Párroco de la Ciudad de los Periodistas Es y se llama Ángel
Al padre Ángel Baños, párroco de la Ciudad de los Periodistas, han tenido que trasladarlo a Salamanca, para ser mejor atendido en su residencia religiosa
Dado el estricto régimen “coronavírico” en el que nos encontramos, Ángel, sin más despedidas, fue trasladado en una ambulancia y sanseacabó…
¡Hermano Ángel!, que se sea leve la estancia en Salamanca. Cuídate bien y deja que te cuiden. En esto –y nada más que en esto-, no seas rebelde. La rebeldía es patrimonio de la condición sacerdotal, que tú sagradamente representas y representarás, quiera Dios que por muchos más años
Periodistas y no periodistas, chicos y mayores, abuelos, hijos y nietos de la parroquia y de sus alrededores. Le charemos muchos de menos a este cristiano a carta cabal
¡Hermano Ángel!, que se sea leve la estancia en Salamanca. Cuídate bien y deja que te cuiden. En esto –y nada más que en esto-, no seas rebelde. La rebeldía es patrimonio de la condición sacerdotal, que tú sagradamente representas y representarás, quiera Dios que por muchos más años
Periodistas y no periodistas, chicos y mayores, abuelos, hijos y nietos de la parroquia y de sus alrededores. Le charemos muchos de menos a este cristiano a carta cabal
Sí, es y se llama Ángel. Y se apellida Baños. Por más señas, nació en la provincia castellano y leonesa de Palencia y, por lo visto y oído, y en conformidad con los resultados “vocacionales” tan generosos registrados entonces por aquellas latitudes, el “recolector” de posibles candidatos de chicos a los seminarios y noviciados, era un experto en tales menesteres y, con la ayuda de Dios, logró engrosar el listado de vocaciones, en este caso, para la Orden de los Padres Agustinos, en una de sus múltiples versiones. Agustinos nacidos en Palencia son muchos los que se contabilizan. En mi caso, nacido yo en la provincia extremeña de Badajoz, los párrocos nos orientaron en mayor proporción hacia el Seminario Diocesano, cuyo celestial patrono era, y es, san Atón –no Antón-, cuya “vida y milagros se pierden en las piadosas páginas de la “Leyenda Áurea”.
Y al padre Ángel Baños, párroco de la Ciudad de los Periodistas durante un puñado de años y encarnado de por vida en la parroquia y en el Colegio de Valdeluz, a consecuencia de que su “carrocería” corporal comenzó a resentirse ya por el paso de los años y de las preocupaciones pastorales y docentes, recientemente han tenido que trasladarlo a Salamanca, para ser mejor atendido en su residencia religiosa y no lejos de los versos sublimes de Fray Luis de León, su congénere, inspirados y salmodiados a orillas del Tormes y que se inician con aquello de “¡Oh, fuente, oh monte, oh río, oh secreto seguro deleitoso¡”. Dado el estricto régimen “coronavírico” en el que nos encontramos, Ángel, sin más despedidas, fue trasladado en una ambulancia y sanseacabó… Una buena medida y determinación de sus superiores, justificada suficientemente por el dato de que, por ejemplo, en más de una ocasión Ángel se había caído de la cama y tuvo que pasar más de una noche tendido en el santo suelo de su habitación.
Al padre Ángel, periodistas y no periodistas, chicos y mayores, abuelos, hijos y nietos de la parroquia y de sus alrededores, le echaremos muchos de menos. Entre otras razones, porque “casó” a no pocos de los colegas, porque bautizó a otros y porque ofició los funerales de tantos. Y es que Ángel es además y sobre todo, una buena persona. Una buena gente. Un cristiano a carta cabal. Cree en Jesús y se comporta con él como si fuera su amigo de toda la vida y su hermano, Cree en la Virgen de la Esperanza, en san Agustín y en algunos curas y frailes. Tal vez crea más en los laicos.
Es de por sí, y para mayor gloria de Dios, independiente, poco legalista y de los convencidos de verdad de que “no es el hombre para el sábado,-la ley- sino este – está-para el hombre…” , con prevalente atención para la sencillez y la pobreza que son las que ahorman y definen.
Ángel es un hombre religiosamente culto.”En salida”. Está al día. Pese a las limitaciones de los penúltimos tiempos, jamás dejó de participar en cursos, cursillos, conferencias y coloquios celebrados en las Universidades Pontificias de Salamanca o Comillas, en el Instituto de Pastoral y en centros docentes en los que se imparten las Ciencias Sagradas en sus más altos niveles. Ángel posee además una buena cultura adquirida en el trato personal y cercano con los feligreses y amigos. Para muchos, Ángel es “como de la familia”. Uno más. Lo quieren y se deja querer. Amable, sencillo, noble, pobre y profundamente religioso. Siempre servicial, tolerante, comprensivo y dispuesto a a favorecer al prójimo. En todo y con todos. Un “hombre de Dios”
A Ángel le recordarán de modo especial y desconsolado, las mujeres y catequistas de la parroquia. Atendió pastoralmente a varios grupos de ellas, distribuidas semanalmente en actividades y sesiones de caridad y de estudios, sobre todo de los santos evangelios, como esquemas y pautas de comportamiento y de vida. Sin apenas poder presidir la Eucaristía participó en la que yo celebro dominicalmente, junto con el bendito y querido padre Soto, también agustino, sin dejar de mencionar al hermano Pedro. Ángel solía estar de acuerdo con el contenido de mis homilías y, al terminar la misa, se pasaba por la sacristía, sonreía y se despedía diciéndome concierta ironía “¡hasta la semana que viene, si Dios quiere¡”. En cierta ocasión me refirió que, de joven, estando él en Portugalete, me oyó en la Cadena de radio SER manifestándome defensor de la coeducación, de la que también él era partidario, significándole entonces una discreta reprimenda por parte de los superiores. Y es que, claro, eran otros tiempos y en ellos todo cuanto sonara a coeducación era pecado y causa de pecado, para chicos y grandes…
¡Hermano Ángel!, que se sea leve la estancia en Salamanca. Cuídate bien y deja que te cuiden. En esto –y nada más que en esto-, no seas rebelde. La rebeldía es patrimonio de la condición sacerdotal, que tú sagradamente representas y representarás, quiera Dios que por muchos más años. Te recordamos y te recordaremos. “Tus” mujeres seguirán fieles a tus enseñanzas y vivencias pastorales.
Como puedes comprender, estas reflexiones no tienen nada –absolutamente nada- de obituarios. Estos deberían desaconsejarse o ser declarados impertinentes o poco oportunos. En ellos se refieren siempre las mismas cosas. Son epinicios, o “himnos triunfales”. Y además, como ya no los podrán leer los interesados, a estos no les será posible sonreír o sonrojarse con lo que refieren...
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