positivos, se señalan tensiones y divergencias, se establecen unas prioridades irrenunciables. Sin embargo, se olvida el objetivo fundamental para el que fue convocado el Concilio Vaticano II: “para devolver al rostro de la Iglesia de Cristo todo su esplendor revelando los rasgos más simples y más puros de su origen” (Juan XXIII, 13-11-1960).
Volver a las fuentes
Hay que volver a las fuentes, una de las grandes inspiraciones conciliares. Hay que volver al Evangelio, a los Hechos de los Apóstoles, a la experiencia de las primeras comunidades cristianas. La primera comunidad (Hch 2,42-47) es clave de renovación eclesial (LG 13 y DV 10). En el aspecto ecuménico, “todos examinan su fidelidad a la voluntad de Cristo sobre la Iglesia y, como es debido, emprenden la tarea de renovación y de reforma” (UR 4). Es la reforma pendiente.
A propósito de la participación sinodal la pregunta es: participar ¿en qué? Los sínodos posconciliares, que puso en marcha Pablo VI, son sínodos consultivos, no decisorios. En los primeros tiempos no era así. Pablo y Bernabé se reúnen en Jerusalén con los dirigentes de la Iglesia, Santiago, Pedro y Juan, para afrontar la cuestión de los gentiles convertidos al Evangelio (Ga 2,10). La conclusión es esta: “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de la idolatría, del homicidio y del adulterio” (Hch 15, 28-29).
San Jerónimo (+420), en su libro sobre los hombres ilustres, presenta a San Paciano (310-391), obispo de Barcelona, hablando de los pecados que requieren penitencia pública. Estos son los tres pecados capitales: idolatría, homicidio y adulterio (Hch 15, 29): “Es necesario que os abstengáis de las carnes inmoladas a los ídolos, del homicidio y de la unión ilegítima (adulterio)” (Parénesis, 3 y 4; PL 13, 1083 y 1084).
Voy a decir una cosa eclesiásticamente incorrecta. Volviendo a las fuentes, Pedro estaba casado (Mt 8,14), como los demás (1 Co 9,5), y esto no representó ningún problema para Jesús. Pablo estaba soltero (2,15), era una opción al servicio del Evangelio (Mt 19,12), no una norma excluyente del servicio eclesial (1 Co 12,5). Febe, colaboradora de Pablo, era “servidora de la Iglesia de Céncreas” (Rm 16,1), es decir, dirigente, tal y como dijo Jesús: “El que quiera ser grande entre vosotros sea vuestro servidor” (Mt 20,22), y esto no representó ningún problema para la Iglesia naciente. El Sínodo se encuentra ante la fuerza del sino, el sesgo dogmático, legalista y autocrático que subyace, la barrera infranqueable. Hay que volver a las fuentes. Hay que revisar la tradición a la luz de la Escritura que “no puede fallar” (Jn 10,35).