Caminar por las alturas

De vez en cuando en la Liturgia de las Horas oramos con un texto del profeta Habacuc, que vivió unos 600 años a.C. En aquel tiempo Israel estaba amenazado por dos grandes (y muy crueles) potencias, Asiria y Babilonia. El profeta está “angustiado porque no ve a Dios en los acontecimientos ni sabe en qué consiste su justicia”, como se puede leer en la introducción a este profeta en la Biblia para Jóvenes editada por Edebé en 1999. Sin embargo expresa su confianza en la ayuda de Dios con estos bellos versos:

Aunque la higuera no echa yemas
y las viñas no tienen fruto,
aunque el olivo olvida su aceituna
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaban las ovejas del redil,
y no quedan vacas en el establo,
yo exultaré con el Señor,
me gloriaré en Dios mi salvador.
El Señor soberano es mi fuerza,
él me da piernas de gacela
y me hace caminar por las alturas.
(Habacuc 3,17-19
)

Los dos últimos versos (El Señor me da piernas de gacela y me hace caminar por las alturas) fueron elegidos como lema del Fórum de Pastoral con Jóvenes celebrado en Madrid en noviembre de 2008. A mí la elección de dicho lema me pareció desde el principio un gran acierto, porque sale al paso de una de las grandes acusaciones al cristianismo de la Modernidad y la Posmodernidad.

¿Cuál es esa acusación? Pues oigámosla en palabras de uno de sus mejores portavoces, Friedrich Nietzsche, escritas en una de sus obras cumbre, Así habló Zaratustra: “Mejores canciones tendrían que cantarme los cristianos para que yo aprendiese a creer en su redentor: ¡más redimidos tendrían que parecerme los discípulos de ese redentor!”

¿Tienen razón Nietszche, y Feuerbach, y Sartre, y Freud (o los presentadores de tal programa de TV que repiten lo mismo pero "en lengua vulgar", porque en siglo XXI el nivel del debate ha bajado, la verdad) cuando afirman que “ser cristiano es triste, que estamos reprimidos, que todo lo tenemos prohibido, que nos alejamos de la felicidad”?

Es cierto que hay cristianos que, con lo que dicen o hacen, no dejan de dar motivos para pensar que podría ser cierto eso que critica Nietzsche. Pero la existencia cristiana auténtica, la del Evangelio (“Yo he venido para que todos tengan vida, y la tengan en abundancia”, Jn 10,10), nos potencia, nos eleva, nos hace más felices y “nos hace caminar por las alturas”.

Decía en el siglo IV San Atanasio que “el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios”(San Atanasio de Alejandría, De Incarnatione, 54,3: PG 25,192B). Y antes, a finales del siglo II, escribió San Ireneo de Lyon que “la gloria de Dios [o sea, lo que le hace más feliz que unas castañuelas] es que el hombre viva… y la gloria del hombres es la visión de Dios” (Adversus haereses IV,20,7). Pues eso sí que es caminar por las alturas, ¿no? A eso nada menos nos invita nuestro Padre Dios por Jesucristo en el Espíritu Santo. ¿Lo perciben así los/as jóvenes y la gente de hoy?

No seamos Mr. Niet

Andrei Andreievich Gromiko fue ministro de Relaciones Exteriores de la URSS durante 28 años (desde 1957 a 1983). Gromiko se ganó el apodo de Mister Niet (“el señor NO”) en los años cincuenta, después de haber vetado 25 resoluciones seguidas del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. A veces, muchos/as jóvenes tienen la impresión (¡y no por culpa del Evangelio, precisamente!) de que la fe cristiana es una especie de Mister Niet que les corta las alas y no les permite respirar aire fresco.

Volviendo a la frase del viejo Nietzsche, ¿qué canciones debemos cantar en Pastoral Juvenil para que los jóvenes nos crean redimidos y experimenten que Dios nos quiere felices y nos convierte en “caminantes de las alturas”?
Volver arriba