Los comienzos. En la Fiesta de San JuanBosco
Hoy hemos querido rescatar un texto de la mejor obra de Don Bosco,la más fresca: Las Memorias del Oratorio. Aún hoy emociona leer cómo aquel joven sacerdote, a sus 26 años, sabe ver dónde otros no ven, sabe preguntarse lo que otros no se preguntan, y sabe ofrecer soluciones creativas a los que nadie quería a su lado.
Este es el contexto: 1841-1844. Años atrás había conocido al P. José Cafasso, 4 años mayor que él y que también había estudiado en Chieri y en el mismo seminario. Este padre aconsejó a Juan que entrara al Convitto, en la ciudad de Turín. Era una residencia para sacerdotes, donde recibían capacitación para su trabajo pastoral. Allí permaneció 3 años. De esta institución dijo que allí se aprendía a ser sacerdote. Mientras estudiaba tuvo oportunidad de hacer experiencias pastorales que le llevarán a descubrir su vocación para los muchachos pobres y abandonados. Esto sucedió visitando las cárceles.
De esa experiencia escribió así:
“Empezó (el P.Cafasso) primero por llevarme a las cárceles, en donde aprendí enseguida a conocer cuán grande es la malicia y la miseria de los hombres. Me horroricé al contemplar cantidad de muchachos, de doce a dieciocho años, sanos y robustos, de ingenio despierto, que estaban allí ociosos, roídos por los insectos y faltos en absoluto de alimento espiritual y material. En estos infelices estaban personificados el oprobio de la patria, el deshonor de la familia y su propio envilecimiento. Pero ¡cuál no fue mi asombro y mi sorpresa cuando me di cuenta de que muchos de ellos salían con propósito firme de una vida mejor y que luego volvían a ser conducidos al lugar de castigo de donde habían salido pocos días antes!
En esas ocasiones, constaté que algunos volvían a la cárcel porque estaban abandonados a sí mismos. ¡Quién sabe, decía para mí, si estos jovencitos tuvieran fuera un amigo que se preocupase de ellos, les instruyese o asistiese religiosamente en los días festivos, quién sabe si no se mantendrían alejados de su ruina o al menos se reduciría el número de los que vuelven a la cárcel!
Comuniqué mi pensamiento a Don Cafasso, y con su consejo y su luz, me puse a estudiar la manera de llevarlo a cabo, dejando el fruto a la gracia del Señor”.
Y más adelante escribe:
“Entonces palpé por mí mismo que si los jóvenes salidos de lugares de castigo encontraban una mano bienhechora que se preocupara de ellos, los asistiera en los días festivos, les buscara colocación con buenos patronos y les visitara durante la semana, esos jóvenes se daban a una vida honrada, olvidaban el pasado y resultaban, al fin, buenos cristianos y dignos ciudadanos. ESTE ES EL ORIGEN DE NUESTRO ORATORIO que, con la bendición del Señor, tomó tal incremento como yo nunca hubiera podido imaginar”.