Antídoto ante las malas noticias Sobrevivir en tiempos de angustia
Después de leer un periódico o ver un telediario no puedes evitar sentir una sensación de angustia
No dar protagonismo a esa voz permanente que nos hace daño
Conectar con el yo profundo, la zona interior en silencio
Hemos de fluir conscientes de que hay algo permanente y feliz detrás de todo y no después, en la otra vida, sino ya en esta, si cerramos los ojos y eres lo que eres
No darle cabezazos a la vida
Comprometernos en la medida de nuestras posibilidades
“Nunca quizás estuvimos tan cerca de Dios, porque nunca estuvimos tan inseguros”
Conectar con el yo profundo, la zona interior en silencio
Hemos de fluir conscientes de que hay algo permanente y feliz detrás de todo y no después, en la otra vida, sino ya en esta, si cerramos los ojos y eres lo que eres
No darle cabezazos a la vida
Comprometernos en la medida de nuestras posibilidades
“Nunca quizás estuvimos tan cerca de Dios, porque nunca estuvimos tan inseguros”
No darle cabezazos a la vida
Comprometernos en la medida de nuestras posibilidades
“Nunca quizás estuvimos tan cerca de Dios, porque nunca estuvimos tan inseguros”
“Nunca quizás estuvimos tan cerca de Dios, porque nunca estuvimos tan inseguros”
| Pedro Miguel Lamet
En estos días las noticias trágicas, duras, incomprensibles y sorprendentes llenan los informativos y nos trabajan el subconsciente con su negatividad. Las guerras se multiplican y son cada vez más amenazantes para comprometer el futuro de la paz mundial. Las tragedias ecológicas, consecuencias del cambio climático, devastan el planeta, como la Dana que nos ha asolado recientemente en nuestro país. Las migraciones, el hambre, los campos de refugiados y las enfermedades, la droga, se cobran nuevas víctimas. La política mundial se decanta en los últimos tiempos a sustituir la democracia por posturas dictatoriales y el populismo, como la incertidumbre que presenta para el mundo la reciente reelección de Trum. Las mentiras de las fake news se imponen sobre todo entre los jóvenes. En fin, no hay que enumerar muchas más para que después de leer un periódico o ver un telediario no puedas evitar sentir una sensación de angustia.
¿Qué hacer para, por una parte, no desentendernos del necesario compromiso, y por otra no sucumbir psicológicamente ante esos impactos?
He aquí unas sugerencias:
- En primer lugar, no permitir a la mente que el pensamiento negativo runrunee en nuestro interior. El cerebro humano está continuamente elucubrando, incluso cuando estamos haciendo otra cosa: barrer, conducir, limpiarnos los dientes…, actividades que realizamos con “piloto automático”, mientras que, como un escarabajo pelotero, rumiamos toda esa negatividad. No dar protagonismo a esa voz permanente que nos hace daño.
- Para ello, conectar con el yo profundo, la zona interior en silencio que tenemos todos y a la que apenas hacemos caso con tanto ruido exterior. Hay técnicas de concentración, meditación o simple atención a la energía que recorre nuestro cuerpo, un fondo de nuestro oleaje exterior donde podemos disfrutar dentro de la paz, el fondo quieto del mar que somos. Intentar no pensar a ratos, respirar hondo, contar inspiraciones y expiraciones, concentrarse, contemplar sin pensarlo en un árbol, una flor, la mirada de niño, la paz de un animal doméstico, una obra de arte. No es una huida, pues eso somos dentro, un sitio conectado. Desde la fe lo llamamos vivir la Presencia de Dios, que está en todo.
- Aunque esta sea nuestra realidad actual, sobrenadas cósmicamente, como desde arriba de una montaña se ve un atasco de automóviles. Somos expresión fugaz de algo permanente que tiene un sentido último. Hemos venido a este mundo para aprender. Algunas lecciones son difíciles, pero tienen un último sentido, tienen algo de película que pasa. “Nuestras vidas son los ríos…” “La vida es sueño”. Solo estamos desempeñando un papel en el Gran Teatro del Mundo. Hemos de fluir conscientes de que hay algo permanente y feliz detrás de todo y no después, en la otra vida, sino ya en esta, si cerramos los ojos y eres lo que eres.
- Si no podemos cambiar las cosas, no darle cabezazos a la vida. La primera parte es aceptar lo que hay y que es inevitable. Porque, si no, vamos a sufrir dos veces: por lo que ocurre y por la angustia que nos provocamos a nosotros mismos pasándonos nuestro propio documental de terror sobre ellos. Absurdamente, creemos que, zahiriéndonos a nosotros mismos, sintiéndonos culpables, castigándonos con nuestro pensamiento angustiado, somos mejores. La gente de fe lo llamamos “aceptar la voluntad de Dios”, desde nuestra humildad y nuestra finitud, o abrazar el misterio. Me emociona aquella frase de Pedro Arrupe en sus momentos más conflictivos: “Nunca quizás estuvimos tan cerca de Dios, porque nunca estuvimos tan inseguros”. Una frase que casa muy bien con otra de San Ignacio de Loyola, maestro de discernimiento y que es especialmente válida para los tiempos que corren: “En tiempos de desolación no hacer mudanza."
- Comprometernos en la medida de nuestras posibilidades, con nuestra aportación, como los que han acudido desinteresadamente como voluntarios a limpiar barro en Valencia; o con nuestra contribución económica o técnica, o nuestro compromiso político con aquella corriente o actividad que en conciencia creamos más justa y liberadora. Pero conscientes de que, si nosotros mismos no estamos bien y unidos a ese yo mejor del fondo, -“el reino de los cielos dentro de vosotros está” (Luc.17:20-22)-, al final regodearnos en la angustia no sirve de nada, nos estanca, nos inutiliza. Detrás de todo hay un plan. La gente de fe lo llamamos esperanza.