Hay recuerdos que encienden el breve fulgor
de una agonizante y lejana estrella que revive.
Únicamente si alumbran los caminos son dignos
de grabar sus huellas en la memoria del corazón.
Risas que concedían breves destellos en el temor de la tarde,
una promesa hecha a los pies del lecho y su angustia,
palabras que refulgían en silencio junto al curso de un río,
manos que despejaban las dudas en un alma perdida…
Evoca agradecido, sin nostalgia, el rumor de aquellos días,
que han dejado impresas en la piel y la retina
las hojas voladas del calendario y sus cenizas,
las brasas guarecidas al abrigo de una gélida anochecida.
El tiempo no vuelve nunca, pero su latido permanece
en las sombras que acompañan, en los pasos detenidos.
A veces el tiempo tropieza en el ánimo fatigado,
pero aún le respira el aliento en su mirada de niño.