"La enfermedad evidencia la prevalencia del mercado sobre la salud pública" Un mundo enfermo, con soledad de aislamiento y angustia de fragilidad

Mundo enfermo de coronavirus
Mundo enfermo de coronavirus

"Un virus ha infectado a un cuerpo ya enfermo. Y, como sabemos, el virus es también parte de la vacuna. Cada acontecimiento va a dejar siempre una lección. De lo que se trata es aprender de ella"

"Sin duda, estamos a tiempo y en un tiempo para una reflexión mayor sobre nuestras fragilidades, sobre lo inesperado de la vida, incluso sobre la presencia de Dios"

Impactados. Así estamos desde hace más de un mes por lo que el mundo está pasando. No sabemos cómo terminará todo esto por eso cada día resulta nuevo y viejo a la vez.

El último viernes, el papa Francisco presidió una celebración litúrgica donde concedió la indulgencia plenaria, y la bendición Urbi et Orbi a la ciudad y al mundo. Fue un hecho histórico, no solamente por la situación que estamos viviendo sino porque dicha bendición se otorga en dos ocasiones: el domingo de Pascua y el día de Navidad.

Lo que impactó de dicha ceremonia fueron las imágenes de un papa caminando bajo la lluvia por la Plaza San Pedro totalmente vacía. Una imagen que refleja lo que el mundo está viviendo: la soledad del aislamiento y la angustia de la fragilidad. En sus palabras, llenas de dolor y esperanza, el papa dibujó muy bien la situación del mundo con una frase fulminante: “Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”.

La enfermedad COVID-19 ha explotado en la cara de una sociedad maquillada. Se ha seguido con insistencia y terquedad una senda que ha llevado al ser humano, supuesto protagonista del progreso, como último pasajero. La enfermedad evidencia la prevalencia del mercado sobre la salud pública, la acumulación sobre la gratuidad, el egoísmo sobre la solidaridad. Un virus ha infectado a un cuerpo ya enfermo. Y, como sabemos, el virus es también parte de la vacuna. Cada acontecimiento va a dejar siempre una lección. De lo que se trata es aprender de ella.

Estamos viviendo la ausencia de un abrazo, de un beso, de un apretón de manos, para encontrarle el sentido más profundo a un simple saludo. Estamos frente a una soledad capaz de darle sentido a la solidaridad. Sin duda, estamos a tiempo y en un tiempo para una reflexión mayor sobre nuestras fragilidades, sobre lo inesperado de la vida, incluso sobre la presencia de Dios.

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