Pobres y pobreza. IX: Parábola de Francisco 2/2
"El que habla por su cuenta busca su propia gloria; mas quien busca la gloria del que le envió, éste es veraz y no hay en él injusticia." (Jn 7, 18)
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Recordemos la primera parte.- Ignacio, ímaginario apóstol de los pobres en Hispanoamérica, en su habitación de la residencia que para los eméritos tiene su orden, nota que se muere y que sube al cielo. Hemos visto a su Ángel de la Guarda dar el primer informe ante Jesucristo y San Pedro.
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Jesús se volvió a San Pedro."-Bien, Cefas, es tu turno."
San Pedro se levanta: "-Ante ti, Señor y Dios nuestro, ante vosotros, testigos, he de subrayar, primero, una forma de hipocresía de la que nadie quiere examinarse: la obsesión de no ser hipócritas. Mimetizarse en lo que se supone debería erradicarse. Copiar vicios y carencias de instrucción de aquellos a los que se pretende, supuestamente, educar para Dios. La hipocresía de ensalzar lo más basto de nuestro soporte natural como si ello fuera prueba de humildad o solidaridad. Es, además, un rendirse a los principios revolucionarios de las falsas virtudes: la falsa igualdad, la falsa fraternidad y la falsa libertad."
El primer Vicario de Cristo se enojaba por momentos. "- Falsas virtudes cada una porque subordinan la enseñanza divina a los caprichos de la criatura. Hacen al hombre en sí mismo el origen del Bien y gradualmente desechan a Dios, fuente real y única, teológica y filosófica de toda virtud y de toda bondad."
Ignacio se revuelve en su asiento y San Pedro, serenado ya su discurso, continúa: "-Como si disfrazarse de pobres o descuidar nuestra presencia fuera un modo de honrar a Dios. Eso sólo es una huida de la realidad. Bien sabemos aquí, en este hogar celestial, que es un grave error apostólico. Porque, contrariamente, la perfección evangélica se estimula en el natural deseo del ser humano de elevarnos cada cual por encima de nuestra circunstancia, como a ello estamos obligados por el mandato de crecer."
"-Los que se obsesionan con no parecer hipócritas plagian lo que no son y desechan lo que son:"Enviados de Dios". ¿Por qué despojarse de todo signo identificador? ¿Avergüenza la enseñanza que ayuda a la perfección evangélica? ¿Es más eficaz esconder la formación recibida? ¿Deberíamos aprender del que nos pide ser enseñado...? ¡No! En nosotros está la enseñanza, la palabra de Dios. Aprendemos más y más de lo que enseñamos y lo perdemos enseguida guardándolo."
San Pedro se vuelve a la Presidencia. "Señor, como sabéis, aquí guardamos un registro universal de las conciencias, muchas de las que ahora identificamos sufren complejo de parásitos... ¡Un insulto imperdonable a vuestra vida pública! O una cobardía, o un no valorar su sitio en la sociedad terrena. Quizás sea un sentimiento honesto, puede ser, pero que no nace de tomar en serio la vocación. Punto éste del que se hace la vista gorda."
"-Fijémonos un poco más en eso de querer ser uno más entre la gente. Es una contradicción clamorosa. "Un hombre corriente" no puede perdonar pecados en nombre - y en la persona - de Cristo; tampoco puede "un hombre corriente" consagrar el pan y el vino, o dar los santos óleos al moribundo. Y qué decir del Santo Sacrificio: sólo los sacerdotes están preparados para ofrecerlo a Dios en nombre de la Iglesia, instruidos y pagados por la Iglesia, es decir, por los fieles." Se vuelve a Ignacio y enarcando las cejas le pregunta: "- ¿Y queréis ir de iguales...?"
"-Nuestro Maestro nos pidió: Niégate a ti mismo, vende cuanto tienes... y dalo a los pobres. Pero entendiendo que determinados a no admitir que exista otro señor sobre nosotros que nuestro Redentor. Esa justicia del infierno, porque es la de Judas, es una justicia que destruye la sociedad, que la envenena de pretensiones insaciables. Se predica una justicia que nace de la falta de fe, sólo utilizada para colonizar a Cristo en la lucha de clases. ¡Por eso la vuelcan en los fáciles!" San Pedro nota la atención de todo el auditorio. Sí, en la ineficacia de lo fácil. ¡Justicia para el pobre! ¡Qué bien y que buenos somos!" ¿Y los ricos y poderosos? ¿No merecen oír la Buena Nueva? ¿Para quién son? ¿Para que el Anticristo les utilice con todos sus medios? Eso no es teología liberacionista sino sólo la tontería de poner el candelero debajo de la mesa. Es huir de los difíciles con la disculpa arrogante de la zorra de Esopo."
Jesús, hace seña a Pedro: "Explica eso un poco mejor."
San Pedro.- "-Más claro. La opción preferencial por los pobres de dinero ignora que ningún sistema económico o distributivo sirve de nada si a Dios se le empequeñece. De ahí que la riqueza de los misioneros sea esencialmente dar a conocer a Jesucristo. He ahí la caridad: ofrecer lo más valioso a quienes no lo conocen, pues que de ello se desprenderá el ciento por uno. Pero de muchos ignacios parece que la Buena Noticia no mereciera ser ofrecida sino que todo Bien sólo proviene de la condición material. Una ofensa al mensaje de nuestro Maestro y Señor.”
Cambia de tono y se vuelve a toda la audiencia. "-Es, como bien sabemos, el error esencial de todas las herejías que, por sus diversos grados, acaban siempre por negar -se vuelve hacia el Señor - que Jesucristo es Dios. Como aquel Ptolomeo que veía al Sol satélite de la Tierra; de la misma manera, a partir del enfoque antropocéntrico todo lo que haga la Iglesia surgida de tan gran despiste terminará en desastre."
El Pescador mira a Ignacio a los ojos. "-Respóndete tú mismo: Si a la criatura hombre la consideráis destino y origen de todo honor ¿qué religión es esa? ¿Cómo vais a conseguir que el hombre "se rebaje" a pensar en un Ser superior a él? - Ignacio mantiene la mirada y dice: "Es lo que nos enseñó el Concilio Vaticano 2º." San Pedro sonríe: "Sí, hombre. Un Concilio que se arrogó derechos imposibles y propuso viejos errores de sobra condenados." - Se vuelve a la sala: "Ni un concilio universal ni todos los católicos unánimes en sus votos, y estos bendecidos por mi sucesor, tienen autoridad sobre Jesucristo. Hemos de entender siempre que la Iglesia está regida por Cristo, no por votaciones, y menos aun por un papa en gerencia contraria a su representación. Los papas no suceden a Nuestro Señor, sino a mí."
Todos estaban callados pues jamás habían visto a Cefas tan enérgico. Si en el cielo hubiera moscas se podría oir a una volar. San Pedro cerró su discurso: "¡Ignacio, Ignacio... ! Nunca admitiste que si se traiciona su razón de ser la Iglesia se extinguiría por innecesaria. Es la gran responsabilidad que cargan sobre su orgullo todos esos pontífices, obispos y clero en general que incapaces de limpiarse del horror de sus frutos deciden darlos por buenos."
El Primer Papa continuaba, imparable. "- Naturalmente, saltándose estas verdades no sorprenderá que Ignacio se viera a sí mismo como caudillo de los parias de la tierra. Halagado como conferenciante en “sus” foros. Autor editado en "sus" editoriales. Profesor y doctor en “sus” universidades... Reflejos de gloria que se usurpan del prestigio y de la Caridad de la Iglesia. Ignacio, con sus maestros, hizo “el milagro”, entre comillas y con horror lo digo, de que las tesis de Lenin y de Marx parecieran palabra de Dios; y que la palabra de Dios pareciera opio del pueblo, desde los profetas hasta el Sermón de la Montaña."
Ángel intercedió. "-Pero esas conferencias y publicaciones apenas tenían eco en el conjunto de la Iglesia."
"- Sí..." – Admitió el Príncipe de los Apóstoles.- “Pero por pocos que fueran, los seguidores de Ignacio recibían nuevos argumentos y aprendían nuevos métodos para intoxicar a los hijos de Dios con la misma ambición celota en que se ahorcó Judas Iscariote, el ladrón. Porque bien que seleccionan audiencias de agentes con cargos pastorales, o directivos en colegios y universidades, a través de los cuales esparcen la mentira de su filantropía."
"-El caso es que – continuó el primer papa - Ignacio apostó sus ambiciones en las mismas propuestas del monte de la cuarentena: Convertir las piedras en pan aunque se corrija la palabra de Dios. Empeñados “en el error Ptolomeo", repito, el del hombre primero y Dios después, Ignacio y sus amigos lo cambian todo: A la Igualdad la hacen motor de toda revancha (arrebatar el bien ajeno en lugar de imitarlo o ganarlo, como la Iglesia siempre enseñó) y de ello, con la comparación envidiosa, tiranizan a la Justicia ("¿Por qué tú sí y yo no?"). La Libertad se impone al Derecho (todo lo que me gusta es exigible); y la Fraternidad no es otra cosa que alienación. ("El que no acepte los nuevos postulados es un enemigo.")
"Presumen de orígenes humildes (con lo que en críptico mensaje en verdad se presentan superiores). Y así se tienen por más divinos que Dios, al que le dan instrucciones; por más cristianos que Cristo, al que rebajan divinidad (Jesús, el colega, el primer comunista). Y, desde luego, por más papistas que el Papa al que, si les reprende le ignoran por "innecesario".
Calló unos segundos como si estuviera hilando sus conclusiones. “-Por tanto, me pregunto: ¿Hay premio para Ignacio en esta santa eternidad? A lo que sólo puedo contestarme: No, no lo hay. ¿Por qué? Porque los desvelos de Ignacio, como el de tantos de sus camaradas, ya se los cobró en el tiempo y a su gusto. Es decir con el culto a su personalidad de caudillo, de profeta justiciero, vengador... Hasta el extremo de que cuando "sus pobres” le oían decir algo de ti, Jesús, sólo era para manipularte." - Se vuelve de nuevo al auditorio: "- No, hermanos míos, Nuestro Señor y Salvador no fue la real y sentida razón de los desvelos de Ignacio, al ejemplo de Pablo, de Esteban o de Juan; por no enumerar la multitud de la Gloria." - Se vuelve al trono de luz. -"Sus beneficiados todo se lo agradecían a él y nada a Ti, Jesús mío. De tu cruz apenas si sabían ni mucho menos eran capaces de aceptar tu yugo. En consecuencia, multitud abandonaba la Iglesia y se volvía a la increencia materialista, o a las sectas que te niegan como Dios."
"O, digámoslo todo -completó Ángel por lo bajo -, al canibalismo y a la idolatría de que les había rescatado aquella España tuya y de Isabel y Fernando."
Pedro quería terminar ya. Dirigiéndose de nuevo a Ignacio, le dijo: ”-En ti y en tus seguidores, para vuestra desgracia y nuestro dolor, nunca hubo disposición a reconocer si podríais estar equivocados. Os dominaba la invencible terquedad de los herejes. En verdad, un orgullo descomunal que os revuelve contra toda enseñanza que no sea la de vuestro revisionismo. Vuestra mayor satisfacción es haber partido en dos la historia de la Iglesia: La de antes, a la que tacháis de arcaica y equivocada; y la de ahora, a la que sin disimulo distinguís como "Vuestra". Soberbia de tal calibre sólo puede venir del emperador del aire".
¡Gran cosa esa de la opción preferencial por los pobres! Está volviendo impotente a toda la Iglesia para evangelizar a los magnates y a los poderosos. Ningún mercado se gana desde abajo y, así, con vuestras ideologías "preferenciales" vosotros se lo habéis regalado a los descreídos. Porque a los que rigen el mundo los habéis espantado de la Iglesia, que se queda sin medios, arruinada. Gran muestra de incapacidad es demonizar a los ricos y a los poderosos en lugar de convertirlos. Les rodeáis con una barrera de odios que los vuelve enemigos de la Iglesia y para abandono de los pobres. Esos pobres que por pediros el huevo de la caridad teologal les disteis la serpiente de un odio patológico.
Mas no es esto lo peor de este juicio, aun siéndolo mucho. Lo que de verdad nos impide darte entrada aquí es que de tus trabajos sólo tú fuiste recompensado con el halago de un poder del que sabías, claro que lo sabías, que desde antes de la creación del mundo busca derrocar al Rey de reyes.
San Pedro se sienta, exhausto. Un rumor de comentarios se difunde en la sala.
Ignacio por primera vez siente una desnudez interior, extraña, lacerante que disimula cabeza en alto y mirando al auditorio con orgullo. En este momento dos querubines con espadas de fuego se le acercan. Se levanta y mira indiferente en derredor. San Pedro les acompaña a la salida que deja ver un desierto de arenas grises y humeantes...
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