El integrismo según Hans Urs von Balthasar
Hans Urs von Balthasar ha sido un reconocido teólogo, más bien conservador. Amigo del Papa actual, fundó con él la revista de teología Communio. Por eso me ha sorprendido un texto suyo de 1988 en que habla de los grupos tradicionalistas e integristas en la Iglesia:
¿Qué diría hoy von Balthasar? Sin más comentarios, aquí está el texto:
“Son conocidos los poderosos movimientos tradicionalistas, instalados en el corazón de la Iglesia, como ellos opinan, o al margen de ella, en negociaciones con Roma, con una idea de la tradición eclesialmente correcta o no. La característica de ambos grupos –el arraigado en la Iglesia y el marginal– es su rigidez y autojustificación. La conciencia de su catolicidad integral les da derecho a condenar inapelablemente a todo lo que se desvía de su punto de vista. Ellos tienen razón, y sólo ellos. ¿Por qué? Porque la tradición está a su favor. ¿Y qué es para ellos la tradición? Aquello que fue. Lo que ha regido hasta ahora. Trazan una línea divisoria con el presente.
¿Se recuerda que todos los cismas de la historia de la Iglesia –aun reconociendo los ideales positivos de los ‘vencidos’– son de origen tradicionalista?
- Lo que rigió antes de Nicea (fuese lo que fuese), debe seguir vigente; por eso abandonan los arrianos la Iglesia.
- Lo que rigió en el concilio de Nicea, debe valer en Éfeso: los nestorianos abandonan la Iglesia.
- Lo que valió en Éfeso, debe valer en Calcedonia: los monofisitas de todos los colores se aíslan.
- El cisma oriente–occidente: hasta el segundo concilio de Nicea, sin dar un paso más.
- La Reforma: lo que consta (literalmente) en la Biblia, y sin glosa.
- Los católicos viejos: lo que no se ha definido como dogma hasta ahora, tampoco debe serlo hoy.
Todo gran concilio produce un residuo. Esto significa que la tradición se apoya en la letra. Y no se advierte que la letra sin espíritu mata; que la tradición es algo vivo que pugna por avanzar, una búsqueda orante y meditativa de la palabra de Dios. Se traza la línea divisoria allí donde yo aprendí algo de niño, y que por eso tiene que valer como dogma. ¡Es tan cómodo descansar en eso sin esforzarse más! Generaciones conservadoras financian con preferencia revistas tradicionalistas de este tipo. Esos grupos saben a qué atenerse, por eso se cierran a cualquier diálogo sincero”
“El poder en el sentido explicado, comienza allí donde un grupo (libre o eclesialmente organizado) se traza como programa producir unos efectos supuestamente cristianos a través del rodeo de unas posiciones de poder. Mundanamente, esto es un cálculo normal (¿no se rige por él toda política y toda economía?), pero cristianamente es una bofetada a las bienaventuranzas. El poder como camino para levantar la cruz fue la vía de los colonizadores (¿o hay que volver a Carlomagno y a sus modelos vetero–testamentarios?), cuya política devastadora se deja sentir hasta hoy, por muy beneficiosa que haya sido la evangelización posterior.
Es bueno que el Vaticano sea pobre. Porque también el dinero puede ser un recurso de poder con el que se pueden comprar muchas cosas, quizás hasta las bienaventuranzas, en un tiempo en que la palabra simonía es obsoleta. Vivimos una época en la que la propaganda, los anuncios y la técnica de persuasión se han convertido en un gran poder. Preocupa ver cómo unas comunidades cristianas hacen propaganda para reclutar candidatos, a veces entre menores de edad que se dejan atrapar por unos hábiles reclamos. Yo poseo toda una colección (internacional) de cartas de quejas de padres engañados a los que una institución o un movimiento eclesial arrebató a sus hijos. Detrás de esta propaganda está más o menos latente la conciencia que tiene un grupo de representar del mejor modo y más eficaz a la Iglesia católica en su integralidad. Fundadores de órdenes religiosas como Francisco e Ignacio nunca hicieron propaganda para sí, sino a favor del reino de Dios, en el que se entra a través del seguimiento de Cristo”
H. U. VON BALTHASAR, Integralismus heute, en Diakonia 19 (1988), pp. 226-227. Versión española tomada de MEDARD KEHL, Salamanca, Ed. Sígueme, p. 175 y 178, notas 51 y 57.
¿Qué diría hoy von Balthasar? Sin más comentarios, aquí está el texto:
“Son conocidos los poderosos movimientos tradicionalistas, instalados en el corazón de la Iglesia, como ellos opinan, o al margen de ella, en negociaciones con Roma, con una idea de la tradición eclesialmente correcta o no. La característica de ambos grupos –el arraigado en la Iglesia y el marginal– es su rigidez y autojustificación. La conciencia de su catolicidad integral les da derecho a condenar inapelablemente a todo lo que se desvía de su punto de vista. Ellos tienen razón, y sólo ellos. ¿Por qué? Porque la tradición está a su favor. ¿Y qué es para ellos la tradición? Aquello que fue. Lo que ha regido hasta ahora. Trazan una línea divisoria con el presente.
¿Se recuerda que todos los cismas de la historia de la Iglesia –aun reconociendo los ideales positivos de los ‘vencidos’– son de origen tradicionalista?
- Lo que rigió antes de Nicea (fuese lo que fuese), debe seguir vigente; por eso abandonan los arrianos la Iglesia.
- Lo que rigió en el concilio de Nicea, debe valer en Éfeso: los nestorianos abandonan la Iglesia.
- Lo que valió en Éfeso, debe valer en Calcedonia: los monofisitas de todos los colores se aíslan.
- El cisma oriente–occidente: hasta el segundo concilio de Nicea, sin dar un paso más.
- La Reforma: lo que consta (literalmente) en la Biblia, y sin glosa.
- Los católicos viejos: lo que no se ha definido como dogma hasta ahora, tampoco debe serlo hoy.
Todo gran concilio produce un residuo. Esto significa que la tradición se apoya en la letra. Y no se advierte que la letra sin espíritu mata; que la tradición es algo vivo que pugna por avanzar, una búsqueda orante y meditativa de la palabra de Dios. Se traza la línea divisoria allí donde yo aprendí algo de niño, y que por eso tiene que valer como dogma. ¡Es tan cómodo descansar en eso sin esforzarse más! Generaciones conservadoras financian con preferencia revistas tradicionalistas de este tipo. Esos grupos saben a qué atenerse, por eso se cierran a cualquier diálogo sincero”
“El poder en el sentido explicado, comienza allí donde un grupo (libre o eclesialmente organizado) se traza como programa producir unos efectos supuestamente cristianos a través del rodeo de unas posiciones de poder. Mundanamente, esto es un cálculo normal (¿no se rige por él toda política y toda economía?), pero cristianamente es una bofetada a las bienaventuranzas. El poder como camino para levantar la cruz fue la vía de los colonizadores (¿o hay que volver a Carlomagno y a sus modelos vetero–testamentarios?), cuya política devastadora se deja sentir hasta hoy, por muy beneficiosa que haya sido la evangelización posterior.
Es bueno que el Vaticano sea pobre. Porque también el dinero puede ser un recurso de poder con el que se pueden comprar muchas cosas, quizás hasta las bienaventuranzas, en un tiempo en que la palabra simonía es obsoleta. Vivimos una época en la que la propaganda, los anuncios y la técnica de persuasión se han convertido en un gran poder. Preocupa ver cómo unas comunidades cristianas hacen propaganda para reclutar candidatos, a veces entre menores de edad que se dejan atrapar por unos hábiles reclamos. Yo poseo toda una colección (internacional) de cartas de quejas de padres engañados a los que una institución o un movimiento eclesial arrebató a sus hijos. Detrás de esta propaganda está más o menos latente la conciencia que tiene un grupo de representar del mejor modo y más eficaz a la Iglesia católica en su integralidad. Fundadores de órdenes religiosas como Francisco e Ignacio nunca hicieron propaganda para sí, sino a favor del reino de Dios, en el que se entra a través del seguimiento de Cristo”
H. U. VON BALTHASAR, Integralismus heute, en Diakonia 19 (1988), pp. 226-227. Versión española tomada de MEDARD KEHL, Salamanca, Ed. Sígueme, p. 175 y 178, notas 51 y 57.