"Como personas, todos somos de igual dignidad y valor en cualquier territorio o nación" Desvelando el conflicto mundial: Una mirada temida y rehuida
"¿Qué diablo pues hace que un territorio = nación proceda contra la dignidad y derechos de cualquier persona?"
"Nunca un territorio, sea cual fuere, está por encima del valor de la persona ni se le puede impedir vivir con seguridad en él"
"El territorio no es de nadie, es de todos. Y en cualquier lugar, toda persona debe ser respetada por serle connatural el derecho a incardinarse en cualquier territorio de la tierra"
"Querámoslo o no, nos encontramos atrapados por el sistema neoliberal capitalista, que no busca el bien de las personas y de los pueblos, sino de una minoría que lo concentra para su beneficio"
"El territorio no es de nadie, es de todos. Y en cualquier lugar, toda persona debe ser respetada por serle connatural el derecho a incardinarse en cualquier territorio de la tierra"
"Querámoslo o no, nos encontramos atrapados por el sistema neoliberal capitalista, que no busca el bien de las personas y de los pueblos, sino de una minoría que lo concentra para su beneficio"
| Benjamín Forcano, teólogo
I. LA ALTERNATIVA QUE HARÍA IMPOSIBLE LA GUERRA
1-¿Cuál sería el planteamiento?
Por extraño que parezca, se nos está mostrando a diario y no lo vemos. Los conflictos que genera toda guerra no son de persona a persona, sino de nación a nación. Lo cual encierra la verdad de que sin las personas no existe ni subsiste ningún territorio nacional.
¿Qué diablo pues hace que un territorio = nación proceda contra la dignidad y derechos de cualquier persona? ¿Qué razones o intereses hacen que la trayectoria de la humanidad esté atravesada de punta a cabo por este extravío dando al traste con la dignidad de la persona?
Está claro que el ser humano no vive ni puede vivir solo. Esa soledad la supera conviviendo con otros. Tal convivencia en su despliegue múltiple, tiende a hacerse con la conciencia de que todo ser humano tiene una igualdad, una dignidad y unos derechos inapelables en cualquier territorio del planeta tierra. Nunca un territorio, sea cual fuere, está por encima del valor de la persona ni se le puede impedir vivir con seguridad en él.
Podríamos enumerar la cantidad de naciones que se aposentan hoy en el planeta tierra. Todas se distinguen unas de otras porque abarcan un determinado territorio, al que se lo marca y reserva como propio. Previamente estos territorios eran de nadie, pues nadie los había creado.
Por otra parte, resulta natural que la convivencia reiterada de cuantos habitan un mismo territorio incremente la confianza, la colaboración y la unión interna, en tanto que favorezca la distancia, la competencia y hasta la independencia respecto a otros territorios.
Esta progresiva independencia propende a no mezclarse con otros territorios y a asegurar la posesión del propio.
2.- El territorio = nación de toda persona es propiamente la tierra entera
Sin embargo, esta progresiva identidad influye en relegar a segundo plano la común igualdad y derechos de las personas, que son siempre base y razón de ser de todo territorio. Por lo que la prioridad dada al territorio, tan vigente ayer como hoy, se convierte fácilmente en desconfianza y hasta en hostilidad hacia quienes se muestran recelosos u opuestos. Y si persisten, no se dudará en alejarlos incluso con violencia, postergando la mutua dignidad y derechos de unos y otros.
El territorio no es de nadie, es de todos. Y en cualquier lugar, toda persona debe ser respetada por serle connatural el derecho a incardinarse en cualquier territorio de la tierra.
3- En este sentido, acabar con el conflicto requiere , primero de todo, esclarecer y denunciar las causas -en este caso no aireadas- que lo provocan: es un autocreerse no sólo igual sino superior a quien pretende compartir nacional y acordada convivencia.
No cesan de aparecer, muy superlaudables, mil deseos y propuestas de que se acabe con la barbarie de la guerra, pero de nada o poco sirven, si no se sustraen las causas que la provocan. Y las causas son siempre -sépase o no- las mismas: anteponer el mudable y secundario valor territorial a la superior y universal valía de las personas.
Insisto: siempre, en estos casos, puja una actitud de pueril soberbia, en lugar de fortalecer la igualdad, el respeto, la confianza y la solidaridad mutua.
II LA ALTERNATIVA DE JESÚS DE NAZARET AL CONFLICTO ACTUAL GLOBALIZADO
Lo inmenso de la catástrofe nos obliga a ser extremadamente claros, al sentir crepitar vivo el fuego del prejuicio, del odio, de la enemistad, de la división y de la guerra.
Ante el enardecido clima que nos envuelve, Jesús de Nazaret, -sí, Jesús de Nazaret- es la ALTERNATIVA que garantiza la igualdad, la fraternidad, la libertad y la paz de unos con otros, de todos.
Entrañables e innumerables son los ruegos y propuestas de integración, pero de poco o nada sirven mientras tengamos ceñidas de una u otra parte las corazas del odio y de la enemistad con ansias de dominación.
El espectáculo sigue siendo violento y aterrador si no acertamos a establecer los cimientos de la convivencia, tal como nos lo enseñó una y otra vez el universal liberador de Nazaret.
Querámoslo o no, nos encontramos atrapados por el sistema neoliberal capitalista, que no busca el bien de las personas y de los pueblos, sino de una minoría que lo concentra para su beneficio, haciendo del dinero su dios, un dios que margina, esclaviza y crea víctimas, acrecienta la desigualdad, el paro y la pobreza e impone su poder en el Parlamento.
Hoy el planeta tierra produce bienes y medios sobrantes para todos, pero no llegan a todos porque el capitalismo los excluye.
Como reacción justa e inevitable estalla la indignación y la protesta que de siempre llevamos dentro: “El hombre es cosa sagrada para el hombre, hermano y no lobo, no se lo puede mercantilizar”.
Esta es la clave ético-humanista que nos obliga a sentenciar: no soporto la injusticia, no soporto la desigualdad, ni la discriminación, ni la soberbia, ni el engaño, ni la humillación, ni el sufrimiento, ni la dominación.
Igualmente nos resulta intolerable la indiferencia o la neutralidad y nos rebelamos. No lo soportamos porque todos somos lo mismo, la vida del otro es como la mía y maltratar a uno es maltratar a todos.
Y dentro de este amplísimo campo, se sitúa inesperado lo más admirable: nos acompaña quien como nadie está en el origen y sentido de nuestra existencia: el gran profeta de Nazaret.
Quien proceda estimulado por la verdad, se encontrará con que el mensaje de Jesús se coloca en su sociedad por encima del sistema que no permitía la igualdad ni la libertad.
III PRIMERA Y ÚLTIMA HORA
Tras sopesar lo dicho, hora es de que el gran conflicto, que a todos implica y estremece, pase a ser responsabilidad primordial de todos. Porque hoy el mundo está superconectado con una información global, pormenorizada e instantánea, merced la cual, la gravedad del conflicto se sobrepone a lo más concreto e inmediato de nuestra vida, condicionando el sentir y obrar de la humanidad entera.
Tal situación demanda que una sola y universal voz resuene en toda la tierra: resulta absurdo, antihumano y criminal que unos mismos seres humanos, encuadrados en diversidad de territorios, denominados naciones, no sean capaces de mezclarse y convivir juntos como iguales y hermanos, por creer neciamente que la simple y múltiple convivencia grupal los condena a creerse superiores y contrapuestos.
Póngase plenamente al descubierto y elimínese ésta como la más funesta de las trampas: creerse que no somos buenos nacionalistas por estar y convivir juntos y solidarios en diferente territorio. La prioridad a una nación no se la puede conceder a ninguna, porque todas son iguales, pues están construidas por personas que ostentan en todo lugar la misma dignidad, deberes y derechos.
Consecuencias: como personas, todos somos de igual dignidad y valor en cualquier territorio o nación. Y no somos buenos nacionalistas, si a cualquier persona se la infravalora o excluye simplemente porque muestra no ser de nuestra misma nación.
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