Lo que vi y oí en Caracas: Impresiones de una visita reciente

"De ahí salió la invitación a un Congreso Mundial contra el Fascismo, a celebrarse en Caracas los días del 9 al 13 de septiembre. Acepté más por la curiosidad de ver la Caracas de ahora"

"El martes y miércoles eran las sesiones del Congreso Internacional contra el Fascismo. Y hubo sorpresas para mi: estábamos delegaciones de 95 países de todos los continentes; 1200 participantes"

"Me sorprendió gratamente la organización que daba la impresión de espontaneidad, sin vigilancia ni trabas. Con libertad para salir y visitar a amigos o referentes sin tener que dar explicaciones a nadie. Total libertad para moverse por la ciudad"

"Pude caminar por las calles, ir a comprar una medicina que necesitaba a la farmacia de la calle y ver tiendas y supermercados similares a los de Ecuador. Vi menos vigilancia en las calles que en la ciudad donde vivo GUAYAQUIL"

Congreso contra el fascismo

Un día recibí una invitación de un buen amigo venezolano. Me invitó a tomar un café y charlar sobre Ecuador. En la conversación personal salieron cosas de nuestras vidas. Yo, mi experiencia de ejercicio de presbítero y luego el trabajo con organizaciones campesinas y en el movimiento ecuménico. El, su pasado de formación en la JOC y su actual militancia política. Sintonizamos pronto.

De ahí salió la invitación a un Congreso Mundial contra el Fascismo, a celebrarse en Caracas los días del 9 al 13 de septiembre. Acepté más por la curiosidad de ver la Caracas de ahora. Yo había estado allá hacía años.

Lo primero que me llamó la atención es que el viaje debería realizarse por Bolivia: Guayaquil, Lima, Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), Caracas. El mismo itinerario de ida y vuelta. Eso significó salir de Guayaquil un sábado y llegar a Caracas amanecer lunes. Lo mismo de regreso. La razón era que había dificultades para encontrar una compañía aérea que volara a Caracas. Podían sufrir dificultades para ingresar posteriormente a EE.UU.

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Congreso contra el fascismo

Me recordó una anécdota de un amigo, pastor de la Iglesia Presbiteriana en Cuba que fue invitado por el Consejo Mundial de Iglesias – CMI, de Ginebra, a una reunión ecuménica en Santiago de Chile. Su viaje fue: La Habana, Praga, Moscú, España, Santiago de Chile. Era la única forma de salir de Cuba en los años 70s.

Me sorprendió aterrizar en Santa Cruz de la Sierra en medio de una densa niebla. Mis conocimientos de geografía me decían que esta ciudad estaba a no más de 800 m sobre el nivel del mar. La niebla, no era niebla. Era el humo de un fantasmagórico incendio en las llanuras bolivianas: quema de campos y bosques que ardían por varios días haciendo inútiles los esfuerzos nacionales e internacionales por apagar semejante espectáculo. Lo mismo estaba ocurriendo en Brasil y Paraguay: sólo en Bolivia eran 4 millones de hectáreas y más de 3.000 focos de incendios. ¿Incendios intencionales, producto de la sequía? Había interpretaciones para todos los gustos, desde provocados por el gobierno y la oposición hasta descuidos y descontrol en quemas tradicionales.

Luego Caracas. Desde la llegada al aeropuerto de la Guaira noté los cambios del aeropuerto que yo conocía. Lo conocí lleno de gente que iba y venía, el despegue y aterrizaje vuelos nacionales e internacionales. Pese a la hora temprana de la mañana, ahora la afluencia de personas y vuelos era mucho menor y sus instalaciones daban una imagen de deterioro, no de descuido. Signos claros de los bloqueos.

Llegábamos delegaciones de varios países de A.L. Otros llegarían por otras rutas.

La primera actividad pública fue la asistencia a un acto cívico en La Guaria: se inauguraba, o mejor, se reinauguraba un monumento a CHAVEZ, destruido en los disturbios de los días 28 y 29 pasados. Era un acto local con presencia de autoridades civiles, militares, población en general. Era una población que había sufrido los disturbios (quema de locales comerciales, de la administración, de educación, salud, ataques a personas por ser “chavistas”. Una comunidad herida.). 

No vi sino una población volcada en el acto, con entusiasmo, decisión y militancia. Debo confesar que no oí ni vi signos de odio, revancha, agresividad. Vi una fiesta. Y lo que llamó la atención: varias referencias a lenguaje religioso como propio. Debo decir que en Ecuador es ya muy común que te saluden en las redes, los taxistas, vendedores y amigos, con: DIOS LE BENDIGA, BENDICIONES, BENDECIDO DIA, SEMANA, ETC.  y similares. Este lenguaje hasta hace poco era propio de sectores evangélicos, no en ambientes católicos. Hoy lo usa el creyente y el no creyente si piensa que su interlocutor es creyente. Pero nunca en boca de un dirigente o militante político.

Congreso contra el fascismo

En otro momento me sorprendió que el acto empezara con una canción del cantautor venezolano ALI PRIMERA, que dice: “NO, NO BASTA REZAR, HACEN FALTA MUCHAS COSAS PARA CONSEGUIR LA PAZ…”, canción que yo la aprendí en reuniones de las Comunidades Eclesiales de Base en los años 70.

El martes y miércoles eran las sesiones del Congreso Internacional contra el Fascismo. Y hubo sorpresas para mi: estábamos delegaciones de 95 países de todos los continentes; 1200 participantes; traducción simultánea en plenarios y  salas (6 simultáneas) con temas específicos. Allí mismo teníamos las reuniones y había otros espacios para la comida. 

Me sorprendió gratamente la organización que daba la impresión de espontaneidad, sin vigilancia ni trabas. Con libertad para salir y visitar a amigos o referentes sin tener que dar explicaciones a nadie. Total libertad para moverse por la ciudad. Únicamente los traslados del hotel al centro de reuniones, que era en el antiguo aeropuerto de LA CARLOTA, en autobuses señalados únicamente con el nombre del hotel en el que nos alojábamos. Únicamente un vehículo de la policía de tráfico encabezaba la caravana para impedir atascos. No había señales de ser una caravana publicitaria.

Personalmente, para mí el Congreso fue una magnífica oportunidad de retomar contactos de amigos o conocidos de Bolivia, Chile, El Salvador, Brasil, México, etc. Comentando las situaciones nacionales y el tema que nos reunía: la presencia y avance del Fascismo en sus múltiples acepciones en el continente.

Y a mí me interesaba sus criterios y vivencias como cristianos/as y cómo era percibida la actuación de la Iglesia. Muchos de ellos/as con amplia experiencia en las CEBs y sus inserciones en la vida política, así como sus impresiones sobre el Congreso y la realidad venezolana.

Solamente hubo un momento en que nos invitaron a salir de la sala del pleno porque iba a asistir a la clausura el Presidente Nicolás Maduro: iban a entrar los servicios de seguridad a revisar todas las instalaciones. No así cuando habló la Vice-Presidente y el Presidente de la Asamblea Nacional. Nunca se nos registró ni pidió documentos de identidad, lo cual nos hubiera parecido de lo más normal dada la situación del país.

Pude caminar por las calles, ir a comprar una medicina que necesitaba a la farmacia de la calle y ver tiendas y supermercados similares a los de Ecuador. Vi menos vigilancia en las calles que en la ciudad donde vivo GUAYAQUIL.  Me llamó la atención como estaban los precios: en bolívares y en dólares, indicando el cambio oficial y de mercado.

Congreso contra el fascismo

Y el desarrollo del Congreso fue un despliegue de conferencista de: hombres, mujeres, de un amplio espectro. Muy alta calidad de exposiciones y amplios debates y preguntas.

Sin querer comencé a comparar la Venezuela que estaba viendo con la Cuba que yo ya había conocido:

Los mismos estragos de los bloqueos y las sanciones. Para mí, veía las reacciones en España de las personas venezolanas salidas de Venezuela, y las de los cubanos en Miami: resentimiento, odio, deseos de mayor libertad y espera ansiosa de las remesas de los que están en el exterior. Con una diferencia: vi una población empoderada del proceso (no absolutamente); una unión cívico-militar (No había signos en los militares y policías de ser un grupo especial, sino confundidos con la gente), una religiosidad popular fuerte “manejada” por ambos grupos y una especie de apropiación de esa religiosidad un poco al margen de las instituciones religiosas.

Como impresión personal: es cruel castigar a un pueblo de forma selectiva: los que pudieron o pueden irse con su riqueza a salvo y los que se quedan y sirven como carne de cañón.

Y lo digo con algún conocimiento: colaboro personalmente con la Corporación VIVIENDAS DEL HOGAR DE CRISTO, institución de la Compañía de Jesús en Ecuador. En ella, a imitación del Camino de Santiago, creamos un espacio de acogida a migrantes venezolanos en su caminar hacia Perú, Chile, Argentina. Le llamamos UN TECHO PARA EL CAMINO.  Un espacio de solidaridad para los caminantes que venían de Venezuela luego de pasar por Colombia y el propio Ecuador. A veces, caminando, en autobuses, en cualquier medio de transporte. En ese techo podían, y pueden,  quedarse 5 días para asearse, descansar, curarse, conectarse con sus familias. Por este TECHO han ido pasando más de 20.000 venezolanos. Primero con oficios y habilidades, solo hombres; luego familias. Con documentos y sin documentos. En ese lugar no se podía, ni puede, hablar de política: todos necesitan ayuda, del credo político o religioso que sean.

En ellos pensaba en Caracas, Y recordaba los venezolanos/as del barrio de Salamanca en Madrid y los repartidores de comida con sus bicicletas en algunas esquinas.

Yo sabía de la incautación del oro depositado por Venezuela en Londres; la imposibilidad de adquirir medicinas (insulina, mascarillas, vacunas) de repuestos para todo. Un verdadero bloqueo. Me recordaba mis juegos de niño haciendo cola con la cartilla de racionamiento y el paso de los fielatos antes de entrar en León, Zamora o Gijón, con harina, carne o lentejas. Y el famoso “estraperlo” de la posguerra.

Me dirán: a ti el viaje te lo pagó Maduro. Es verdad. No me taparon los ojos críticos que tengo y pude ver lo que se puede ver en un viaje tan corto. Y es que “cada uno habla de la feria como le va en ella”. No lo dudo.

Pero cuando vemos que se entregan armas, se comercia con genocidas y se mantiene relaciones mucho más que diplomáticas mientras se bloquea a otros sabiendo que quienes pagan son siempre los de abajo, me rebela.

En Ecuador, en los tres últimos gobiernos se dijo que “no queríamos ser como Venezuela”. Hoy tenemos apagones de la electricidad de hasta 8 y 10 horas diarias; tenemos un índice de asesinatos que en lo que v a de año superan los 5.000; tenemos declarado oficialmente un “Estado de conflicto armado interno” y un miedo generalizado a extorsiones, sicariato, cobro de vacunas; toque de queda en cinco o seis provincias y suspensión de garantías constitucionales. Pero el gobierno asiste a reuniones de la extrema derecha europea y latinoamericana EN MADRID.

Alguna vez, en la escuela, leí un pasaje de un discurso en el que se decía: “Cuando se ofende a la justicia, solo queda el diálogo de los puños y las pistolas”.  Claro, ésto costó tres años de guerra, más de 600.000 muertos, y odios y resentimientos que todavía duran.

En un momento pensé: “¿cómo serán las memorias del expresidente Zapatero en su trabajo por la paz y diálogo entre dirigentes venezolanos?” Si algunos sacaran las manos de Venezuela, la gente viviría más tranquila.  Pero… unos pocos tienen mucho que perder y otros muchos tendrían mucho que ganar. Y ese no es el plan de los grandes de la tierra.

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Etiquetas: Venezuela