Teresa nos invita a vivir las séptimas moradas.
Estáis por fin en el lugar
donde habita el mismo Dios
como pura misericordia:
en el centro de vosotros mismos.
Es la cumbre de la vida cristiana:
el encuentro con el Resucitado,
que os invita a la comprometeros
desde una profunda espiritualidad.
Para esto es la oración, hijos, hijas mías;
de esto sirve este matrimonio espiritual,
de que nazcan siempre obras, obras. El amor es tan fuerte
que os impide quedaros quietos.
Dios se va haciendo presente así
en todos los acontecimientos de vuestra vida,
y
la oración se va haciendo
algo tan natural como respirar.
Os descentra de vosotros mismos
para dirigiros hacia el otro.
Habéis llegado a la plenitud
humana y espiritual:
el olvido de sí, el compromiso;
la alegría; el servicio;
la plena libertad…
Las séptimas moradas son
las de los caminantes y buscadores;
las de quienes intentan
seguir a Jesús humildemente;
las de los místicos que
han conseguido
aunar contemplación y acción.