"Lucir el privilegio de 'Rey Católico por la gracia de Dios' es blasfemo" Reyes no católicos
"Alejandro VI concedió, en 1496, el título aproximadamente similar de 'Reyes Católicos' a Fernando Segundo de Aragón e Isabel Primera de Castilla, mediante la Bula 'Sic Convenit'"
"Los únicos argumentos se basan en la 'pacificación de los reinos, la conquista de Granada la expulsión de los judíos y la ayuda prestada en defensa de los intereses pontificios de los reinos de Nápoles y de Sicilia'"
"Desde entonces, los reyes de España siempre lucieron privilegiadamente el sacrosanto título de 'Reyes Católicos'… ¿Católicos de qué, por qué y para qué? ¿Católicos porque sí, y porque lo mande la Constitución?"
"Hay reyes, por muy eméritos que sean, que ni siquiera en sus viajes desde el Oriente al “Finis Terrae” podrían continuar ostentando el apelativo de 'católicos'"
"Desde entonces, los reyes de España siempre lucieron privilegiadamente el sacrosanto título de 'Reyes Católicos'… ¿Católicos de qué, por qué y para qué? ¿Católicos porque sí, y porque lo mande la Constitución?"
"Hay reyes, por muy eméritos que sean, que ni siquiera en sus viajes desde el Oriente al “Finis Terrae” podrían continuar ostentando el apelativo de 'católicos'"
En las tenebrosas y mágicas témporas de la Edad Media europea, los papas –“Romanos Pontífices”, vice-dioses o suplentes de Dios-, se mostraron interesadamente generosos con los reyes de Francia, a quienes nada menos que llegaron a donarles el galardón -premio o recompensa- del título y consideración de “Cristianísimos”, en agradecimiento por los servicios prestados de “tú a tú” , sobre todo en el terreno de las armas y de las conquistas feudales.
Por lo que respecta a España hubo de transcurrir bastante más tiempo, hasta llegar al año 1496 -19 de diciembre-, que fue cuando el papa valenciano Alejandro VI -por más señas, padre de César y Lucrecia, entre otros hijos- , les concediera el título aproximadamente similar de “Reyes Católicos”, a Fernando Segundo de Aragón e Isabel Primera de Castilla, mediante la Bula “Sic Convenit”.
(Curiosamente entre las razones que justificaran tan obsequiosa concesión no se encuentra ninguna con referencias explícitas al descubrimiento y conquista para los reinos de España de las tierras de “Más allá” del “Mare Tenebroso” de las antiguas culturas. Los únicos argumentos se basan en la “pacificación de los reinos, la conquista de Granada la expulsión de los judíos y la ayuda prestada en defensa de los intereses pontificios de los reinos de Nápoles y de Sicilia”)
Desde entonces, los reyes de España y, a veces, pese a todos los pesares, siempre lucieron privilegiadamente el sacrosanto título de “Reyes Católicos”, supremos referentes de vida y comportamiento de lo que papas, “Alto y Bajo Clero”, cristianos o no, pensaron o creyeron que tenía que ser, y era, la Iglesia que los laicos y ellos harían perdurar, aunque, para conseguirlo, el Evangelio tuviera que exiliarse en todo o de parte importante y con sus respectivas consecuencias.
¿Y ahora? Ahora, en los tiempos de Felipe VI, “a quien Dios guarde por muchos años”, conforme al protocolo ritual, en conformidad con la Constitución vigente votada democráticamente la referencia regia oficial es explícitamente la de “Su Católica Majestad y Rey Católico”.
¿Y después? Dios proveerá. Los vientos parecen no ser demasiadamente propicios para, aún con los recortes constitucionales del absolutismo feroz que caracterizaba a las monarquías como tales, sin tener que rendirles cuentas a nadie,-ni al mismísimo Dios-, el futuro sea poco o nada feliz o venturoso..
Esto se acaba. La fórmula político-religiosa de los persas, de que sus reyes-emperadores lo fueron por derecho divino, es decir, “por la gracia de Dios” y sin pasar por la soberanía nacional, y que se transferiría a los herederos helenísticos del conquistador greco-romano, da la impresión de haber llegado a su fin, después de haber imperado en tantos lugares. En la misma Francia, el pueblo condujo a sus “Cristianísimos Reyes” al patíbulo, sin que a los presidentes de su República se les hubiera ocurrido reclamar privilegios periclitados y absurdos, ni al papa visitar el país con la triple corona ducal, de la ya felizmente extinta tiara.
Concretando más y mejor, con realismo y con los pies en el santo suelo, al margen de añoranzas legítimas para algunos y no tanto- absolutamente nada- para otros, la conclusión de que los reyes -nuestros reyes- no tienen por qué ser necesariamente católicos, es tan válida y consistente verdad, como una catedral o el palacio real de la morada o estancia que habitan o pueden habitar unos y otros.
¿Católicos de qué, por qué y para qué?¿Católicos porque sí, y porque lo mande la Constitución? ¿Católicos de procesiones, de misas y fotos después de la celebración de la de la Resurrección con su obispo y cabildo catedralicio a la puerta de la catedral mallorquina? ¿Católicos de sacramentos -bautismos y bodas-, de los que las revistas y publicaciones sociales no faltarán jamás a la cita, con sus colorines, mitras y báculos, y además como infieles “ejemplos” de vida cristiana.?
Corregir en el texto de la Constitución la expresión “Su Católica Majestad”, les parece ya a muchos tanto o más justificado y perentorio que destruir el “Arco del Triunfo”.
Hay reyes, por muy eméritos que sean, que ni siquiera en sus viajes desde el Oriente al “Finis Terrae” podrían continuar ostentando el apelativo de “católicos”. Escudarse en que buena parte de sus comportamientos pertenece al ámbito de su vida privada, es ofensivo para la inmensa mayoría de sus “súbditos”, convencidos de que ellos -los reyes- como otros dirigentes, carecen de vida privada. Toda ella es pública, al igual que lo son los privilegios y las excepciones que reclaman, sin ninguna excepción o paréntesis.
Para seguir siendo y luciendo el privilegio de “Rey Católico por la gracia de Dios”, por mucho que se lo crean y practiquen, y así lo recen las bulas pontificias, es anti anticristiano. Es blasfemo. El pueblo demanda ejemplos de vida. Al igual que el Evangelio.
El conato de beatificación -canonización a favor de los “Reyes Católicos”,-“Isabel y Fernando , o Fernando e Isabel, por aquello de “monta tanto, tanto monta, Isabel como Fernando”- lo dejamos para otra ocasión. Gracias.
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