La mirada de Jesús
LA MIRADA DE JESÚS
De siempre me ha llamado la atención mucho un detalle de la narración que hace Lucas de las tres negaciones de Pedro: justamente el momento en que Jesús, que ya ha sido prendido y conducido a casa del Sumo Sacerdote, mira a Pedro, y éste, que le acaba de negar ("¡No le conozco!") se echa a llorar.
En Jerusalén, en la Iglesia de San Pedro en Gallicantu, se recuerda esa escena, muy cerca de donde probablemente ocurrió. El cuadro adjunto se detiene precisamente en el momento de dicha mirada. San Lucas nos lo cuenta así:
Pedro había prometido en la Última Cena que él nunca traicionaría a Jesús. Pero, en cuanto las cosas vienen mal dadas, le niega tres veces. Y entonces Jesús le mira. Pedro no necesita que Jesús diga nada, se arrepiente y llora su traición, y no son lágrimas de cocodrilo, sino sinceras y “amargas”.
Leyendo este texto, a menudo he pensado:
¿Qué nos diría hoy Jesús si nos mirase?
¿Qué diría a la Iglesia? ¿Y a ti?
¿Seríamos capaces de soportar sin llorar ni avergonzarnos la mirada de Jesús? ¿Evitamos o esquivamos su mirada?
¿Cómo miraría Jesús a los ministros que caen en el carrerismo, la hipocresía, la cobardía, a los que cometen abusos, a los que tienen "piscología de príncipes"...? ¿Estamos con los que estuvo Jesús? ¿Sus opciones son las nuestras?
- Se dice en el Génesis que Adán y Eva, tras desobedecer a Dios, se escondían de su mirada. Algo similar se lee en el filósofo Jean Paul Sartre, que cuenta que de pequeño dejó de creer en Dios cuando sentía sobre él su mirada opresiva, castigadora, cosificadora… Sin embargo, esa no es la mirada de Jesús ni del Padre, sino una caricatura. La mirada de Jesús es exigente, pero misericordiosa. Pedro no es condenado por esa mirada, sino puesto en camino hacia la verdadera conversión y el seguimiento. Tras reconocer su fallo, Jesús seguiría confiando en él para animar al grupo de sus discípulos.
Decía el papa Francisco en la Vigilia de Pentecostés del 18 de mayo de 2013: “¿Qué es lo más importante? Jesús. Si vamos adelante con la organización, con otras cosas, con cosas bellas, pero sin Jesús, no vamos adelante; la cosa no marcha. Jesús es más importante… la oración consiste en mirar el rostro de Dios, pero, sobre todo, sentirse mirado. El Señor nos mira: nos mira antes…”
Para reflexionar y orar:
- Delante de un icono o retrato en que Jesús esté mirando al espectador, puedes releer el texto y orar: ¿qué me dice Jesús con su mirada? Pedro cambió. ¿Y tú…?
- ¿Cómo miraría Jesús hoy a un político, un empresario, un joven, un sacerdote, un parado…? ¿Por qué?
- ¿Qué incomodaría a Jesús hoy al mirar nuestro mundo, nuestra ciudad, nuestro barrio…? Y tú, ¿miras las cosas y a las personas como lo haría Jesús?
- Rezar despacio el Salmo 138: “Señor, Tú me sondeas y me conoces…”
En Jerusalén, en la Iglesia de San Pedro en Gallicantu, se recuerda esa escena, muy cerca de donde probablemente ocurrió. El cuadro adjunto se detiene precisamente en el momento de dicha mirada. San Lucas nos lo cuenta así:
Habían encendido una hoguera en medio del patio y estaban sentados alrededor; Pedro se sentó entre ellos. Una criada, al verle sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y dijo: «Este también estaba con él». Pero él lo negó: «¡Mujer, no le conozco!» Poco después, otro, viéndole, dijo: «Tú también eres uno de ellos.» Pedro dijo: «Hombre, no lo soy!» Pasada como una hora, otro aseguraba: «Cierto que éste también estaba con él, pues además es galileo.» Le dijo Pedro: «¡Hombre, no sé de qué hablas!» Y en aquel momento, estando aún hablando, cantó un gallo,…
…y el Señor se volvió y miró a Pedro,
y recordó Pedro las palabras del Señor, cuando le dijo: «Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces.» Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.
(Lc 22,55-62)
Pedro había prometido en la Última Cena que él nunca traicionaría a Jesús. Pero, en cuanto las cosas vienen mal dadas, le niega tres veces. Y entonces Jesús le mira. Pedro no necesita que Jesús diga nada, se arrepiente y llora su traición, y no son lágrimas de cocodrilo, sino sinceras y “amargas”.
Leyendo este texto, a menudo he pensado:
¿Qué nos diría hoy Jesús si nos mirase?
¿Qué diría a la Iglesia? ¿Y a ti?
¿Seríamos capaces de soportar sin llorar ni avergonzarnos la mirada de Jesús? ¿Evitamos o esquivamos su mirada?
¿Cómo miraría Jesús a los ministros que caen en el carrerismo, la hipocresía, la cobardía, a los que cometen abusos, a los que tienen "piscología de príncipes"...? ¿Estamos con los que estuvo Jesús? ¿Sus opciones son las nuestras?
- Se dice en el Génesis que Adán y Eva, tras desobedecer a Dios, se escondían de su mirada. Algo similar se lee en el filósofo Jean Paul Sartre, que cuenta que de pequeño dejó de creer en Dios cuando sentía sobre él su mirada opresiva, castigadora, cosificadora… Sin embargo, esa no es la mirada de Jesús ni del Padre, sino una caricatura. La mirada de Jesús es exigente, pero misericordiosa. Pedro no es condenado por esa mirada, sino puesto en camino hacia la verdadera conversión y el seguimiento. Tras reconocer su fallo, Jesús seguiría confiando en él para animar al grupo de sus discípulos.
Decía el papa Francisco en la Vigilia de Pentecostés del 18 de mayo de 2013: “¿Qué es lo más importante? Jesús. Si vamos adelante con la organización, con otras cosas, con cosas bellas, pero sin Jesús, no vamos adelante; la cosa no marcha. Jesús es más importante… la oración consiste en mirar el rostro de Dios, pero, sobre todo, sentirse mirado. El Señor nos mira: nos mira antes…”
Para reflexionar y orar:
- Delante de un icono o retrato en que Jesús esté mirando al espectador, puedes releer el texto y orar: ¿qué me dice Jesús con su mirada? Pedro cambió. ¿Y tú…?
- ¿Cómo miraría Jesús hoy a un político, un empresario, un joven, un sacerdote, un parado…? ¿Por qué?
- ¿Qué incomodaría a Jesús hoy al mirar nuestro mundo, nuestra ciudad, nuestro barrio…? Y tú, ¿miras las cosas y a las personas como lo haría Jesús?
- Rezar despacio el Salmo 138: “Señor, Tú me sondeas y me conoces…”