El bambú japonés y los siete años del Barça
Pasemos a hablar del bambú japones, que da mucho que aprender al Real Madrid... y a otras instancias que ahora no vamos a tocar. Es verdaderamente edificante lo que sucede con el cultivo de esta herbácea, que no la hace apta para impacientes. Siembras la semilla, la abonas, te ocupas de regarla constantemente y durante los primeros seis meses no sucede cosa apreciable. En realidad no pasa nada durante los primeros siete años. ¡Siete años! A tal punto, que un aficionado estaría convencido de haber sembrado semillas muertas. Sin embargo, al final del séptimo año y en un periodo de sólo seis semanas el bambú japonés crece ¡más de 30 metros!
¿Tardó el bambú - la empresa - sólo esas seis vertiginosas semanas en crecer? No. La verdad es que fueron siete años. Durante esos siete años sin dar una mínima muestra de existir, esta extraordinaria planta asiática estuvo creando en sus raíces una sinergia de potencias que le iban a permitir el crecimiento de sus últimas seis semanas. Para elevarse por encima de todas las demás, buscando el cielo, cimbreándose como un junco, esbelta y fina como reina de una pasarela. Y qué planta, válganos Linneo. Un cuerpo denso y a la vez flexible y sin romperse, con una corteza brillante y dura como el pedernal a la vez que maleable y útil para miles de aplicaciones. En fontanería o en medicina, desde un entarimado hasta la impermeabilización del palacio de un mandarín; lo mismo para una caña de pescar que para un puente sobre el rio Kwai.
El cultivo del bambú japonés debería ser también hito de gestión empresarial y ejemplo de estrategias a largo plazo... especialmente en el mundo del fútbol. Primero, para que la visión de conjunto no se pierda y su base sea siempre el fútbol y no esos negocios derivados que sin la bella coreografía del juego son ruina de cualquier club. Toda la paciencia del mundo es poca cosa si se consigue una ejecución de ensueño. Como hoy nos la regala el Barça, que juega como los ángeles. Sus delanteros se presentan en el área contraria como afilado cuchillo en blanda matequilla.
Segundo, que de la pasión por el fútbol debe salir el buen profesional y, de la afición a su bandera o escudo, la trabazón de equipo. No con jugadores que se apasionan según les pagan. La raiz que permite muchos milagros es que las grandes figuras incorporadas o se empapa del espíritu del equipo o tienen que irse. Casos de Eto'o o de Hibrahimovic, por referirme a la gestión que hoy brilla.
Es natural que por el fragor de la actualidad se nos olvide que el Barça, cuyos jugadores nos deslumbran con sus encajes y combinaciones que hasta podrían jugar con los ojos vendados, empezó a tomar cuerpo con Kruyff - el "fútbol total" - y con Rexach. Principalmente este último, fundador de la escuela TARR (Torres, Asensi, Rexach y Rifé). Rexach, que con el citado Kruyff, en siete años de trabajo en la Masía hizo el famoso "dream team" con incorporaciones de aquella cantera. Es nobleza de Pep Guardiola agradecer a menudo aquel oculto trabajo. Un trabajo que en el primer equipo se culminó, sería innoble olvidarle, con Franc Rijkaard aquel serio profesional holandés que llegó a Barcelona en 2003, hace siete años . Y me parece que son siete años los que lleva Andrés Iniesta en el primer equipo. (Puestos a buscar coincidencias podemos aplicar las que queramos.)
El Madrid, por el contrario, parece que ha olvidado que los fichajes de Rial, Di Stefano, Kopa, Puskas y de Santamaría llegaban a un equipo con nombres como Gento, Miguel Muñoz o Marquitos. Sabía que el gran fichaje valía de poco si no había tierra abonada de ilusión común para cultivarlo. Esta la infundía aquel Santiago Bernabeu, presidente inolvidable que tuve el honor de conocer y tratar. En las ocasiones clave, aprovechando el descanso, bajaba al vestuario a estimular a los jugadores con lo que se dio en llamar "La Santiaguina".
Y es que el club blanco tiene una gran cantera que debería aprovechar más. Como lo hace el Barcelona que ha dado a la Selección Campeona del Mundo ocho jugadores, ocho, con apellido español. Ese es el sustrato en donde debe ser trasplantado el apabullante plantel de superfichajes del Madrid. Porque no bastan los millones y las casas en 'La Finca', pero sí son imprescindibles, fundamentales la afición a los colores como la que sentían Guti o Raúl o casi ayer Zoco, Pirri y Amancio. Tal vez habría que revisar si quienes dirigen la nave blanca son "del Madrid, madridistas y madrileños", como se enorgullecía sin fanfarria Manolo Velázquez.
Creo que esta nueva humillación del Madrid ante un Barça inmenso tendrá una importancia histórica si vale para reorientar el timón hacia sus valores de siempre. Así sea.