La verdadera espiritualidad de monseñor Zornoza El obispo que se soñaba gestor: Un personaje inventado, un hombre a medio hacer
"Cuando llega a la Diócesis de Cádiz-Ceuta en 2011, Zornoza describe a todo el que le escucha (inclusive a la prensa), que el clero y el laicado nativo, se dividen a parte iguales entre los blanqueadores de dinero, candidatos a la conversión y los desasnables, candidatos a su caridad"
"Pese a venderse como gran gestor frente a lo que denomina las tres nulidades antonianas, 'faltas de autoridad y de capacidad de mando' que le precedieron (Añoveros, Dorado y Ceballos), Zornoza ha sido incapaz de buscar soluciones consensuadas a muy diversos inmuebles del importante patrimonio diocesano"
"De Diufaín es bien conocida su voraz adicción a seguir a los papas por todo el planeta, con los fondos de ONG creadas por él mismo"
"A Zornoza no le gusta este territorio de frontera, conflictivo socialmente, del campo de Gibraltar"
"De Diufaín es bien conocida su voraz adicción a seguir a los papas por todo el planeta, con los fondos de ONG creadas por él mismo"
"A Zornoza no le gusta este territorio de frontera, conflictivo socialmente, del campo de Gibraltar"
| Inmaculada Vázquez
Todos los que respetamos a cada persona como si fuera única, sentimos pudor en calificar el comportamiento humano. Pero cuando un responsable eclesial, nombrado como pastor diocesano, se propugna como especialmente virtuoso, descalificando sistemáticamente -por el contrario- a todos sus antecesores postconciliares en la Diócesis, de palabra y por escrito, en público y en privado, asume el riesgo de ser contrastado ante sus propios actos.
Cuando llega a la Diócesis de Cádiz-Ceuta en 2011, RafaelZornoza describe ante todo el que le escucha (inclusive ante la prensa), que el clero y el laicado nativo se dividen a parte iguales entre blanqueadores de dinero, candidatos a la conversión y desasnables, candidatos a su caridad. Nueve años después, víctima de su propia miopía, no halla en el diccionario suficientes elogios para intentar ser digerible a los que han sufrido sus decisiones, en una diócesis de historia bimilenaria, surgida canónicamente de la unión de la Gadicensis y la Septensis, fundada en la ciudad romana de Carteia, bajo el actual Cortijo de Rocadillo, en el corazón de la Bahía de Algeciras.
A la postre, pese a venderse como gran gestor frente a lo que denomina las tres nulidades antonianas, “faltas de autoridad y de capacidad de mando” que le precedieron (Antonio Añoveros, Antonio Dorado y Antonio Ceballos), Zornoza ha sido incapaz de buscar soluciones consensuadas a muy diversos inmuebles del importante patrimonio diocesano, fruto en gran medida de las rentas del tráfico colonial americano (algunas donadas por pseudo católicos, enriquecidos con el tráfico de esclavos, un minuto antes del “sic transit gloria mundi”).
"Con la excusa de incrementar las rentas diocesanas, después de tan supuestas nulidades, atrajo a sí como sirviente ecónomo, a un presbítero, cuyo presunto título civil universitario nadie ha visto"
Con la excusa de incrementar las rentas diocesanas, después de tan supuestas nulidades, atrajo a sí como sirviente ecónomo, a un presbítero, cuyo presunto título civil universitario nadie ha visto, pero del que es bien conocida su voraz adicción a seguir a los papas por todo el planeta, con los fondos de ONG creadas por él mismo, ansioso de promoverse como una rock star, un tal Diufaín. Mediante el cual, ha exprimido, hasta el borde de la ley canónica civil y mercantil, el mencionado patrimonio inmobiliario de la diócesis. Multiplicando sus ingresos hasta los 5.100.000 € anuales, por encima del resto de las diócesis españolas, salvo Toledo.
Actor en busca de personaje, Zornoza llega al Campo de Gibraltar, recién nombrado, pastor de almas en 2011. Confundiendo sus deseos con la realidad, como suele hacer, decide tomar posesión de otro edificio levantado y sostenido por el llorado Añoveros. Edificado sobre la estratégica ubicación de las ruinas de aquel convento que construyeron los franciscanos, para seguir viendo -desde el promontorio de la ciudad de San Roque- el suyo añorado, del que fueron expulsados por las tropas angloholandesas en 1704. Eterna sede del Gobernador Británico de Gibraltar (The Convent), y edificado por ellos en 1480.
Como un Estrabón, que visitase la tierra narrada, pero nunca vista, Zornoza se inventa que tantos presbíteros del Campo de Gibraltar desearán vincularse para siempre con su salvífico magisterio, que considera tirar la que le parece minúscula capilla de esa Casa de Ejercicios Diocesana de “Cristo Rey” y construir otra magna, digna de sí, en la que celebrar los sacramentos con los presbíteros locales. De los cuales, sueña, no podrán resistir la atracción de su carisma. Y menos cuando sepan que él imagina dormir allí, en su recién creado apartamento con cocina propia, de la planta baja, que ordenó construir para sí de inmediato. ¿Será por dinero? Apartamento construido sobre el delirio de la frecuencia con que él mismo se cree pernoctará (no se sabe si la usó alguna vez), a dicho fin... Camino quizá de la otra parte (también por cristianizar) de su diócesis, nada menos que en el vecino continente -también pagano- la ganada por los portugueses en 1415, meriní ciudad de Sebta.
El campo de Gibraltar es un territorio de frontera, abandonado por el Estado. Tal vez el más conflictivo socialmente del Sur de Europa y que forma parte de la Diócesis de Cádiz-Ceuta, en el que habitan trescientos mil habitantes de hecho y doscientos setenta y cinco mil de derecho. Un territorio, en el que ya hace muchas décadas que desaparecieron todas las órdenes religiosas contemplativas, masculinas y femeninas. Lo más parecido a ellas, es la semilla espiritual de un reducidísimo y heroico grupo de frailes de la Orden Trinitaria, entregado a la acción social y solidaria con presos e inmigrantes en Algeciras.
Las condiciones de desestructurado territorio de frontera y desgarrado socialmente entre extremos socioeconómicos, que presenta el campo de Gibraltar, son, sin esa semilla de la vida contemplativa, un puro desierto espiritual. Con contadísimas excepciones que no desean publicidad alguna, sólo conocidas por los naturales.
En dicho desierto, existe una única Casa de Espiritualidad o de Ejercicios, propiedad de la Diócesis de Cádiz. Se asoma al continente africano desde el blanquísimo caserío de San Roque. En dicha casa, se desarrollaban, durante los periodos anteriores a la llegada de Zornoza, imprescindibles cursos de formación teológica y pastoral de calidad. Así como innumerables cursos de crecimiento personal y espiritual (siendo los más conocidos los del MCC-Movimiento de Cursillos de Cristiandad).
Aquello era posible gracias a un matrimonio, que se encargaba de su mantenimiento y de prestar todos los servicios necesarios para que se desarrollaran con dignidad dichas actividades espirituales, de formación y encuentros. La techumbre sufrió filtraciones de agua. Ausentes las inversiones para mantenimiento, devino un progresivo deterioro de las instalaciones.
Cuando llega Zornoza a la Diócesis, el matrimonio había sido sustituido por un instituto religioso femenino, allí residente, al que Zornoza anuncia que no tiene ni la más mínima intención de colaborar al mantenimiento de la Casa de Ejercicios, y que son sus miembros los que deben allegar los recursos adecuados.
Cuando Zornoza consigue por fin librarse de las religiosas, sometiéndolas a tan estricta dieta, anuncia unos supuestos planes suyos de convertir la casa en “su residencia en el Campo de Gibraltar” a la vez que desea reestructurar la capilla, para hacerla tan grande como para “celebrar la Eucaristía de modo estable con todos los presbíteros de los arciprestazgos más cercanos a la vez”, tal vez pretendiendo suscitar la especie de que podría simular ser un epíscopo postconcilar. Aunque no dejaba de dar la pista de lo que entiende por diálogo grupal con sus propios presbíteros, que no consiste sino en puros actos litúrgicos, sólo aptos para su pleitesía, activa y pasiva.
"Cuando Zornoza consigue por fin librarse de las religiosas, sometiéndolas a tan estricta dieta, anuncia unos supuestos planes suyos de convertir la casa en 'su residencia en el Campo de Gibraltar'"
En dicha Casa, habían tenido lugar en décadas pasadas, actividades de formación teológica, presenciales y de calidad. Calidad que despareció por completo de la formación teológica presencial diocesana, tras su llegada. Lo cual, compatibiliza con sus reproches permanentes, acerca de la falta de formación teológica de los clérigos y laicos nativos.
Lo único que financió el madrileño, en tan privilegiada ubicación, fue el antedicho apartamento, en el que supuestamente pretendía pernoctar, para articular una supuesta presencia y un supuesto compromiso estable, con tan necesitado territorio, cuya población de facto, supera a muchas diócesis y a no pocas provincias españolas.
Los hechos han demostrado que a Zornoza no le gusta este territorio de frontera, conflictivo socialmente, en el que es imprescindible un espíritu carismático y un compromiso pastoral comprometido y constante, dado su tejido humano, desgarrado cuando no machacado. Un territorio a la medida de una vocación pastoral a lo JorgeBergoglio.
Aunque se satisficieron sus gustos, construyéndole el susodicho apartamento ”ad hoc”, no consta que Zornoza haya sido capaz de pernoctar en él durante años. Su presencia en el Campo de Gibraltar se limita a visitas fugaces y superficiales, casi con el chófer con el motor encendido. No encuentra allí las adhesiones, ni el confort psicosomático, que pudiera satisfacer a un periclitado príncipe de la Iglesia. Prefiere su camarilla "de fortuna", de la capital, o como mucho, de la confortable Bahía de Cádiz. Para la periferia de su diócesis, cuando le faltan nativos, prefiere allegar o curas reaccionarios o curas de países en desarrollo, desertores de incómodos territorios de misión (por muy deteriorados cognitivamente que puedan estar). Como marcando que lo sacramental, por muy simbólico y huero que sea, es lo único que aprecia, porque establece claras barreras clericales, con cualquier chusma laical de rango inferior al de almirante.
Los laicos que consideraban más beneficiosos para el fiel pueblo de Dios, los múltiples servicios que la Casa siempre había prestado, se tomaron la molestia de buscar inversores privados que rentabilizarían la hospedería, compatibilizándola con los mismos. Pero ello hacía imposible el proyecto de Zornoza de venderla al mejor postor. Obstaculizó tales ofrecimientos, prefiriendo dejarla languidecer. Logrando así su otro objetivo oculto, asfixiar cualquier intento de formación teológica de calidad en la diócesis (previa liquidación de la Escuela Diocesana de Teología que allí impartía docencia).
Al saberla tan imprescindible para el laicado, tampoco se atreve a venderla, pues sabe que el escándalo sería monumental. Prefiere que la asfixia de la verdadera vida espiritual, plenamente postconciliar, se produzca por inanición. Por eso el Nuncio está tan preocupado. Por que sabe que, dado que el Espíritu Santo no se sabe por dónde viene ni por dónde va, sopla donde y cuando quiere, sin que responda más que al Creador. El Caballo de Atila no se fía ni de su suave brisa.