Mensajería abierta (I): Sermón del Obispo de Peoria, Illinois, USA ©
Amigos:
De algunos envíos que recibo se pueden sacar enseñanzas. De entre ellos los hay tan oportunos que no sería honrado con mis lectores si no los adoptara. De antemano doy las gracias a todos los remitentes.
Abajo encontrarán el enlace de un sermón donde un sucesor de los Apóstoles, en una de las diócesis y estado más católicos de los USA, se atreve a advertirnos: "Las cosas han llegado a tal extremo en nuestro amado país que es una batalla que podríamos perder, pero ante el tribunal impresionante de Dios Todopoderoso no se trata de una guerra donde cualquier católico creyente pueda permanecer neutral..."
Así lo dice, así lo subraya este obispo de Illinois, Mons. Daniel Jenky, CSC, discípulo de Mons. Fulton J. Sheen, aquel llorado apóstol de la radio y la televisión americanas, que evangelizó en la doctrina de siempre a medio mundo y parte del otro medio. El sermón de Mons. Jenky no es de ámbito universal, se trata de un enfrentamiento a la representación política actual de los Estados Unidos, que se cree omnímoda en sus atribuciones y mandato respecto al pueblo americano. El ahora asumido por el señor Obama que lo aprovecha para torcer o, incluso, erradicar las tradiciones morales de toda la Nación.
Similitudes destacables
Es, por tanto, la valentía del enfrentamiento lo que nos cabe destacar en este artículo, dado que son muchos los obispos de aquel pueblo católico que se echan las manos a la cabeza por ver hacer a Mons. Jenky lo que ellos no son capaces. Se dicen a sí mismos: "La Iglesia no debe meterse en política." ¿Seguro? ¿Aunque unos políticos socaven los derechos de su Carta Magna...? ¡Oh, qué lindas almas comprensivas! Llaman prudencia a la cobardía, tolerancia a allanarle el camino al mal, Derechos Humanos a la libertad de degradarnos hasta el infierno.
La ejemplar reacción ante el abuso de autoridad puede extenderse a la situación que atravesamos en la Iglesia, de alguna manera también una nación, a la que por lo mismo y el mal uso de la obediencia, se está llevando a puntos sin retorno en su sistemática e implacable autodemolición. Lo que así fue definido por uno de sus mayores responsables, Pablo VI.
No creo que la del prelado de Illinois sea la única voz pero sí apuesto a que es la más señalada y la que más arriesga. Parecido al innombrable Marcel Lefebvre que no fué el único obispo que se levantó contra las arbitrariedades destructivas de los pontificados posteriores a Pío XII. Justo a Mons. Lefebvre le precedió el citado Pío XII en aquella su asoladora premonición, al igual que el Cardenal del Reino Unido, Basil Hume, OSB; en España lo hicieron el Doctor y Arzobispo Modrego y, a su manera, el Primado don Marcelo González y, sin la menor vacilación, el Doctor don José Guerra Campos, Obispo de Cuenca. A otros recuerdo que enseguida agacharon la cabeza, dóciles a las autoridades más pequeñas que existen: la del miedo a pensar y la del amor al provecho personal.
Porque señalar la patente destrucción de la Iglesia católica no significa ser lefebvristas ni una exclusiva de los ultramontanos. Significa ver, oír, discernir y ser consecuentes. Y no olvido la protestantización porque hoy ya hay protestantes más católicos que lo que lo parece el Vaticano actual. Me apoyo, por ejemplo, en este mensaje de Pablo VI a sus amigos luteranos: "Las desviaciones doctrinales actuales son análogas a las que efectuó en su época la reforma protestante."(Alocución del 27 de julio de 1967)
Una guerra que viene de muy lejos.
En realidad, se trata de una sola que nunca ha cesado. Nos engañan los ciegos que sueñan ver lo contrario, esos católicos preceptualistas refugiados en donde más parezcan y menos sean molestados. Sin embargo...
Enseñado fue que "nuestra lucha no es contra la carne o la sangre (por ejemplo, la esclavitud a los vicios o la inquina a Jesús de esa raza que no le recibió) sino contra los principados, contra las potestades, contra los poderes del mundo de la sombra (de la sombra y del secreto bajo amenaza de muerte), contra las huestes espirituales del malo..." (Sólo le faltó a San Pablo ponerles nombres de hoy.) Y asimismo fue enseñado que el católico debe oponerse "embrazando en todas ocasiones el escudo de la fe con que apagar los dardos encendidos del Maligno." (cf. Ef 6, 12 y ss)
La última escaramuza de estas batallas, la que para nuestra gloria o desgracia eternas nos ha tocado vivir, empezó con el pontificado de Juan XXIII. Por eso ya no la libramos contra un Islam arrollador o una idolatría imperial sino dentro de nuestra casa, en el mismo Lugar Santo previsto por Nuestro Señor cuando confirmó la profecía de Daniel.
Acojámonos, pues, al consolador compromiso de que "el que persevere hasta el final - en la fe primigenia porque, si no fuera así, ¿a qué eso de "el que persevere"? -, ése será salvo." (cf. Mc 13, 13) Tengamos en cuenta esto de perseverar; no se puede perseverar en algo que cambia a cada pontificado. "-No cambiamos nuestra religión, la adaptamos al mundo." "- Eso es, hombre: Los caballos sobre los jinetes. " ¿Qué cristianismo es el que se somete al mundo en lugar de educarle, cualquiera que sea su tiempo?
Pueden tomarse las palabras de Mons. Jenky, y decir: "Las cosas están llegando a tal extremo en nuestro amada Roma que es una batalla que podríamos perder, pero ante el tribunal impresionante de Dios Todopoderoso no se trata de una guerra donde cualquier católico creyente pueda permanecer neutral..."
No hay mucho más que añadir excepto que me gusta terminar este post con las mismas palabras del Cardenal Ángelo Sodano al conocerse la renuncia de Benedicto XVI: "La Iglesia sobrevivirá."
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La grabación del sermón de Mons. Jenky nos la facilita "Religión en Libertad" a quien agradecemos los subtítulos en español.
De algunos envíos que recibo se pueden sacar enseñanzas. De entre ellos los hay tan oportunos que no sería honrado con mis lectores si no los adoptara. De antemano doy las gracias a todos los remitentes.
Abajo encontrarán el enlace de un sermón donde un sucesor de los Apóstoles, en una de las diócesis y estado más católicos de los USA, se atreve a advertirnos: "Las cosas han llegado a tal extremo en nuestro amado país que es una batalla que podríamos perder, pero ante el tribunal impresionante de Dios Todopoderoso no se trata de una guerra donde cualquier católico creyente pueda permanecer neutral..."
Así lo dice, así lo subraya este obispo de Illinois, Mons. Daniel Jenky, CSC, discípulo de Mons. Fulton J. Sheen, aquel llorado apóstol de la radio y la televisión americanas, que evangelizó en la doctrina de siempre a medio mundo y parte del otro medio. El sermón de Mons. Jenky no es de ámbito universal, se trata de un enfrentamiento a la representación política actual de los Estados Unidos, que se cree omnímoda en sus atribuciones y mandato respecto al pueblo americano. El ahora asumido por el señor Obama que lo aprovecha para torcer o, incluso, erradicar las tradiciones morales de toda la Nación.
Similitudes destacables
Es, por tanto, la valentía del enfrentamiento lo que nos cabe destacar en este artículo, dado que son muchos los obispos de aquel pueblo católico que se echan las manos a la cabeza por ver hacer a Mons. Jenky lo que ellos no son capaces. Se dicen a sí mismos: "La Iglesia no debe meterse en política." ¿Seguro? ¿Aunque unos políticos socaven los derechos de su Carta Magna...? ¡Oh, qué lindas almas comprensivas! Llaman prudencia a la cobardía, tolerancia a allanarle el camino al mal, Derechos Humanos a la libertad de degradarnos hasta el infierno.
La ejemplar reacción ante el abuso de autoridad puede extenderse a la situación que atravesamos en la Iglesia, de alguna manera también una nación, a la que por lo mismo y el mal uso de la obediencia, se está llevando a puntos sin retorno en su sistemática e implacable autodemolición. Lo que así fue definido por uno de sus mayores responsables, Pablo VI.
No creo que la del prelado de Illinois sea la única voz pero sí apuesto a que es la más señalada y la que más arriesga. Parecido al innombrable Marcel Lefebvre que no fué el único obispo que se levantó contra las arbitrariedades destructivas de los pontificados posteriores a Pío XII. Justo a Mons. Lefebvre le precedió el citado Pío XII en aquella su asoladora premonición, al igual que el Cardenal del Reino Unido, Basil Hume, OSB; en España lo hicieron el Doctor y Arzobispo Modrego y, a su manera, el Primado don Marcelo González y, sin la menor vacilación, el Doctor don José Guerra Campos, Obispo de Cuenca. A otros recuerdo que enseguida agacharon la cabeza, dóciles a las autoridades más pequeñas que existen: la del miedo a pensar y la del amor al provecho personal.
Porque señalar la patente destrucción de la Iglesia católica no significa ser lefebvristas ni una exclusiva de los ultramontanos. Significa ver, oír, discernir y ser consecuentes. Y no olvido la protestantización porque hoy ya hay protestantes más católicos que lo que lo parece el Vaticano actual. Me apoyo, por ejemplo, en este mensaje de Pablo VI a sus amigos luteranos: "Las desviaciones doctrinales actuales son análogas a las que efectuó en su época la reforma protestante."(Alocución del 27 de julio de 1967)
Una guerra que viene de muy lejos.
En realidad, se trata de una sola que nunca ha cesado. Nos engañan los ciegos que sueñan ver lo contrario, esos católicos preceptualistas refugiados en donde más parezcan y menos sean molestados. Sin embargo...
Enseñado fue que "nuestra lucha no es contra la carne o la sangre (por ejemplo, la esclavitud a los vicios o la inquina a Jesús de esa raza que no le recibió) sino contra los principados, contra las potestades, contra los poderes del mundo de la sombra (de la sombra y del secreto bajo amenaza de muerte), contra las huestes espirituales del malo..." (Sólo le faltó a San Pablo ponerles nombres de hoy.) Y asimismo fue enseñado que el católico debe oponerse "embrazando en todas ocasiones el escudo de la fe con que apagar los dardos encendidos del Maligno." (cf. Ef 6, 12 y ss)
La última escaramuza de estas batallas, la que para nuestra gloria o desgracia eternas nos ha tocado vivir, empezó con el pontificado de Juan XXIII. Por eso ya no la libramos contra un Islam arrollador o una idolatría imperial sino dentro de nuestra casa, en el mismo Lugar Santo previsto por Nuestro Señor cuando confirmó la profecía de Daniel.
Acojámonos, pues, al consolador compromiso de que "el que persevere hasta el final - en la fe primigenia porque, si no fuera así, ¿a qué eso de "el que persevere"? -, ése será salvo." (cf. Mc 13, 13) Tengamos en cuenta esto de perseverar; no se puede perseverar en algo que cambia a cada pontificado. "-No cambiamos nuestra religión, la adaptamos al mundo." "- Eso es, hombre: Los caballos sobre los jinetes. " ¿Qué cristianismo es el que se somete al mundo en lugar de educarle, cualquiera que sea su tiempo?
Pueden tomarse las palabras de Mons. Jenky, y decir: "Las cosas están llegando a tal extremo en nuestro amada Roma que es una batalla que podríamos perder, pero ante el tribunal impresionante de Dios Todopoderoso no se trata de una guerra donde cualquier católico creyente pueda permanecer neutral..."
No hay mucho más que añadir excepto que me gusta terminar este post con las mismas palabras del Cardenal Ángelo Sodano al conocerse la renuncia de Benedicto XVI: "La Iglesia sobrevivirá."
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La grabación del sermón de Mons. Jenky nos la facilita "Religión en Libertad" a quien agradecemos los subtítulos en español.